El colista


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

Las derrotas siempre son duras. Sean estas en la política, en cualquier otro pasaje social de la vida o en la actividad deportiva que se practique. Si no llegan las victorias la gente te olvida, el teléfono deja de sonar y hasta tu nombre desaparece de las páginas de la prensa. En el caso del fútbol, ya no se habla de la sufrida victoria del Atlético de Madrid sobre el Almería. En la reseña deportiva de ese partido en periódico de tirada nacional leímos el pasado lunes, el Atlético sufrió en el Metropolitano para derrotar al “colista”. Nos han borrado el nombre, hostia. Ya no somos el Almería. Ahora somos el “colista”.

A nadie le gusta ser el último de una lista, y al que le guste, si hay alguno por aquí, que levante la mano. No veo ninguna alzada, me lo imaginaba. Pero si ser el último de algo no es del agrado de nadie, el que le llamen a uno “colista”, ¡eres el “colista”! suena incluso bastante más peyorativo. El equipo de fútbol de Almería se ha convertido en el “colista” del fútbol español, y hasta los que no nos sentimos atrapados por el deporte de la pelota al pie, no nos suena, no nos agrada ser los “colistas” de nada, incluso en ese deporte que levanta pasiones en las gradas, y que hace que fortunas de otras latitudes vengan a hacer negocio por estas tierras, con la esperanza de que ese balón que corre sobre el césped entre en la portería contraria.

Siempre me ha llamado la atención lo de los foráneos que vienen al fútbol español, la pinta de hombres altruistas que nos venden, las ventajas que reciben de las administraciones, y en algunos casos conocidos las ausencias que se produjeron pasados unos meses, unas temporadas: no entró el balón, los negocios no salieron como ellos esperaban y se escabulleron dejando a una afición triste, acongojada y encima “colista”. No se me interprete mal, no digo que el actual propietario del Almería haya venido con esas intenciones, y no creo que a él le interese el título de “colista” que hoy levanta su equipo por el mundo del fútbol, pero otros ejemplos hemos tenido, y no me gustaría ver que mi nieto, Alejandro, que no se pierde ni un partido del actual “colista”, siga saliendo del campo defraudado, con cara seria y de morros con la familia.

Claro que, si lo de “colistas” solo fuera en lo tocante al fútbol, nos podríamos dar los ciudadanos almerienses con un canto en los dientes. No lo haga muy fuerte, que los dentistas son muy caros, y el Sas todavía no se ha tomado en serio lo de las bocas de los andaluces. El problema es que los almerienses somos “colistas” en otros muchos apartados de la vida, y no vemos que lo dejemos de ser en un futuro cercano. Y en estos casos no podemos echar la culpa a un señor que vino de fuera a hacer negocio, son de aquí, viven entre nosotros, y están todo el día con la cantinela de que Almería por fin, en esta nueva legislatura, va a salir del ostracismo, que hay caminos, que este es nuestro momento. Así llevan cuarenta años. Un poco cansinos son, es cierto.