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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos
Corría el año dos mil nueve, en Carboneras mandaba Cristóbal Fernández, que aún estaría dos años más en el poder municipal haciendo y firmando la Historia de su pueblo. No hay página o “fregao” en el que no aparezca tu nombre, caro Cristóbal. Para bien o para mal, sigues en el almanaque de la actualidad carbonera, no hay quien pueda contigo o con alguno de los miembros de tu larga familia metida y mandando en la política local.
El genial Francisco de Goya hacía ya cientos de años que había dejado de estar entre nosotros, pero su obra pictórica seguía atrayendo el interés de los ciudadanos. Doña Josefa Cruz, por aquel dos mil nueve era concejal socialista del Ayuntamiento del “pueblico” bajo la vara de mando de Cristóbal. Mujer aficionada a la cultura y amante de la pintura quería dejar en el pueblo, para disfrute del alma cultural de todos los vecinos una colección de láminas del genial pintor aragonés. Pidió permiso al alcalde, como era de rigor, el jefe siempre es el jefe, y solicitó por el importe de poco más de tres mil euros las ochenta láminas que llevan trece años en paradero desconocido.
A doña Josefa la quiere condenar la justicia por intentar llevar la cultura a su pueblo. ¡Tiene bemoles, pobre mujer! Las láminas no se saben dónde están, ella jura y perjura que no se las llevó, pero allá donde se encuentren están enseñando a otras miradas la genialidad de uno de los más grandes pintores españoles. Están haciendo que vibre la cultura en ese trozo de corazón que disfruta del arte de Goya. Y ello se lo deberá a esta mujer que se ve condenada en los juzgados.
Pero la justicia es ciega, y creo que sorda, y a veces camina con muletas y grita:
¡A la cárcel con doña Josefa!
Las láminas fueron abonadas en su día, según cuentan llegaron a la casa consistorial carbonera y fueron vistas por el señor alcalde, que así lo ha declarado él mismo en beneficio de su edil, pero al cabo de algunos meses, cuando se buscaron las mismas, estas habían salido volando como mariposas que lleva el viento de levante en una tarde de frío invierno en el pueblo.
Las láminas formaban parte de las que Goya dedicó a la guerra con los gabachos, y muestran todos los horrores que se vivieron durante esos años en España. Los del pequeño (por su estatura) Napoleón y su hermano “el botella” que no tuvieron compasión con los españoles de aquella época.
Estamos en el año 2022. El juicio se celebraba hace unos días. Se solicita para doña Josefa Cruz un año y medio de cárcel y otro montón de inhabilitación. Las puertas de la cárcel no las va a cruzar la señora Cruz aunque la condenen. Ya veremos si lo hace el bueno de Griñán y toda la cohorte de los Eres y sucedáneos juicios en los que se verán los compañeros de Pepe. Y en cuanto a la inhabilitación, qué le importa a ella, dejó la política hace más de doce años ¿o han sido once? y no piensa la buena mujer en volver a ella así se lo pida el propio Goya que se hiciera presente en Carboneras con las desaparecidas láminas en las manos.
Un delito es un delito, sea este de tres mil euros o de seiscientos millones, estoy de acuerdo y la justicia es ciega, pero puñetas, a qué han jugado las partes con esta historia del Ayuntamiento de Carboneras, de ochenta láminas y de tres mil euros. Desde el 2009 que se compraron y debieron desaparecer las láminas, la denuncia puesta cinco años después, pongamos el 2014, y estamos en el 22 cuando se ha celebrado el juicio.
¿Creen ustedes, sinceramente, que tantos años después podemos hablar de que tenemos en Almería una justicia justa? Cuesta creerlo, ciertamente.
¡La que viene liando el “afrancesado” Goya de Fuentetodos al cabo de más de tres siglos por tierras de Carboneras!
El genial Francisco de Goya hacía ya cientos de años que había dejado de estar entre nosotros, pero su obra pictórica seguía atrayendo el interés de los ciudadanos. Doña Josefa Cruz, por aquel dos mil nueve era concejal socialista del Ayuntamiento del “pueblico” bajo la vara de mando de Cristóbal. Mujer aficionada a la cultura y amante de la pintura quería dejar en el pueblo, para disfrute del alma cultural de todos los vecinos una colección de láminas del genial pintor aragonés. Pidió permiso al alcalde, como era de rigor, el jefe siempre es el jefe, y solicitó por el importe de poco más de tres mil euros las ochenta láminas que llevan trece años en paradero desconocido.
A doña Josefa la quiere condenar la justicia por intentar llevar la cultura a su pueblo. ¡Tiene bemoles, pobre mujer! Las láminas no se saben dónde están, ella jura y perjura que no se las llevó, pero allá donde se encuentren están enseñando a otras miradas la genialidad de uno de los más grandes pintores españoles. Están haciendo que vibre la cultura en ese trozo de corazón que disfruta del arte de Goya. Y ello se lo deberá a esta mujer que se ve condenada en los juzgados.
Pero la justicia es ciega, y creo que sorda, y a veces camina con muletas y grita:
¡A la cárcel con doña Josefa!
Las láminas fueron abonadas en su día, según cuentan llegaron a la casa consistorial carbonera y fueron vistas por el señor alcalde, que así lo ha declarado él mismo en beneficio de su edil, pero al cabo de algunos meses, cuando se buscaron las mismas, estas habían salido volando como mariposas que lleva el viento de levante en una tarde de frío invierno en el pueblo.
Las láminas formaban parte de las que Goya dedicó a la guerra con los gabachos, y muestran todos los horrores que se vivieron durante esos años en España. Los del pequeño (por su estatura) Napoleón y su hermano “el botella” que no tuvieron compasión con los españoles de aquella época.
Estamos en el año 2022. El juicio se celebraba hace unos días. Se solicita para doña Josefa Cruz un año y medio de cárcel y otro montón de inhabilitación. Las puertas de la cárcel no las va a cruzar la señora Cruz aunque la condenen. Ya veremos si lo hace el bueno de Griñán y toda la cohorte de los Eres y sucedáneos juicios en los que se verán los compañeros de Pepe. Y en cuanto a la inhabilitación, qué le importa a ella, dejó la política hace más de doce años ¿o han sido once? y no piensa la buena mujer en volver a ella así se lo pida el propio Goya que se hiciera presente en Carboneras con las desaparecidas láminas en las manos.
Un delito es un delito, sea este de tres mil euros o de seiscientos millones, estoy de acuerdo y la justicia es ciega, pero puñetas, a qué han jugado las partes con esta historia del Ayuntamiento de Carboneras, de ochenta láminas y de tres mil euros. Desde el 2009 que se compraron y debieron desaparecer las láminas, la denuncia puesta cinco años después, pongamos el 2014, y estamos en el 22 cuando se ha celebrado el juicio.
¿Creen ustedes, sinceramente, que tantos años después podemos hablar de que tenemos en Almería una justicia justa? Cuesta creerlo, ciertamente.
¡La que viene liando el “afrancesado” Goya de Fuentetodos al cabo de más de tres siglos por tierras de Carboneras!