Cayuela se enfrentó solo a la moción de censura

Al exalcalde de Carboneras no le apoyó ni su propio partido


El nuevo alcalde saludando al saliente.


ALMERÍA HOY / 1·04·2024

-Las ausencias el pasado día 15 de marzo en el salón de sesiones fueron clamorosas. Nadie del PP provincial o los compañeros regidores populares de pueblos vecinos estuvieron presentes. Sus propios concejales no comprendían cómo Felipe Cayuela había dilapidado torpemente una mayoría confortable para gobernar. Ésta es la crónica del enredado escenario político carbonero-.

MIGUEL ANGEL SANCHEZ/
Cualquier persona con buen corazón habría sentido compasión por Felipe Cayuela el pasado 15 de marzo, día en que salió adelante la moción de censura firmada por los cinco concejales del PSOE, el edil de Cs y el no adscrito Andrés Belmonte (PSOE).

Aquél que pusiera el oído para escuchar lo que ocurría entre las bambalinas de la política carbonera, podía concluir que el hombre que iba a dejar de ser alcalde se enfrentaba a su destitución en la más absoluta soledad. La ley natural es implacable: cuando no acabas de ser líder en la victoria, difícilmente lo serás en la derrota.


Los compañeros de grupo de Cayuela, todos del PP, allí sentados en la Sala de Sesiones, contemplaban, vencidos, el acontecimiento de verse despojados de poder y sueldo.

Felipe Cayuela ya no preside la Corporación.



Con el pasar de los meses habían sido testigos -y también corresponsables-, sin hacer nada, de la deriva de su jefe de filas, que en octubre decidió, personalmente, en un claro síntoma de desconfianza, quitarle a todos ellos la potestad de firmar documentos y compras y, lo más grave, desentenderse del pacto de gobierno concertado por él mismo con Ciudadanos, quedándose en la más tonta minoría que han conocido los tiempos. A saber: el día 10 de ese mes, sin previa provocación de los naranjas, que le garantizaban un Mandato dulce, se cargó, por decreto, a su único representante municipal y primer teniente, Salvador Hernández, que ahora ha retornado a la Presidencia de la Corporación apoyado, en bloque, por la oposición. El mismo día cesaba como asesor de la Alcaldía a Agustín Cánovas -coordinador de Cs en Carboneras- quien, merced al acuerdo, había sido contratado para esa labor.

Con esta maniobra, Felipe Cayuela se debilitaba ‘mortalmente’, pues los seis votos que conservaba eran insuficientes para frenar las iniciativas de la nueva mayoría de siete que se acababa de configurar enfrente. Su plan pasaba por quitarse de en medio a quienes le estorbaban por motivos que sólo se entienden cuando las malas relaciones personales trascienden a la política. Pero la explicación del desatino de Cayuela no está sólo en la incompatibilidad que sentía con Salvador Hernández. Recordemos algunos hechos.

El 13 de septiembre, sólo dos meses después de constituirse el Ayuntamiento, el número tres de la lista del PSOE, Andrés Belmonte, abandonaba el Grupo Socialista y mantenía su acta como concejal no adscrito. El alejamiento del partido al que siempre había pertenecido se debía a una abierta discrepancia con su líder, José Luis Amérigo. Felipe Cayuela no interpretó el movimiento como un golpe de suerte que, bien administrado, ampliaba su mayoría plenaria, sino como una coyuntura estupenda para terminar con la incomodidad de tener a Salvador Hernández (Cs) en su gobierno. El alcalde Cayuela (PP) y el exsocialista Andrés Belmonte llegaron a tantearse en privado. De esas reuniones no salió ningún concierto, pero el regidor entendió que contaba con un nuevo y valioso aliado. Nada más lejos de la realidad.

Gentes que siempre median en los conflictos de familia, trabajaron en la socialista para recuperar al concejal perdido, al menos su voto. Resultaba esencial para volver a formar gobierno. Laboraron en dos frentes: uno, reconciliarse con Andrés Belmonte y, dos, limar las muy profundas diferencias con el representante de Ciudadanos que acababa de ser desalojado del Gobierno, Salvador Hernández. Éste, que desde que entró en la política en 2007 había tenido como objetivo liberar a Carboneras de las influencias del gran padrino del socialismo local, el exalcalde Cristóbal Fernández -tío, a su vez, del líder del PSOE José Luis Amérigo-, sangraba abundantemente no por esta herida, sino por la última: la infligida por Felipe Cayuela al cesarle. La revancha, la prioridad, no era ya resarcirse de los daños pasados causados por el PSOE que, vía tribunales, había conseguido inhabilitarle dos veces, trucando su ascendente carrera pública; sino asestar a Cayuela, su más reciente verdugo, un golpe mortal aprovechando la posición de debilidad que él sólo se había creado.

La realidad supera a la ficción: Salvador Hernández es de nuevo alcalde.



EL HAMBRE Y LAS GANAS DE COMER

Coincidiendo, pues, el hambre y las ganas de comer, no resultó difícil que las piezas se acomodaran hasta tomar la forma de una moción de censura, especialmente motivada en el PSOE para controlar, desde la sala de mandos municipal, todo lo concerniente al Algarrobico. El asunto preocupa no tanto por la previsible indemnización millonaria a la promotora Azata, sino por a quién se le pueden pedir responsabilidades por dar la licencia. Aquí las miradas se giran hacia el exalcalde Cristóbal.

En este contexto, los socialistas, el de Ciudadanos y el no adscrito, no sin grandes desconfianzas, pero con buena disposición, emprendieron el camino del encuentro que, antes de Nochebuena, se consumaba en acuerdo para presentar una moción de censura, que no se formalizó hasta el pasado 1 de marzo. Las cuentas para dar a luz de una concejal del PSOE hubieron de tenerse en cuenta a la hora de fijar esa fecha.

A la espera de asestar el golpe, los términos no públicos de la moción se fueron definiendo. Valgan estos ejemplos: los socialistas incluyeron un punto que obliga a quien incumpla el pacto a pagar 30.000 euros a cada uno de los otros seis; también que el jefe de la Policía debe ser removido de su cargo o, en su defecto, controlado por un adjunto y reabrir el Centro de la Mujer, que se cerró por, a Dios gracias, falta de casos de maltrato, pero el PSOE lo considera prioritario para su discurso ideológico. En definitiva, acuerdos más propios de una declaración de intenciones que de un contrato serio. La Alcaldía también fue negociada. Salvador Hernández (Cs) presidiría el Ayuntamiento hasta octubre de 2025 y el socialista Amérigo el resto del Mandato.

El 1 de marzo se registraba la moción justificándose en lo mucho que “sufren los carboneros” por la incompetente gestión de Felipe Cayuela; en los escandalosos casos de nepotismo; en la “quiebra técnica y económica” del Ayuntamiento; en la ausencia de Presupuestos en 2024; en el exceso de “contrataciones irregulares”; en el “acoso a los empleados públicos” y en la siempre recurrente y vaga acusación de “destrucción de las políticas progresistas”. Además, manifestaron que la gente les paraba por las calles para que pusieran fin a tanto despropósito. Podían haber sumado más motivos, pero éstos les parecieron suficientes.

Y es cierto que Cayuela, en un acto tan legal como ilícito, contrató a su cuñado como asesor; es cierto que los tres plenos celebrados no se recordarán por un orden del día rebosante de temas para debatir, síntoma inequívoco de una gestión escasa y mala; es verdad que Cayuela se había blindado en la Alcaldía evitando exponerse en los medios de comunicación a la opinión pública. Y también es real que un equipo de gobierno completamente liberado con buenos sueldos no había sido capaz de sacar unos presupuestos.

Verdaderamente Felipe Cayuela no puede presumir de una gestión brillante. Tampoco ninguno, o casi ninguno, de los que le han censurado habiendo tenido a su favor mayorías estables y tiempo para hacerlas valer. En esa penumbra política está Carboneras desde que Salvador Hernández fue inhabilitado en 2018.

Y es que el arranque de todo esto lo encontramos en la caída de Hernández como consecuencia de una querella del PSOE, que resultó providencial para las disimuladas aspiraciones de su número dos Felipe Cayuela, que, sustituyéndole, probó el poder y le gustó su sabor. Hasta ese momento, por un periodo de siete años transcurridos entre 2011 y 2018, habían sido dos en uno. A partir de ahí, dos incompatibles que sólo han vuelto a coincidir en un Gobierno -el surgido de las últimas Municipales- por la vital necesidad política de sobrevivir. Y ahora, ni eso.

Hernández y Amérigo dejan de tomarse el café de espaldas.



QUERELLAS CRUZADAS

Pero veamos cómo se inaugura este nuevo periodo de cohabitación PSOE y Cs. Poco riesgo de error hay en el que afirme que no será fácil, porque el pasado puede violentar el presente. El ya otra vez alcalde Salvador Hernández mantiene vivas dos acciones penales contra su socio Amérigo, que buscan incapacitarle para la política: una por no escuchar advertencias técnicas sobre la deficiente ejecución en la mejora del paseo marítimo. Otra, por mantener vivo y pagar un contrato de limpieza de calles y jardines caducado. Amérigo, por su parte, insiste en el Supremo en inhabilitar a Hernández, previamente absuelto por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. En este enredo judicial, Cayuela va contra Amérigo por pagar generosos sobresueldos a altos funcionarios del Ayuntamiento. Omitimos para no enmarañar más los conflictos judiciales donde Cs y PSOE acusan al PP de comprar votos. Como ven, el escenario está lleno de cepos.

En estos primeros días del nuevo Gobierno todo es ilusión. En el PP, en cambio, están de luto. Buena parte de la “Pasión por Carboneras” que lucía su eslogan se había esfumado. El pasado día 18 se reunió la asamblea popular. Caras de velatorio y ganas de tirarse cosas a la cabeza. Las recibió casi todas Felipe Cayuela, que no encontró un argumento convincente para responder al requerimiento de sus compañeros: “¿Por qué echaste a Salvador?”. Obligados a cerrar etapa nombraron nuevo portavoz, Lorenzo González, y a un segundo y un tercero. A Felipe Cayuela le reservaron el lugar de cuarto sustituto, un signo inequívoco de que su carrera en el PP, y quizá también su carrera política entera, ha terminado. Ni los suyos de Carboneras ni la dirección provincial lo quieren. Su propio hermano, que le aportó más votos de los que en un juego limpio se pueden conseguir, tampoco estaba para arroparle en el Salón de Plenos el día de la moción. Nadie del Partido Popular de Almería y de la comarca se acercó a Carboneras para enjuagarle las lágrimas.

En esa atronadora soledad, tuvo que escuchar a su gran enemigo, a su examigo, Salvador Hernández, sentado en el sillón reservado al presidente de la Corporación y asido a la vara de mando: “Llora como un niño lo que no has sabido defender como un hombre”. La literalidad es otra, pero esta loca corrección que imponen los tiempos y todo lo invade, obliga a que hasta los cuerdos modifiquen la Historia.


En abril de 2023 la política sonreía a Felipe Cayuela.