El crimen y la delincuencia han aumentado


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

Tuvo que pasar el 23 de julio, tuvimos que votar los españolitos para que el ministro Marlasca, dicen que, con K de kilo, decidiera el hombre dar a conocer los datos sobre criminalidad y delincuencia en España. En Almería hemos vivido la violencia ejercida contra las mujeres, los robos indiscriminados y denunciados por los vecinos de La Cañada. Seguimos viendo cómo se detienen a personas con antecedentes de haber atentado contra la propiedad en veinte, treinta ocasiones, y camina libremente por nuestras calles. Entran y salen de los juzgados como perico por su casa.

En Ciudad Real los ganaderos han contratado seguridad privada ante los robos que están sufriendo. En las localidades del Andarax se vienen produciendo robos todas las campañas. En estos días me comentaban que a un vecino que se dedica al mundo de la naranja, y no lo hace porque se gane dinero, es seguir una tradición familiar, un amor al campo que vivió de pequeño, a las parras que les hicieron quitar los políticos engañando a Europa (le dijeron que eran viñas de vino, ¡embusteros!), sin darle alternativa alguna, solo la esperanza de los naranjos.

En la pasada temporada obtuvo unos doscientos mil kilos, en esta no ha llegado a los cien mil. La cosecha ha sido floja, parece decir ese dato. Y puede que haya sido así. Si usted se paseaba entre los naranjos, veían perfectamente que los que daban a las carreteras o camino los naranjos estaban a rebosar, cosa que no ocurría cuando te adentrabas en el interior de los campos de naranjas. En este caso los árboles presentaban lagunas, calvas, la demostración de que la mano del hombre había pasado por allí, y no era la de su propietario, ni de ninguna del equipo de recogida por él contratado.

¿Le han robado cien mil kilos de naranjas? Es difícil de calibrar, muchos parecen, pueden haber sido setenta mil kilos, con K de Marlaska, o cincuenta mil. En el campo los vecinos hablan de unos veinte mil. Y no es el único ni el primero, como tampoco será el último que reciba en sus campos las visitas de los amigos de lo ajeno. Esos que parece tener vía libre en los juzgados, donde las leyes parecen haberse hecho pensando en ellos, más que en los ciudadanos libres que pagan sus impuestos, que obedecen y acatan a las leyes, cuando algunas veces tendríamos que levantarnos con el grito en la boca contra una justicia y unos jueces más preocupados por los ficus de la plaza Vieja que por la seguridad de la vida y las haciendas de los ciudadanos que les pagan el sueldo.

Asesinan a mujeres, roban y asaltan casas y cortijos. Aumenta la inseguridad, pero no aumenta el número de policías y Guardia Civiles. Lo único que aumenta es el número de políticos, de asesores, de liberados sindicales. Me acaban de decir que en las calles de un pequeño pueblo se va a prohibir aparcar, las dichosas líneas amarillas, y que cuando se haga llamaran a la Benemérita para que multen esos vehículo. No esperen que lo hagan cuando le estén robando las naranjas, debe ser que la Guardia civil ya no está para evitar los robos, ahora lo hace para luchar contra los coches mal aparcados en los pueblos y villas del interior.

¿Dónde están los grandes sindicatos del campo? Si roban en un invernadero, primeras páginas en todos los diarios, movilización de políticos y sindicalistas. Si lo hacen en esos campos perdidos en medio de la indiferencia política, sindical, seguridad, incluso de los alcaldes de sus pueblos, silencio.

¿Cómplices? No me hagan pensar mal, que ando estos días propenso a ello, pero lo parece.

Plasta de país que estamos creando.