Yolanda quiere que nos acostemos temprano


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

Hace un par de años se le quiso imponer en los restaurantes, fue cosa de un ministro de Consumo, hoy olvidado, que la comida sobrante nos la lleváramos los clientes, a ser posible envuelta en papel de aluminio, o en recipientes especiales para ello. La broma no llegó a mayores, aunque nos dio oportunidad para chistes y cuchufletas a costa del ministro.

Dios, pero qué personajes nos ha ido colocando el presidente en su Gobierno. No creo que tengamos que enumerar las veces en que la ministra gallega, la cariñosa ministra gallega, se ha ganado memes, chistes y cachondeos varios. España es así, señora. Si no te la tomas en serio, puedes salir retratada en viñetas, barras de bares y tertulias varias.

Doña Yoli Díaz, ministra de Pedro Sánchez, por cierto, y a la que hoy en día es difícil tomar en serio, acaba de decir, sin rubor alguno, “que no se puede tolerar, que es inaudito que los restaurantes estén abiertos hasta altas horas de la noche”. Debe pensar que, a partir de las nueve, pasado el meridiano, no es hora de llegar a un restaurante a pedir un auxilio para el estómago, y pasar en él, como es habitual en todo ciudadano español que se precie, un par de horas, o tres si la conversación y la copa lo merece.

Doña Yoli, ministra de Trabajo o de Paro, ya no se sabe bien, no quiere que los camareros trabajen hasta altas horas de la noche, y eso le honra, ella prefiere, y nos parece bien, que se vayan a sus casas a estar con sus familias, a contarles cuentos a sus hijos antes de dormirse, a hacer el amor con su esposa, y descansar para estar al día siguiente dispuesto a levantar el país y pagar impuestos para costear la casa que le han puesto a ella los españoles.

Loable deseo el de la señora, y agradecer esa defensa de los trabajadores que nos parece su obligación. Puestos a querer que las noches sean para las familias, habrá que mandar a los bomberos a sus casas, no hay incendios que apagar pasadas las ocho de la tarde, se cierran los hospitales para que médicos, enfermeros y auxiliares, pasando por los celadores, puedan cumplir con el cuento a sus niños y el encuentro amoroso con su pareja. Y en cuanto a los taxistas, se baja la bandera a las siete, que son muchos horas las que se pasan los pobres míos al volante.

Los trabajadores de los aviones llevaran a sus familias en los viajes para cumplir con sus obligaciones de padres, madres y esposos, bajaran a los viajeros en la primera nube que se encuentren a las veinte horas, para su conciliación familiar y los trenes y autobuses harán lo mismo en el primer aparcamiento que aparezca. Y así el resto del país. Dicho queda, que soy la ministra. Y que se cumpla.

¿A qué hora tenemos que acostarnos, ministra? ¿Cuánto tiempo tenemos que dedicarle al cuento de los niños? Y al amor, la relación en pareja, ¿cuántos minutos tiene que durar? Esperamos de su beatífico comportamiento una respuesta clara a los deseos de felicidad de tanto español que quiere conciliar su vida familiar con el trabajo, y que este, porfa, no sea excesivo.

Creo que la señora ministra debe imponer a todas las empresas y a todos los trabajadores de este país el horario del funcionario, de ocho de la mañana a tres de la tarde. Y todos felices, y después perdices. Los restaurantes no se creen que ésta sea una ministra seria. Pero ahí la tiene Pedro Sánchez.