Consejos de la mafia a los políticos

“Amigo de todos, confianza con nadie” es la mejor seguridad de una vida próspera, feliz, y, sobre todo, larga


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL



PUES AL FINAL Orwell y Goebbels tenían razón. Pocas cosas hay más reales que la mentira. El Gran Hermano, el Ministerio de la Verdad, la Máquina del Fango, el periodismo, que, a diferencia del cariño verdadero, se compra y se vende, existen.

Las redes sociales son ese fango que nos nubla la vista y nos convence de que lo que acabamos de ver con nuestros propios ojos, nunca existió. Ya no podemos discernir, como en el cuentecillo oriental, si somos el Fiscal General del Estado que sueña que es una mariposa o por el contrario somos la mariposa que sueña ser Fiscal General del Reino.

En menudos berenjenales se meten algunos en las pantanosas aguas de lo que escribe una mala tarde, y ya nunca puede borrar. Pervive, como la luz de las estrellas muertas, más allá de lo que quisiéramos que perdurase. El arrepentimiento no las borra, y regresan en los momentos más inoportunos. Como en los cuentos de terror, muy pronto, si no lo están haciendo ya, nos escanearán los sesos para saber no ya lo que dijimos en un calentón, sino cuáles fueron los pecados que no llegamos a cometer.

El pecado de pensamiento, que no nos permite comulgar, sin confesarlo previamente a los curas tridentinos de las televisiones, vuelve para instalarse en este neo puritanismo que nos propina la tecnología. Al pobre Galileo, al menos, le dejaron abjurar de su absurda teoría de que la Tierra da vueltas alrededor del Sol. Otro bulo que merecería la hoguera.

Sin embargo hay soluciones. Y las explicaré brevemente para que las gentes impulsivas y atolondradas no paguen por lo que escribieron antes de que se disiparan los vapores del alcohol u otras substancias que igualmente nublan el recto juicio.

Para ser jefe de alguna de las familias de la mafia siciliana se exigen, entre otras virtudes, ser siciliano y vivir en Sicilia. Lo primero es relativamente sencillo, pero no así lo segundo, dado que Sicilia no es demasiado grande, ni hay grandes metrópolis. El último gran capo conocido, Mateo Messina Denaro, fue detenido, ya mayor como Bernardo Provenzano, su antecesor, tras pasar viviendo en la clandestinidad la mitad de su vida. En Sicilia, por supuesto, como mandan los cánones. ¿Cómo lo consiguieron?

Los mafiosos sicilianos estaban chapados a la antigua. No tenían “iphones”, no usaban “Whatsapp”, no tenían “Facebook” para colgar fotos de sus asesinatos, no tenían tampoco Twitter, ni Tik-Tock, ni Instagram. Rara vez usaban teléfonos móviles. No eran usuarios de ninguna de esas cosas que nos dan esa rara inmortalidad que perpetúa nuestras indiscreciones y que no borra ningún bautismo.

Lo mejor es no escribir nada. Pero como el ser humano necesita comunicarse, el truco que les permitió no ser descubiertos por ninguna UDEF italiana era el uso de unos papelitos (“pizzini”) escritos a máquina, no como el bruto de Koldo, que no sabe lo que es la grafología, y que se entregaban en mano a su destinatario y que contenían los crímenes o los enchufes de aquellos amigos o parientes a los que se deseaba promocionar. Como dicen los proverbios mafiosos “Amigo de todos, confianza con nadie” es la mejor seguridad de una vida próspera, feliz, y, sobre todo, larga.