Se nos ha ido el amigo López


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

A nuestra edad, los que nacimos en la década de los cuarenta, solo podemos presumir de los amigos que aún nos van quedando, que no es poco, porque cada día que pasa son menos con los que contamos. Ya no se publican como hace años las esquelas en la prensa, y a veces pienso que nos viene bien. Leerlas era como buscar en el baúl de los recuerdos a veces perdidos aquella cara, aquel año, aquel nombre al que unimos durante mucho tiempo nuestra vida.

En Terque, pequeño pueblo que no se sabe si vive, sestea o muere en la ribera del Andarax, se nos ha muerto López. Se nos ha ido un paisaje más, un cara con la que te encontrabas cada mañana en la plaza, un hombre del que se recuerdan sus duros años de trabajo en la panadería, el buen pan que cocía y los ratos vividos en fiestas con los amigos. Y encima no tenemos posibilidades de recuperarlo. No hay subvención que lo vuelva a la vida, no hay oración que lo traiga de nuevo entre nosotros. Solo se nos fue. Bajó la mirada, cerró los ojos y su vida se apagó. Y lo hizo sin que pudiéramos decirle adiós, sin poder levantar la penúltima copa en la despedida a un amigo, sin que nos amasase la última hogaza de pan.

Los velatorios en los pueblos siguen teniendo la sencillez y nobleza de la gente. En Terque sigue siendo así. Me siento junto a Enrique, el marido de Encarni, y hablamos de López, de sus últimas aventuras, de los achaques que compartimos, y es que, a esta edad, cumplidos los setenta, si de algo hablamos en los tanatorios es de enfermedades, de las pastillas que tomamos cada 24 horas. De los días, meses o años que nos quedan. Y llegamos siempre a la misma conclusión, que el día en que Caronte diga de venir en busca nuestra, ojalá se le rompan los remos, que sea como nos ha dejado el amigo López, sin dolor, casi sin darse cuenta de que nos estaba diciendo adiós.

Antonio López, su hermano, el que fuera alcalde de este municipio en aquellos años en que se estrenaba la democracia, con Adolfo Suarez al frente del gobierno, me cuenta que López, su hermano, no sufrió, que se tomó una pastilla para descansar a las diez menos cuarto de la noche del jueves, y que al ver que no apagaba la luz, su cuñada fue a la cocina y… Así se apagó la imagen de un amigo en Terque, así dejaba López de formar parte de estos días que vivimos llenos de zozobras, los mires por donde los mires.

Pero nos quedan sus últimos recuerdos, el pasado San Isidro vivido juntos, las palomillas del pasado martes, y las que nos seguiremos tomando pensando en ese amigo que ya no está entre nosotros.

Adiós, López. No deja de ser una “putada” que te hayas ido, podías haber esperado algunos años más, joder.