La “cajica” de Vélez Rubio


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

¡Y no estaba muerto, no, no, y no estaba muerto no, no, que estaba tomando cañas!

Eso debieron pensar la otra mañana, cuando unos vecinos de este hermoso pueblo almeriense se daban una vuelta por el cementerio de la localidad, iban a colocar unos flores en recuerdo de sus familiares y se encontraron una “cajica de muerto” en medio de unos cuantos escombros tras la tapia del mismo.

No es una sorpresa el que en un cementerio usted se pueda encontrar con un ataúd (me alegro que deje usted de llamarlo “cajica” se puede tomar como una falta de respeto), le acepto la recomendación. Pero normalmente la “cajica”, perdón, el ataúd, lleva un muertecico dentro, cosa que no ocurría con el mencionado, lo que hace menos serio el tema que tratamos. En eso estará de acuerdo conmigo ¿o no? Aunque tengo que reconocerle que en lo tocante a los fiambres hay que demostrar cierta sensibilidad. Cuestión esta que últimamente los políticos y los legisladores no la vienen demostrado. Pero sigamos con la de Vélez Rubio.

En este caso la “cajica” encontrada estaba sola y vacía, no sabría decirles si era de pino, si iba o venia, o si estaba con una copa de más, pero tirada sin miramiento alguno en medio de un grupo de residuos, sí que estaba ella. Por mucho que lo pienso no encuentro que alguien del pueblo se dedique a dejar ataúdes en medio de un terreno tan serio, por lo que habrá que llegar a la conclusión de que algo distinto ocurrió esa noche en el cementerio de Vélez Rubio. ¿Pero el qué?

¿Estaba el muertecico, dicho con toda seriedad y consideración, de parranda por los Vélez?

¿Se habría dejado el ataúd para recogerlo a la vuelta y andaba de copas por los pub del pueblo y villas cercanas? Es que no veo al enterrador de la localidad dejando las “cajicas” de los muertos tiradas por cualquier lado fuera del cementerio. Supongo que ustedes tampoco. No me imagino a la empresa encargada del tanatorio y de dar el último paseo al vecino dejando la de pino vacía y tirada tras la tapia del camposanto. La única conclusión es que estamos ante alguien que se toma la vida, un poco a broma.

¿Estamos ante algún bromista que le ha querido jugar una trastada a algún vecino? Una persona sola no parece que pueda llevar a cabo la macabra, por lo que hay que pensar que en el suceso habrán intervenido por lo menos dos. Es de imaginar que los técnicos nos dirán un día de estos si el ataúd había sido ocupado anteriormente.

Pero, y si es cierto que hay otra vida, y si es verdad que los seres fallecidos siguen viviendo en alguna otra dimensión, y si uno de ellos se ha perdido y ha venido a Los Vélez a saludar a algún familiar o amigo, se dejó la “cajica” abierta esperando volver a por ella de cara al retorno, pero ha decidido que se queda entre nosotros, que el cachondeo que se vive por nuestras tierras merece ser vivido de nuevo.

Lo mismo se ha producido un agujero negro, azul o amarillo entre las distintas dimensiones y los vivientes en algunos de ellos están aprovechando una segunda oportunidad para una francachela entre nosotros.

¡Qué la disfrute el visitante! Se merece la segunda, y la tercera. Es por si nos toca a nosotros algún día pasar por uno de esos agujeros y volver, volver, volver.

Menudo susto le daba a mi Isolina.