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MARIO SANZ CRUZ
El 30 de marzo de 2019 fallecía en París el pintor Antonio Asis, uno de los representantes del Op-Art, y del movimiento Cinético.
La muerte de Antonio Asis es una gran pérdida para el mundo del arte, pero también lo es para sus amigos de Carboneras, donde pasaba sus veranos completos, de junio a septiembre, desde hace muchísimos años, en su casa del Paseo Marítimo, en el barrio pesquero de Los Cocones.
Antonio Asis nació en Buenos Aires, en 1932. Enamorado de la pintura y de la creación artística desde pequeño, cuando conseguía algún dinero, en vez de gastarlo en golosinas infantiles, iba a la tienda a comprar un botecito de pintura y volvía corriendo a su casa para probar el color.
Entró en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires con catorce años y terminó con veinte. Enseguida empezó a trabajar con la geometría en el arte.
En 1956 fue uno de los primeros argentinos en llegar a París buscando nuevos horizontes para su creatividad, con billete de ida. Nada más llegar se matriculó en Bellas Artes y comenzó a trabajar en su típico estilo de interferencias concéntricas, en pintura, y en interferencias con rejillas, en escultura.
Pronto conoció a su mujer, Lydwine, con la que permanecería toda la vida.
Al principio, su vida en París fue dura y tuvo que trabajar pintando paredes para poder comer, pero él no quería pintar paredes y se lanzó de lleno a ejercer su vocación artística.
Aunque era más joven, trabajó con el grupo formado por Soto, Tinguely e Yves Klein; convirtiéndose en uno de los representantes del “Op-art” y del arte “Cinético”. Sus obras están presentes en colecciones y museos de numerosos países.
Tenía su estudio en la Rue St Jaques de París, donde ha seguido trabajando hasta muy poco antes de su fallecimiento.
Antonio Asis vino a Carboneras animado por el artista cinético Jesús Rafael Soto, en 1964. Pasó unos días en la desaparecida Fonda Paquillo, se enamoró de este pueblo perdido y, poco después, compró su casa en Los Cocones. Igual que él, a Carboneras habían ido llegando artistas como Julio Leparc o Francisco Sobrino; arquitectos como André Bloc, Olivier Clement Cacoub o Edgard Pillet; escritoras como Dominique Aubier o Mireille Boccara, gente del cine como Bárbara Beale o Eddy Fowlie; músicos, galeristas y todo tipo de personas relacionadas con la creación, el arte y la cultura.
Antonio Asis disfrutó durante años este magnífico ambiente, que hizo de Carboneras un referente internacional. Por ausencias, fallecimientos y otras circunstancias, esta Edad de Oro de Carboneras se fue diluyendo, pero Antonio y Lydwine siguieron fieles a este pueblo costero. Año tras año pasaban aquí el verano disfrutando y pintando. Y fuimos apareciendo otros escritores, artistas y gente ligada a la cultura; y ellos se integraron en la nueva ola que iba llegando a las costas de Carboneras y alrededores.
Disfrutaron durante muchos años de las actividades que realizábamos y de la amistad de artistas como Ernesto Pedalino, Vidal Hurtado o Isabel Gómez Moreno; de escritores como Lourdes Ortiz o Geoffrey Fox, de arquitectos como Mariano Ortega o Susana Torre, y de tantas personas que sería interminable nombrar, entre las que he tenido la suerte de encontrarme.
Te vamos echar de menos. Se nos va a hacer raro pasar por el paseo Marítimo y no encontrarte sentado al fresco, en la puerta de tu casa, o tras el ventanal de tu estudio, en el piso de arriba, donde convertías en geometría los paisajes que inundaban tus ojos, donde transformabas en movimiento, en energía cinética, la tranquilidad de tu pueblo de adopción.
Antonio Asis nació en Buenos Aires, en 1932. Enamorado de la pintura y de la creación artística desde pequeño, cuando conseguía algún dinero, en vez de gastarlo en golosinas infantiles, iba a la tienda a comprar un botecito de pintura y volvía corriendo a su casa para probar el color.
Entró en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires con catorce años y terminó con veinte. Enseguida empezó a trabajar con la geometría en el arte.
En 1956 fue uno de los primeros argentinos en llegar a París buscando nuevos horizontes para su creatividad, con billete de ida. Nada más llegar se matriculó en Bellas Artes y comenzó a trabajar en su típico estilo de interferencias concéntricas, en pintura, y en interferencias con rejillas, en escultura.
Pronto conoció a su mujer, Lydwine, con la que permanecería toda la vida.
Al principio, su vida en París fue dura y tuvo que trabajar pintando paredes para poder comer, pero él no quería pintar paredes y se lanzó de lleno a ejercer su vocación artística.
Aunque era más joven, trabajó con el grupo formado por Soto, Tinguely e Yves Klein; convirtiéndose en uno de los representantes del “Op-art” y del arte “Cinético”. Sus obras están presentes en colecciones y museos de numerosos países.
Tenía su estudio en la Rue St Jaques de París, donde ha seguido trabajando hasta muy poco antes de su fallecimiento.
Antonio Asis vino a Carboneras animado por el artista cinético Jesús Rafael Soto, en 1964. Pasó unos días en la desaparecida Fonda Paquillo, se enamoró de este pueblo perdido y, poco después, compró su casa en Los Cocones. Igual que él, a Carboneras habían ido llegando artistas como Julio Leparc o Francisco Sobrino; arquitectos como André Bloc, Olivier Clement Cacoub o Edgard Pillet; escritoras como Dominique Aubier o Mireille Boccara, gente del cine como Bárbara Beale o Eddy Fowlie; músicos, galeristas y todo tipo de personas relacionadas con la creación, el arte y la cultura.
Antonio Asis disfrutó durante años este magnífico ambiente, que hizo de Carboneras un referente internacional. Por ausencias, fallecimientos y otras circunstancias, esta Edad de Oro de Carboneras se fue diluyendo, pero Antonio y Lydwine siguieron fieles a este pueblo costero. Año tras año pasaban aquí el verano disfrutando y pintando. Y fuimos apareciendo otros escritores, artistas y gente ligada a la cultura; y ellos se integraron en la nueva ola que iba llegando a las costas de Carboneras y alrededores.
Disfrutaron durante muchos años de las actividades que realizábamos y de la amistad de artistas como Ernesto Pedalino, Vidal Hurtado o Isabel Gómez Moreno; de escritores como Lourdes Ortiz o Geoffrey Fox, de arquitectos como Mariano Ortega o Susana Torre, y de tantas personas que sería interminable nombrar, entre las que he tenido la suerte de encontrarme.
Te vamos echar de menos. Se nos va a hacer raro pasar por el paseo Marítimo y no encontrarte sentado al fresco, en la puerta de tu casa, o tras el ventanal de tu estudio, en el piso de arriba, donde convertías en geometría los paisajes que inundaban tus ojos, donde transformabas en movimiento, en energía cinética, la tranquilidad de tu pueblo de adopción.