Diligencias


..

JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Francisco Camps, ya pocos lo recuerdan, fue un señor que presidió la Comunidad Valenciana en tiempos de corrupción no muy diferentes de los que nunca nos han abandonado.

Fue famoso, entre el vulgo, siempre maligno, por unos trajes que, según se dijo, le habían regalado cuando era poderoso, feliz, y la vida le sonreía, para seducirlo y hacerlo objeto de secretos manejos.

Pudieron haber sido unos jamones de pata negra o un Ferrari Testarossa, pero no. Fueron unos trajes...

Es inevitable la comparación con Edmundo Dantés, el célebre Conde de Montecristo de la novela de Alejandro Dumas. Me hubiese gustado, una vez huido de ese inexpugnable Castillo de If que son las redes sociales, el periodismo acusatorio y las máquinas del fango, ya de vuelta a nuestra moralista sociedad, verlo con alguno de aquellos mismos trajes, ahora polvorientos que, cual beso de Rubiales, fueron su ruina y su descrédito. Posiblemente raídos y pasados, como él mismo, de moda.

A Dantés le acusaron falsamente de ser un agente bonapartista y, sin más dilación ni formalidades – eran otros tiempos, los fiscales ya se sabe de quién dependen -, lo enviaron durante catorce años a la cárcel mencionada, de la que pudo fugarse con la inestimable ayuda del Abate Faria, compañero de prisión, acusado de no sé qué, y que tuvo a bien morirse.

A Camps – son tiempos democráticos, plenos de derechos del justiciable- le han hecho la merced de no internarlo primero e investigar después, como le sucedió al protagonista de Dumas. Las fechas casi coinciden: Camps ha llevado el sambenito de imputado (ahora se llaman investigados, lo que solo estilísticamente mejora la condición) durante quince años. Un poco más y se muere en pecado, como la alcaldesa de Valencia.

Él ha sobrevivido. Quince años después de investigaciones y diligencias. Diez acusaciones y dos juicios con sentencias absolutorias. No sé si tramará venganza. De momento, cual burra que vuelve al trigo, dice que quiere volver a la política.

Para que el paralelismo entre la realidad y la ficción sea todavía más asombroso, no falta el elemento religioso: también se imputó en uno de esos procedimientos al entonces obispo auxiliar de Valencia Esteban Escudero. Desconozco su suerte ni si ha sido encerrado o no, destino fatal, en el castillo de Peñíscola.

La lengua española y el D.R.A.E con su maravillosa polisemia adjudica, entre otros, los siguientes significados a la palabra “DILIGENCIA”:

1. Cuidado y actividad en ejecutar algo.

2. Prontitud, agilidad, prisa.

3. Trámite de un asunto administrativo, y constancia escrita de haberlo efectuado.

Hay una locución verbal de un cierto contenido escatológico que no reproduciré.

Conclusión: con máquina del fango o sin máquina del fango: Begoña, Puigdemont … esto es lo que hay.