“El campo se venga de quien lo desprecia”

Manuel Pimentel sostiene que la “brutal” subida del precio de los alimentos es la “respuesta al castigo” que estamos “infligiendo” a la agricultura, la ganadería y la pesca


Manuel Pimentel sostiene en su último libro que "el campo siempre se venga de quien le desprecia". FOTO: Fernando Ruso.

ALMERÍA HOY / 10·02·2024

‘La venganza del campo’ es el título del último libro del exministro Manuel Pimentel. La obra sostiene que el campo siempre acaba “vengándose” de la sociedad que lo “desprecia”; y lo hace con “escasez y un brutal encarecimiento” de los alimentos, “como en los tiempos bíblicos”.

Advierte que esa venganza “ya está aquí”. Señala que el precio de la carne, pescado, frutas y hortalizas “sube con fuerza” y las “olvidadas” crisis alimentarias “amenazan con reaparecer. Quien avisa no es traidor. Abrochémonos los machos, porque hablamos del pan de todos”.

Sobre los motivos de la inflación en el sector primario, los responsables públicos “tratan de justificar sus propios yerros y desvaríos culpando injusta y demagógicamente a distribuidores y agricultores”. Por el contrario, el exministro apunta como razón principal al “desprecio por el campo ejercido desde la sociedad urbana”.

Pimentel, que es ingeniero agrícola y posee una explotación agraria y ganadera, expone una serie de “incoherencias” y contradicciones que nos han conducido hasta esta situación.

Por una parte, “castigamos” a las gentes del campo mientras les “exigimos alimentos abundantes, sanos y a precio de saldo”. Queremos “comida buena, bonita y barata, pero sin agricultura ni agricultores; queremos carne sin ganadería ni ganaderos; pescado sin pesca ni pescadores. Protestamos por el encarecimiento de los alimentos al tiempo que prohibimos los trasvases, perseguimos a las granjas o cuestionamos los regadíos y los abonos, entre otras muchas limitaciones”. Y, claro, eso “no funciona”.

“DESINTERÉS POR LOS ALIMENTOS”

El exministro sitúa el inicio del problema en las dos primeras décadas del actual siglo. Señala que entre los años 2000 y 2020, los alimentos han sido “más baratos que en cualquier otra época” de la Historia. La “globalización, una distribución con mucho poder de compra, la sucesión de buenos años agrícolas y los avances tecnológicos que hicieron más productivo” al sector fueron la causa.

Ahí comienza, según Pimentel, esta contradictoria historia. Porque “la abundancia de alimentos baratos derivó en que la alimentación dejó de preocupar a la sociedad mayoritariamente urbana, que es la que manda y hace las leyes”. Simultáneamente aparecieron nuevos valores, “que son positivos y deben ser respetados e incorporados, como la sostenibilidad, el medio ambiente o el animalismo”. Estos conceptos fueron tomando mucho cuerpo y, a partir de ese momento, todas las leyes iban “limitando y, por tanto, encareciendo la producción agraria, porque anteponían lo que preocupaba de verdad a la sociedad -la sostenibilidad- frente a lo que no le interesaba: la producción de alimentos”.

Como consecuencia España y la Unión Europea han decidido “dejar de producir aquí para que lo hagan otros países sin saber cómo lo hacen. Castigamos a nuestros agricultores, les limitamos la producción, pero dejamos que los alimentos vengan de fuera”.

Recuerda Pimentel que, durante un debate, el portavoz de un partido político arremetía contra los trasvases basando su discurso en caudales ecológicos, pero, al mismo tiempo, protestaba porque los precios de las hortalizas subían “de manera injusta”. El exministro le respondió que se trataba de elegir: “Si usted cierra el grifo, aquí no hay verduras ni frutas y, por tanto, van a subir mucho. Si lo abre, habrá frutas y verduras y bajarán de precio. Usted decide”. Es la ley de la oferta y la demanda y un ejemplo de la incoherencia de una sociedad que “todavía no sabe por qué oscilan los precios agrarios”.

“SUICIDIO COLECTIVO”

El autor de ‘La venganza del campo’ enfatiza el riesgo de “externalizar” la producción agraria, pesquera y ganadera, como “está haciendo la Unión Europea”. Dejar la provisión de alimentos en manos de terceros países “es un acto de suicidio colectivo, sobre todo en tiempos de guerra, como el que vivimos, porque los tomates llegarán de Marruecos hasta que dejen de hacerlo”. Por eso, depender de otros en algo tan básico como la alimentación es “extremadamente delicado”.

Pimentel se declara “defensor” del medio ambiente y los animales, pero añade que estos valores han de conciliarse con “el derecho de la población a tener una alimentación variada, abundante, sana, sostenible y a un precio razonable”. Y ese precio razonable “sólo lo garantiza una producción local capaz de asumir todas las innovaciones, incluyendo trasvases, invernaderos y regadíos. No hacerlo y confiar nuestra alimentación a otros es una irresponsabilidad. La despensa es lo primero que un gobernante ha de garantizar a sus ciudadanos y, en el caso de Europa, no están nada preocupados por cumplir con esa obligación”.

Pero la situación no es sólo culpa de los gobernantes. Manuel Pimentel extiende la responsabilidad a los ciudadanos. Ha observado que “la gente se alegra cuando desmontan un invernadero o derriban una granja. Lo celebra porque nadie piensa en la despensa”.

Añade datos que demuestran la importancia de prestar atención a los alimentos: “Hasta 2020, el carro de un supermercado se llenaba hasta arriba de comida con 125 ó 150 euros. Hoy hacen falta 250, casi el doble. Pero si seguimos castigando al campo, se pondrá en 600 y ninguna familia come un mes entero con un solo carro. Mientras tanto, aplaudimos y votamos políticas que persiguen la producción agraria. La tremenda subida de precios va a castigar a las clases medias y, desde luego, a los menos favorecidos. No permitamos que la alimentación se convierta en un lujo sólo al alcance de los ricos, como algunos parecen perseguir”.

"UN MUNDO QUE SE AVERGÜENZA DE SU AGRICULTURA"

Manuel Pimentel indica que el “desprecio” de nuestra sociedad por la agricultura “que le da de comer” se visibilizó en 2008, cuando el Ministerio que entiende sobre el asunto pasó a llamarse de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino.

“A los gobernantes de entonces debió parecerle que el campo era una cosa antigua, de catetos, y decidieron darle un nombre más moderno y molón. Entonces comprendí que vivimos en un mundo que se avergüenza de su agricultura”.