Ojo con los ecologistas

Llevamos ya más de una generación sembrando «molinillos» para producir electricidad en los montes, dícese de forma «ecológica», respetuosa con la conservación del medio. No sé a qué precio ha salido la disparatada operación. Supongo que en el recibo de la luz se añade un tanto para subvencionar a las empresas de los «molinillos». No me parece que esa sea una operación «sostenible»


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AMANDO DE MIGUEL

En España no hay un Partido Ecologista. La solución es mucho mejor: los ecologistas están en todos los partidos del arco parlamentario. De esa forma imponen su criterio, sea quien fuere el que gobierne. En principio, deberían preocuparse por la conservación y mejora de la naturaleza, lo cual a todos nos beneficia. Pero no siempre son tan coherentes. Lo que les importa realmente es influir, dominar, recibir subvenciones de todos los niveles de la Administración Pública. En eso son unos linces, nunca mejor dicho.

Son innúmeras las situaciones en las que uno espera la protesta y la acción de los ecologistas, pero se impone un interesado silencio. Por ejemplo, durante el último mes el Estado ha decidido echar cientos de miles de toneladas de sal para paliar las nevadas. A lo largo de los últimos años son millones las toneladas de sal que se han derramado por carreteras y collados. Por la ley de la gravedad esa sal ha ido a parar a los ríos, los embalses, las tierras fértiles. Es decir, se ha ocasionado un daño gravísimo a la naturaleza. ¿Han oído ustedes alguna protesta de los ecologistas por tamaño desaguisado? Yo tampoco. Se supone que detrás de todo esto hay un pingüe negocio para las empresas de las salinas o las minas de sal.

Llevamos ya más de una generación sembrando «molinillos» para producir electricidad en los montes, dícese de forma «ecológica», respetuosa con la conservación del medio. No sé a qué precio ha salido la disparatada operación. Supongo que en el recibo de la luz se añade un tanto para subvencionar a las empresas de los «molinillos». No me parece que esa sea una operación «sostenible». Lo único que se sostiene es la cuenta de resultados de algunas grandes empresas. Pero lo grave empieza ahora. Muchos de esos «molinillos», aparte de estropear el paisaje, se están convirtiendo en chatarra. Lógicamente tienen una vida corta, pues se encuentran en la intemperie y la tecnología va evolucionando. Se adivina la jugada: generosas subvenciones para recoger tales desperdicios, que son muchos miles de toneladas. Alguien va a ganar mucho dinero. Pierde la naturaleza, es decir, todos nosotros.

Hace unos lustros se proclamó la bondad de las desaladoras para proveer de agua más o menos dulce a las regiones meridionales de la España peninsular. Por lo visto era más barato que trasvasar el agua sobrante del Pirineo al Tajo y de éste a la Comunidad Valenciana y a Murcia. Ahora sabemos que todo ha sido una inmensa estafa. Las desaladoras no han funcionado y han producido más desechos que otra cosa. También aquí habrá que dotar de subvenciones dentro de poco para hacerse cargo de la chatarra. ¿Algún político se ha dado por aludido de tamaño desastre? ¿Los ecologistas han levantado la voz? Preguntas retóricas.

El señor Rajoy ha dicho hace unos días que no hay recursos suficientes para subir las pensiones. Pero sí los hay en abundancia para canalizar más subvenciones a los partidos todos, a los ecologistas, a la electricidad sostenible y a la madre que lo parió. El actual sistema de pensiones se ha convertido en una gigantesca estafa. El precio de la luz sube tranquilamente un 10% (por decir algo) al año y las pensiones un 0,25%. ¿Cabe mayor desprecio por los jubilados? Sí cabe, pero eso será otro día.