El imperio de los sucedáneos


..

AMANDO DE MIGUEL

Son muchos los productos del carrito de la compra doméstica en los que el artículo original se ve sustituido por el sucedáneo, presumiblemente, de más bajo precio. “A falta de pan, buenas son tortas (sin levadura)”, decían nuestros antepasados. Pensemos en la margarina en lugar de la mantequilla, en la variedad de productos light, la leche semidesnatada, la cerveza sin (alcohol), el Nescafé. Ahora, se nos anuncia la novedad de la “carne vegetal”. Incluso, algunos medicamentos los ofrecen con la mitad del principio activo. Muchas de esas sustituciones se venden a los que siguen dietas escrupulosas o prefieren precios más arreglados.

Tampoco, hay que descartar la simple moda, la tontería. La cual se aprecia mejor cuando pasamos al consumo de servicios o de elementos simbólicos. Es el caso, por ejemplo, de una señora sin título de licenciada, que regenta una cátedra en la Universidad Complutense. Bien es verdad que se trata de la esposa del presidente del Gobierno. Habrá que imaginar la heteróclita composición del alumnado de esa cátedra. Se sentirán como si todo fuera reglamentario, aunque, rompedor. A este paso, llegará a suprimirse el bachillerato como condición para seguir una carrera universitaria. Esa facilidad se considerará como el paso decisivo hacia la igualdad. Por la misma razón, un licenciado universitario podrá conseguir el título de doctor sin tener que escribir su tesis doctoral. Simplemente, se contratará a un “negro”. Hay que crear más puestos de trabajo, aunque, sean fijos discontinuos.

Hay mil formas de consumo imitativo o del “como si” y, además, con pretensiones. Son muchas las personas que logran disfrutar de un “crucero”, que no es un yate, sino un paquebote gigantesco con miles de plazas. Son innúmeras las actividades de esparcimiento en las que uno tiene que guardar cola para entrar y, luego, compartir el espectáculo con la masa de visitantes. El atractivo de los restaurantes reside en la sensación de los clientes de que alguien les sirve las viandas como si ellos fueran ricos. Las largas vacaciones de las familias pudientes de antaño se hallan, hoy, fuera del alcance de la mayor parte de la población. El sucedáneo asequible es la “escapada”, esto es, el viaje efímero, de ida y vuelta, a un lugar cercano, “como si” fuera una larga expedición turística.

El gusto por el sucedáneo requiere un tipo de personalidad, hoy, muy generalizado. Es la que no valora lo auténtico, sino la copia, la imitación, y, por tanto, busca el placer de compartir esa adquisición vicaria con otras muchas personas. Es el mismo proceso por el que se imponen las modas del vestir. Por cierto, en nuestros días, se generaliza un atuendo que más parece de pobres. Se justifica porque semeja un disfraz deportivo. Pensemos en el inmenso atractivo del vestuario del presidente de Ucrania. Añádase la moda estrafalaria de los tatuajes, que exhiben muchos deportistas profesionales como epítome del mal gusto.

La ideología progresista dominante lleva a mucha gente a presumir de alojarse en la indefinida “clase media trabajadora”, la que merece la atención del Gobierno benefactor. Es, ahí, donde cristalizan las apetencias por los sucedáneos, las imitaciones, los “como si”, hasta el punto de que se ofrecen unas prácticas democráticas con ribetes autoritarios. Todo cuela.