Carmena no tiene motivo

DIEGO JEREZ


09·02·2016

La alcaldesa podemita de Madrid, Manuela Carmena, se ha referido este martes a la banda terrorista ETA como a un «movimiento político», y muchos nos hemos acordado al escucharla de aquel «movimiento vasco de liberación» que pronunció José María Aznar en 1998. La diferencia, en ausencia de contexto, resulta casi inapreciable.

Sin embargo, es necesario recordar que el entonces presidente trataba por aquel tiempo de negociar el fin de los atentados de un grupo criminal que se ha cobrado la vida de un millar de españoles, dejando por el camino y a lo largo de los años un reguero de sangre, horror y mutilación que jamás desaparecerá de la retina de quienes tuvieron la desgracia de padecerlo.

El 13 de enero de 1995, tres meses antes de que ETA intentase asesinar al propio Aznar, la organización criminal tiroteaba en Bilbao al agente del Cuerpo Nacional de Policía Rafael Leiva Loro, dejándolo tetrapléjico.

El 23 de enero asesinaba, de un disparo en la cabeza, al concejal del Partido Popular y teniente de alcalde del Ayuntamiento de San Sebastián Gregorio Ordóñez.

El 10 de abril, también en San Sebastián, acribillaba a balazos al brigada del ejército Mariano de Juan Santamaría.

El 19 de abril, en Madrid, hería mortalmente a Margarita González Mansilla, ama de casa, en un atentado con coche bomba contra el entonces líder de la oposición José María Aznar.

El 20 de abril, otra bomba terminaba en Endarlaza (Navarra) con la vida del agente del Cuerpo Nacional de Policía Eduardo López Moreno.

El 8 de junio, en San Sebastián, ETA asesinaba de un tiro en la nuca a Enrique Nieto Viyella, jefe de la Unidad Antiterrorista de la Policía Nacional.

El 19 de junio, un coche bomba terminaba en el centro de Madrid con la vida del policía municipal Jesús Rebollo García.

El 11 de diciembre, de nuevo en Madrid, un coche bomba se cobraba las vidas de Santiago Esteban Junquer, Martín Rosa Valero, José Ramón Intriago Esteban, Manuel Carrasco Almansa, Florentino López del Castillo y Félix Ramos Bailón, en un atentado contra un vehículo del ejército que transportaba trabajadores civiles.

El 16 de diciembre, en el Corte Inglés de Valencia, ETA asesinaba a la auxiliar de clínica Josefina Corresa Huerta, en un nuevo atentado con bomba.

El 22 de diciembre, al comandante del ejército Luciano Cortizo Alonso, con una bomba lapa en su vehículo particular.

El 6 de febrero de 1996 y de un tiro en la nuca, los terroristas arrebataban la vida al concejal socialista del Ayuntamiento de San Sebastián Fernando Múgica.

Pocos días después, el 14 de febrero, era el expresidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente; el 4 de marzo, el inspector de la Ertzaintza Ramón Doral Trabadelo; el 20 de mayo, el sargento del ejército Miguel Ángel Ayllón; el 26 de junio, el empresario guipuzcoano Isidro Usabiaga.

La lista continúa en 1997 con los nombres de Jesús Agustín Cuesta Abril, Eugenio Olaciregui Borda, Domingo Puente Marín, Rafael Martínez Emperador, Francisco Arratíbel Fuentes, Modesto Rico Pasarín, Francisco Javier Gómez Elósegui, Luis Andrés Samperio Sañudo, José Manuel García Fernández, Miguel Ángel Blanco Garrido, Daniel Villar Enciso, José María Aguirre Larraona, José Luis Caso Cortines.

También, en 1998, con los de José Ignacio Iruretagoyena Larrañaga, Alberto Jiménez-Becerril, Ascensión García Ortiz, Tomás Caballero Pastor, Alfonso Parada Ulloa, Manuel Zamarreño Villoria.

Cuando el 3 de noviembre de aquel año José María Aznar se refirió a ETA como «movimiento vasco de liberación», ya había tenido que enterrar a media docena compañeros de partido, asistir a decenas de funerales de Estado por las víctimas y sobrevivir a un atentado. Aquella frase, más que desafortunada, ridícula, formará siempre parte de su recuerdo como presidente del Gobierno, pero probablemente sólo él conozca las circunstancias exactas en las que fue pronunciada y cuánto había en juego en ese momento. Ninguna persona sensata tiene razones para pensar que Aznar quiera ver a los terroristas de otro modo que no sea tras unas rejas o bajo una lápida.

Carmena, en cambio, no tiene más motivo que el de su asquerosa ideología.