Las gallinas de mi cuñada y la zorra


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

En el campo ha sido una gozada, un espectáculo ver las colas de la zorras, también los hermosos de los zorros. No somos tierras de grandes aves surcando nuestros cielos, pero lo que es caminando sobre la tierra algunos y bien parecidos tenemos. Y entre ellos están los zorros. El problema es que antes los veías por el campo, cruzando de noche alguna carretera, con su hermosa cola levantada apuntando al cielo.

Hoy, las zorras, como los jabatos, se están adueñando de calles, plazas, cortijos, chalet y casas de nuestros pueblos y ciudades. Hoy los zorros, las zorras (no me refiero a ninguna política en particular) se han convertido en parte del paisaje y del vecindario del pueblo. Es grandioso verlos, y verlas, a las cuatro de la tarde cruzar por las acequias, entrar bajo las alambradas, siempre con su cola enhiesta, camino de un gallinero, una conejera o algún gato despistado que esté echando la siesta.

A la zorra se le pegaba fuego o se la enterraba en tiempos de fiestas, santos y celebraciones en algunos pueblos de nuestra Almería, como Alboloduy, Abrucena Alsodux entre ellos, para disfrute de jóvenes y mayores en esos días dedicados al santo patrón.

En estos tiempos que corren nos vamos a encontrar un día de estos en que es ella, la zorra, la que nos saca a nosotros en los días de sus fiestas rodeados de fuego ante el jolgorio de sus proles y vecinos. Al ritmo de este gobierno y las leyes que les imponen los animalistas a los socialistas de Pedro Sánchez, no lo vemos muy lejano, no crean ustedes.

A lo que iba, que se me van las ideas por los montes políticos y me pierdo. Mi cuñada Mari Carmen tiene un huerto, y en el mismo tenía la mujer seis gallinas, no podía tener más, porque entonces la Junta de Andalucía diría que tiene un negocio de huevos y le impondría los correspondientes impuestos, como anunció un día el gobierno del Psoe y que no ha derogado el del Pp. Mi cuñá les había cogido cariño a las gallinicas, las sacaba durante el día del gallinero, las soltaba en el huerto y las misma se dedicaban a lo que más les gusta, picar en la tierra en busca de gusanillos. En casa las hemos llamado gallinicas pica mierdas, pero sus huevos eran de primera.

Eran gallinas felices, estaban lozanas y a veces ponían huevos de dos yemas, de los que no se ven en los políticos a la hora de defender a sus vecinos. Hablé con ella y estaba compungida, triste, apenada. La zorra. Una puñetera y hermosa zorra se había enamorado de sus gallinas, las había cortejado, las convenció y al final se las había llevado para que pusieran sus hermosos huevos de dos yemas en otras latitudes.

Sobre la tierra del huerto, esa que ellas picaban todos los días, unas plumas sueltas le venían a decir que sus gallinas no la habían querido abandonar, que fueron forzadas por la taimada zorra, que habrá dado buena cuenta de ellas.

Entiendo que es hermoso ver, cuidar, amar y salvar a las zorras, que medioambientalmente es lo justo y necesario dicen, y así lo mandan desde el actual gobierno de Pedro Sánchez. Pero, ¿y salvar a las gallinas de mi cuñada? ¿Qué pasa con nuestras gallinas? Tenemos que dejar que las zorras se sigan comiendo a las gallinas porque unos imbéciles desde los despachos de las grandes ciudades, pisando siempre en alfombra o moqueta, están haciendo unas leyes que no se entienden entre la gente del campo. Esa que no tiene despachos, que no pisa moqueta y que se llena de barro los zapatos en días de lluvia, esa que tiene ver desaparecer a sus gallinas por unas zorras durante la hora de la siesta y no puede mover un dedo en contra de ellas por orden del puñetero gobierno que, más bien nos desgobierna.