La ambivalencia de ciertas palabras


..

AMANDO DE MIGUEL

No me refiero al hecho de que muchas palabras aparezcan en los diccionarios con varios significados. Es una característica normal de todos los idiomas, al menos, los que poseen una cierta densidad literaria. De no ser así, si cada palabra poseyera un solo sentido, los diccionarios requerirían muchos tomos. Es más, sería tanta la profusión del lenguaje, que haría muy difícil aprenderlo. Aun así, hay muchas voces que son sinónimas o afines a otras.

La ambivalencia o ambigüedad (ya tenemos dos sinónimos) surge cuando una misma voz se emplea para dos significados muy diferentes, lo que pude originar cierta confusión. O lo que es casi lo mismo: una puede ser la significación aparente y la otra, la expresa o verdadera, según el sentido, que queramos dar a la frase.

Por ejemplo, el adjetivo “increíble” admite dos contenidos: (a) Lo admirativo o inaudito, de tal modo, que sea difícil de creer. (b) Lo despreciativo o peyorativo, por parecer inconcebible, merecedor de rechazo. El primer significado es, hoy, el más utilizado, seguramente, por influencia de esa misma deriva en el inglés.

En otra ocasión, he comentado una curiosa ambivalencia, procedente del inglés. La voz “plausible” significa loable, digno o merecedor de alabanza. Junto a esa significación, más auténtica u originaria, se ha colado una segunda: “probable”. Ya se sabe que los productos importados parecen tener más calidad o, al menos, se imponen más.

En principio, es clara la diferencia entre “cien” y “ciento”, aunque parezca intercambiables. “Ciento” es un sustantivo, equivalente a cien unidades. Recuérdese el “Consejo de Ciento”. En la práctica, se utiliza más la forma apocopada de “cien”, que es, realmente, un adjetivo, sobre todo, delante de un sustantivo plural. Así, “con cien cañones por banda”, de los famosos versos. Lo correcto sería decir “tanto por ciento”; pero, es inútil, casi todos los españoles dirán “tanto por cien”.

La palabra “tiempo” presenta (al menos) dos significados muy distintos, que, en inglés, por ejemplo, requiere dos voces no emparentadas: weather (tiempo atmosférico) o time (tiempo cronológico). Aunque se trata de dos ideas muy diferentes, hay una relación lógica entre el tiempo atmosférico y la secuencia, siempre cambiante, de los fenómenos atmosféricos.

Se registran, también, algunas ambivalencias curiosas, derivadas del desconocimiento. Por ejemplo, se oye decir tanto “prever” como “preveer”. Este segundo verbo, simplemente, no existe, es un error. Sin embargo, lo conjugan con soltura personas muy capacitadas. Es el caso del ministro Grande Marlaska (juez de profesión) o el médico Fernando Simón, acaso el más conocido de España. Ambos han pasado por las aulas universitarias con gran aprovechamiento.

Pasa algo parecido con “espurio y “espúreo”. En buena lógica, se debe admitir, como auténtico, “espurio” (bastardo, ilegítimo, inauténtico). Pero, ciertas personas empingorotadas, que se las dan de cultas, dicen “espúreo”. Suena afectado, pero revela cierta ignorancia.

Una ambivalencia divertida, pero, también, muy común, es el doble significado de “pareja”. Está claro que significa el conjunto de dos elementos, fundamentalmente, dos personas o animales. Pero, en el uso corriente, “pareja” equivale, también, al compañero o cónyuge del que habla. En una presentación amistosa, se puede decir “aquí, mi pareja”, al referirse a la persona acompañante del sujeto.

En definitiva, en ciertas palabras, la significación pertinente no es la que parece a primera vista o según la corrección léxica.