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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Llegan como el calor, durante los meses de julio y agosto. Se esperan con ilusión las llamadas fiestas de verano. En la mayoría de los pueblos del interior se las conocieron durante algunos años como la de los catalanes. La fiesta del patrón o de la patrona se celebra en algunos municipios fuera de los meses de calor, y para esas fechas los aquí nacidos, algunos siendo “menas” en Cataluña, y en manos de aquel hombre sin escrúpulos que era Pujol, no podían desplazarse al pueblo. Había que romper aquel aislamiento festivo con los hijos del pueblo, y nacieron las fiestas de verano. Se buscó patrón para el que no tenía, se fueron consensuando fechas para que no se hicieran competencias las unas a las otras, y así siguen hasta hoy, llenando las noches calurosas de música, baile y alegría.
Los alcaldes nos dicen que las fiestas son caras, pero que son una inversión. No me atrevería a llevarles la contraria a estos hombres que llevan muchos años en la política, y que deben saber bastante más que el que firma estas letras. Pero imagino que me permitirán preguntarles por esas inversiones de las que nos hablan.
Los conjuntos musicales, que hoy día cuestan un ojo de la cara, ¿es una inversión? Lo mismo lo es para alguien. Lo más una comisión por parte del representante.
¿El churrero y su chocolate es una inversión?
¿Los colchones para los críos son una inversión?
¿El de las patatas asadas es otra de esas inversiones?
¿A las carrozas que organizan los vecinos se les puede llamar inversión? Si es en participación, alegría, juerga y jarana para los organizadores lo son. En la parte económica todo lo contrario, los chavales, algunos ya no tanto, se han tenido que rascar el bolsillo para los trajes.
Luego tenemos la diferencia entre inversión y negocio. Para los del pueblo: bares, cafeterías y pub, son unos días en los que se hacen buenas cajas. La gente gasta dinero, algunos incluso el que no tienen y piden prestado. Estamos en fiestas, corre el dinero, la alegría y el calor. Se tiran cohetes, los perros se esconden, se saca al patrón o patrona en procesión (más del noventa por ciento de mujeres en la misma, ¿dónde estarán los hombres?) y se acaba con la traca. Bueno, antes montan una mesa para las autoridades, ediles del gobierno y la oposición, no falta el señor cura, los sacristanes, sin olvidar al juez de paz y su familia, y les dan cerveza y bocadillos. La única inversión importante de la que se puede hablar en unas fiestas es aquella que redunda en la felicidad durante unas horas de los vecinos. Si a ella se refieren, tienen razón. Al día siguiente las calles siguen igual y los baches se mantienen, pero en las caras se nota el cansancio de unos días que se han visto llenos de alegría, y con la familia que vino del norte. Hay otra inversión esta más política si cabe, el interés por los votos de los vecinos cuando se acercan las municipales, pero estas aún están lejos. Alhabia ha tenido seis días, ayer acababan. Y algunos vecinos le mandan un recado al alcalde: Que ya es hora de descansar.
Los alcaldes nos dicen que las fiestas son caras, pero que son una inversión. No me atrevería a llevarles la contraria a estos hombres que llevan muchos años en la política, y que deben saber bastante más que el que firma estas letras. Pero imagino que me permitirán preguntarles por esas inversiones de las que nos hablan.
Los conjuntos musicales, que hoy día cuestan un ojo de la cara, ¿es una inversión? Lo mismo lo es para alguien. Lo más una comisión por parte del representante.
¿El churrero y su chocolate es una inversión?
¿Los colchones para los críos son una inversión?
¿El de las patatas asadas es otra de esas inversiones?
¿A las carrozas que organizan los vecinos se les puede llamar inversión? Si es en participación, alegría, juerga y jarana para los organizadores lo son. En la parte económica todo lo contrario, los chavales, algunos ya no tanto, se han tenido que rascar el bolsillo para los trajes.
Luego tenemos la diferencia entre inversión y negocio. Para los del pueblo: bares, cafeterías y pub, son unos días en los que se hacen buenas cajas. La gente gasta dinero, algunos incluso el que no tienen y piden prestado. Estamos en fiestas, corre el dinero, la alegría y el calor. Se tiran cohetes, los perros se esconden, se saca al patrón o patrona en procesión (más del noventa por ciento de mujeres en la misma, ¿dónde estarán los hombres?) y se acaba con la traca. Bueno, antes montan una mesa para las autoridades, ediles del gobierno y la oposición, no falta el señor cura, los sacristanes, sin olvidar al juez de paz y su familia, y les dan cerveza y bocadillos. La única inversión importante de la que se puede hablar en unas fiestas es aquella que redunda en la felicidad durante unas horas de los vecinos. Si a ella se refieren, tienen razón. Al día siguiente las calles siguen igual y los baches se mantienen, pero en las caras se nota el cansancio de unos días que se han visto llenos de alegría, y con la familia que vino del norte. Hay otra inversión esta más política si cabe, el interés por los votos de los vecinos cuando se acercan las municipales, pero estas aún están lejos. Alhabia ha tenido seis días, ayer acababan. Y algunos vecinos le mandan un recado al alcalde: Que ya es hora de descansar.


