Vidas paralelas: Juan Guerra y Begoña Gómez


..

JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

En el turbio asunto de los negocios de la primera mujer que hizo suya la prodigiosa hazaña de ser catedrática sin ser licenciada, echamos de menos a un Plutarco que, ajeno a las pasiones del hoy, y desde lejos de la primera línea, utilice ese método comparativo de figuras, pecios que el pasado nos devuelve a las playas del presente, permitiéndonos así valorar las circunstancias en su justa medida, y predecir el indefectible futuro.

Es inútil, no obstante, esperar que el pasado mejore el presente, porque la naturaleza humana es siempre inmutable.

La Historia, no en vano, es un jardín de senderos que se bifurcan, una cinta de Moebius o una espiral donde todo es igual y todo es diferente. Es dudoso, en ese sentido, esa condición de “maestra de la vida, testigo del tiempo” que le atribuía Cicerón, pero hay cierto consuelo en la pervivencia de que los sinvergüenzas no son hoy muy diferentes de como lo eran hace dos mil años.

Eso sosiega nuestro ánimo ante nuestro destino manifiesto y nos evita la incómoda alarma que produce lo sorprendente e inesperado.

Y no hay que remontarse tantos milenios: Juan Guerra fue hermano del entonces poderoso Vicepresidente del Gobierno y Señor del PSOE, y que ahora se escandaliza de que nuestro actual Presidente quiera vender la primogenitura de los españoles por las sabrosas lentejas que unos desgraciados le ofrecen. Cuando el hambre presente aprieta las primogenituras futuras no son comestibles.

Juan Guerra, que nunca fue catedrático de nada, tenía un despacho en la Delegación del Gobierno de Andalucía, en la que oficiaba, envuelto en la púrpura que proporcionaba la solemnidad del edificio, como “asistente de su hermano” y practicaba la política de “cafelitos” que desprendía un mefítico olor a tráfico de influencias, que acabó finalmente en su “imputación” (con este gusto moderno por los eufemismos ahora sería “investigación”); y a la postre la Historia, maestra de la vida, nos enseña el final la Justicia:”caló el chapeo, requirió la espada/ miró al soslayo, fuese y no hubo nada.”. porque …
“¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?
¡Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo!, ¡oh gran Sevilla,
Roma triunfante en ánimo y nobleza!”

Begoña Gómez, esposa del Querido Líder, y catedrática emérita no ha hecho cosa distinta, perseguida injustamente por la máquina del fango, que no quiere bien a su marido. Y, que conste, solo movida profesionalmente por su deseo de proteger a los empresarios amigos, tanto españoles como marroquíes. No creo que, dada la composición del Tribunal Constitucional, tenga exactamente el mismo final que Juan Guerra, su socio y su empresa condenados a pagar de forma indolora dos multas de 24.933.200 y 34.860.000 de pesetas respectivamente.

Será posiblemente absuelta y se le dará la Orden de Isabel la Católica para compensar sus extraordinarios sufrimientos. En esto vamos progresando.

Y ahora la comparación con la que Plutarco concluía sus paralelismos:

Probablemente Begoña será absuelta con todos los pronunciamientos favorables y su esposo acabará sometido al juicio más perdurable, al mismo al que se sometió a Fernando VII. El de la Historia.

En el otro caso hubo una víctima: Alfonso Guerra. Eran otros tiempos, dimitió como vicepresidente y finalizó su poder omnímodo en el Gobierno y en el partido.

Seguramente por eso está mal visto en la férrea visión de la política que ha prevalecido en el PSOE. Solo dimiten los cobardes. Los valientes escriben cartas a la ciudadanía, porque la duda ofende.