“No puedo competir con TikTok”

El profesor Daniel Arias Aranda ha denunciado que el sistema educativo español es una estafa. Los alumnos salen de la Universidad con un título, pero sin preparación. Carecen de interés por las clases, más pendientes de las redes sociales que del profesor



ALMERÍA HOY / 09·04·2023

El profesor de la Univesidad de Granada, Daniel Arias Aranda, ha denunciado que el sistema educativo español es una estafa. Los alumnos salen de la Universidad con un título, pero sin preparación. Aprueban carreras sin saber expresarse. Carecen de interés por las clases, más pendientes de las redes sociales que del profesor. El doctor Arias ha abierto el debate. El escrito que publicó en su perfil de la red social Linkedln obtuvo una gran difusión. Falta por ver si surte algún efecto

- ¿Qué reacciones ha recibido su crítica sobre el estado actual de la enseñanza universitaria?
- El 90% han sido positivas, sobre todo, las de profesores de Secundaria, que confiesan verse reflejados en mi texto. Otros no han acogido mi crítica de buen grado, pero la aceptación general ha sido muy buena. En todo caso, el primer sorprendido con la repercusión que ha tenido mi escrito he sido yo. Nunca creí que lo leyeran más de diez o doce personas y me alegra que haya servido para generar un debate acerca de la educación, algo muy necesario.
- Después de tanta aceptación, ¿cuántos de quienes le han felicitado por su valentía cree que estarían dispuestos a secundarle en público? Sería muy importante si realmente quieren cambiar el estado de la enseñanza.
- Yo no puedo hablar por los demás. Mi carta es resultado de una experiencia personal. A partir de ahí, la acogida ha sido buena y el debate está sobre la mesa, aunque, ya no bajo mi control.
- En síntesis, su mensaje a los alumnos es que, por lo general, no están preparados ni lo van a estar cuando salgan de la Universidad; que aprueban sin merecerlo y que sus profesores les están engañando.
- También hay estudiantes buenos. Los detectas rápido. Suelen sentarse en las primeras filas y son más participativos. Sin embargo, la mayoría se disputa los asientos de atrás para pasar la clase pendientes de las redes sociales. Un buen porcentaje de quienes podrían ser brillantes acaba sucumbiendo ante el desdén de la mayoría. Yo no pretendo un enfrentamiento entre profesores y alumnado, porque los alumnos son víctimas del sistema. Los muchachos llegan a la Universidad con la mochila de la educación recibida tanto en Secundaria como en la familia.
- Menciona a la familia y todos queremos a nuestros hijos, pero, a tenor de los resultados que usted revela, ¿los queremos bien?
- Es una buena pregunta. El rector de una universidad española escribió un artículo sobre la sobreprotección de los estudiantes universitarios por parte de la familia. Que las madres vengan a revisar con el profesor los exámenes de sus hijos es un mal síntoma. Algo falla. Significa que el alumno no se enfrenta a sus problemas, sino que delega en otros la solución. Yo he notado cómo ha bajado el nivel de los universitarios durante los últimos diez años. He tenido que expulsar alumnos del aula o separar a algunos. Están pendientes de asuntos ajenos a la clase. Siempre me he mantenido al tanto de las últimas tecnologías y las aplico en mi labor diaria, pero reconozco que no puedo competir con TikTok. Cualquier red social es mucho más atractiva que yo. No estoy en contra de ellas, sino del mal uso que se hace. A la Universidad no se viene a consultar el Facebook. En mi asignatura no es preciso utilizar el móvil ni el ordenador, pero los chicos no cesan de teclear con ellos en las rodillas. Eso genera un problema de dispersión muy triste.
- Por el abuso de tecnologías que, usadas en su justo término, son muy útiles.
- Una compañera me señalaba que se ve obligada a reducir el tiempo de los vídeos que proyecta en sus clases porque los estudiantes no prestan atención más allá de un minuto y medio. Algo igual ocurre con la atención de los universitarios. Y peor aún sucede en Secundaria.
- Vemos en la redes sociales abundantes videos y mensajes cortos. ¿Qué consecuencias cree que tendrá esta demanda de ver muchas cosas de forma rápida?
- Ya existe un problema con los libros de texto. Siempre digo a mis alumnos que la Universidad supone un buen pretexto para hacerse de una biblioteca que luego es muy útil en la vida profesional. No obstante, prefieren acudir al Rincón del Vago, donde todo se lo dan hecho. Luego aparecen problemas de vocabulario. A mí me han llegado a preguntar en clase qué significan las palabras ‘inequívocamente’ y ‘unívocamente’.
- ¿En la Universidad?
- Por desgracia, sí. Yo puedo bajar el nivel de mi vocabulario y explicar cualquier tema de la manera más sencilla. Sin embargo, en mi asignatura se imparten conceptos complejos, como la cadena de valor, la fusión o adquisición de empresas... No sé si me entienden cuando los expongo, porque tampoco preguntan nunca nada. Les pido que lo hagan, pero sin ningún éxito. Hablo de un alto porcentaje de alumnos, no de todos.
- Mientras tanto, el sistema obliga a los profesores a aprobar incluso a quienes no lo merecen.
- Ya en selectividad existe una considerable inflación de notas. Hace unos años, sacar un ocho, cuando el rango iba de cero a diez, era una nota muy buena. Hoy les puntúan con un once o un doce. Además, somos los profesores quienes hemos de adaptarnos a los estudiantes en lugar de lo contrario. Yo estoy encantado de hacer todo lo necesario para que el alumno salga mejor formado. El problema surge cuando no percibes ni siquiera el más mínimo interés; sólo desdén. Hay ocasiones en que no sé si estoy en una clase ante alumnos universitarios o de segundo de Primaria. No es una reprobación al profesorado de Secundaria, sino la confesión de que, siendo catedrático en una Universidad, me siento como aquellos profesores de bachillerato de los peores institutos que salían en las series de los 80; y no por la profesión, sino por el carácter cómico del personaje.
- Usted denuncia el abandono de la exigencia y del esfuerzo en la enseñanza como preámbulo para el fracaso en la vida.
- Porque el mundo real equilibra. Las empresas tienen que mantener niveles de productividad y, para conseguirlo, contratan a los mejores. Y yo sólo pretendo aportar mi granito de arena para mejorar el sistema generando un debate que espero resulte en algo bueno. Es cierto que la sociedad tiene una parte de la culpa del problema que estoy contando, pero no toda.
- En su carta, habla de la necesidad de ir bien vestido a instituciones como la Universidad o el Congreso de los Diputados. O de visita.
- Se ha malinterpretado. Algunos me dicen que no soy nadie para decirles cómo han de ir vestidos a clase; y tienen razón; no soy ninguna autoridad. Pero cuando los alumnos han de realizar una práctica, tienen que simular una situación que se les puede presentar en su vida laboral. Y en el mundo real, las empresas suelen tener un código de vestimenta. Ese día, al menos, deben vestir como lo harían al enfrentarse a una entrevista de trabajo o a intentar convencer a un posible cliente de que tú mereces su confianza. Que no me vengan en chándal o enseñando el ombligo ¡Se trata de representar una circunstancia que les puede ocurrir en el futuro! Pues tampoco he tenido mucho éxito en esto. Y eso que el primer día les digo que no voy a tratarles como alumnos, sino como a directivos de empresas, que es para lo que han venido a formarse en la Universidad, pero se desinflan muy rápido. Supongo que no llegan a verse en ese papel. O que las redes sociales son mucho más interesantes.
- A modo de conclusión, ¿de la Universidad sale más carne de psiquiatra que profesionales?
- Evidentemente. Tras salir con un diploma, pero sin la más mínima preparación, ¿qué van a hacer los nuevos licenciados? ¿aguardar que les resuelva la vida papá Estado? No son conscientes de que nadie les va a solucionar sus problemas. Enfrentarse al mundo sin la formación supone un choque contra la realidad que causa a muchos una gran frustración.