Las ratas ante la ley animal de este gobierno


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

. El 29 de septiembre entra en vigor la ley animal. Usted tiene menos de un mes, catorce días, para ponerle un chip a su gato, o prepare cincuenta mil del ala. Es la multa que le pueden imponer gracias a otra ley de Sánchez. Y con los que deambulan con libertad por las calles ¿qué hacemos? Eso, señores legisladores, ¿qué hacemos?

El calor saca a las ratas de las alcantarillas, de los barcos que se hunden y de los partidos que pierden poder y con ellos escaños y sueldos.

La que se paseaba hace unos días por debajo de nuestra ventana, estábamos en pleno agosto, no sé de dónde salió (bueno sí, de un edificio en ruinas, de aquellos que se quedaron varados en los tiempos de la burbuja, pero que pasada esta, sigue levantado y convertido en centro de ratas y otras alegrías para los vecinos que lo soportan) pero allí estaba ella, luciendo palmito y enorme rabo en medio de la calle. Sin miedo a los que nos acercábamos. El susto fue para nosotros, al ver la tranquilidad de su comportamiento. Era como decirnos que, a esa hora, las doce y algunos minutos de la ya madrugada, la calle era suya y podía pasear por ella con toda seguridad. La luna estaba esquiva esa noche, lo que hizo que en principio confundiéramos la rata con una hoja tumbada sobre el asfalto, ante la falta de movimiento de la misma.

Algo parecido a lo que les ocurre a los chorizos y delincuentes ante la policía o la Guardia Civil, a los que aparentan no tener miedo, más bien se comportan como compadres, conocidos de toda la vida. Y es que a algunas de esas ratas las han detenido diez, veinte, y a veces más. Saben que en unas horas el juez los pondrá de nuevo en la calle, esas que son suyas a altas y bajas horas de la noche, que dominan ante una sociedad que se encuentra sin una justicia que la proteja, y que ellos tendrán que volver a detener una vez más en días.

Ya, los jueces nos dirán que son los mimbres que les dan los políticos, y que a los políticos los votamos nosotros, por lo que ya sabe usted quien tiene la culpa: Nosotros, los ciudadanos, por gili…

Las ratas dominan las calles. Y si se trata de dominar, hasta el cuartel de la Guardia Civil en Roquetas lo han tenido controlado durante el verano, con la colaboración de las cucarachas, que a la hora de ayudar a las ratas siempre están dispuestas.

Hubo un amago por nuestra parte de atrapar a la rata. Ni se te ocurra, comentó un vecino en el momento de la despedida: Matar una rata nos puede obligar a llevarte tabaco al Acebuche. No me preocupa en exceso, dejé de fumar en los ochenta. Ya sabes que a las ratas hay que cuidarlas, protegerlas y darles de comer. En aquel momento entendí la mirada de la rata. La ley en España que entra en vigor el día 29 de este mes está de su parte, la cuida y la protege. La dejamos que paciera libremente ante la ventana. Abrimos la puerta de casa sin hacer mucho ruido, había que proteger al animal, por si estaba en su tiempo de descanso, de relax, tras alguna cacería llevada a cabo por las calles del pueblo.

La historia de la rata, o de las ratas en el pueblo, se comenta en la piscina entre las señoras, a algunas se le ha metido en la casa, se le ha paseado por todas las habitaciones, ha dormido sobre sus sábanas y ha abandonado el hogar, con la misma tranquilidad con la que las ratas humanas abandonan los calabozos tras pasar visita con el señor juez.

En el pueblo todas las miradas están puestas en el mismo edificio sin acabar, que se levanta en medio del mismo y que se ha convertido en un nido de suciedad, ruina, ratas y demás caprichosos bichos que lo han okupado. Con K. ¿Y para cuando demoler el edificio, señor alcalde?

Esa es otra historia que habrá que contar algún día.