“Sería capaz de propinar un bofetada a quien maltrata a un animal”

Numerosas asociaciones protectoras trabajan para liberar animales de los infiernos que muchos sufren. Como la de Huércal Overa, dirigida por Elisa Martín, que ha convertido el auxilio a estas criaturas en su vida y en una cuestión personal



ALMERÍA HOY / 15·10·2022

- Ustedes recogen animales abandonados o maltratados, ¿cómo viven después en el refugio de Huércal Overa?
- Perfectamente atendidos. Reciben su alimentación, la medicación correspondiente, el tratamiento veterinario necesario y están aseados.
- ¿De qué superficie disponen?
- Desconozco las dimensiones exactas, pero puedo decirle que contamos con 26 cheniles con zonas interiores y exteriores. De ellos, 2 son cachorreras y 4 están destinados para el aislamiento de animales con enfermedades contagiosas. Además, disponemos de 4 zonas de recreo diferentes.
- ¿Diría que un animal tiene buenas condiciones de vida en un refugio?
- Hemos de tener en cuenta que el refugio debe ser un paso intermedio entre la situación anterior de cada uno y un hogar de verdad. Algunos son felices aquí porque vienen de padecer una vida miserable en la que estaban mal alimentados, encadenados 24 horas al día o maltratados. Al día siguiente de llegar al refugio ya les cambia la mirada. Han dejado de tener parásitos que les molesten; los voluntarios los llevan a pasear; juegan con ellos…
- ¿Qué pasa con los que son agresivos?
- Más que agresivos, miedosos. Contamos con una pareja de mastines que, en los dos años que llevan con nosotros, nunca han atacado a nadie. Creemos que son recuperables. Se criaron atados en una gasolinera. Ahora se dejan tocar. La hembra es miedosa. El macho te ladra, pero se marcha cuando te acercas a él.
- Cuando dice que son recuperables, ¿qué les falta aún al cabo de dos años?
- Necesitan un adiestrador que nosotros no podemos permitirnos. Esos profesionales no son baratos, y tenemos que ajustar el presupuesto a prioridades básicas como la alimentación, higiene y asistencia sanitaria.
- ¿Le amarga el día la visión o la noticia de un animal maltratado?
- Sí. Interiorizo el sufrimiento de las criaturas y el chat de la asociación está constantemente ardiendo con mensajes de gente que quiere que nos hagamos cargo de sus perros o que han visto algún animal abandonado. Es agotador. Sobre todo emocionalmente.
- ¿Dedica mucho tiempo a esta actividad?
- Muchísimo. Prácticamente todo el que estoy despierta. Mis hijos se sienten celosos. Me reprochan que pienso más en los perros que en ellos.
- ¿Ha disminuido el número de animales abandonados en su zona de actuación?
- ¡Qué va! Aquí estamos recogiendo animales unas diez asociaciones. Nosotros amparamos entre tres y cinco al día, pero siempre quedan más en la calle. Solemos decir que nuestra labor es como vaciar una piscina con las manos. Creo que detrás del abandono y el maltrato existe un problema de educación.
- ¿Cómo logran pagar los alimentos, medicinas, productos para la higiene y demás gastos que comporta el cuidado de los animales?
- Fundamentalmente a base de donaciones. Nosotros, además, contamos con una subvención anual del Ayuntamiento de Huércal Overa.
- ¿Hasta qué punto se implican los ayuntamientos?
- No todos de la misma manera. Algunos tienen convenios firmados con asociaciones, pero también los hay que no porque no lo consideran una prioridad. Otros no ejercen los controles necesarios, porque no todas las entidades prestan un servicio como éste de forma adecuada. En cualquier caso, a nosotros nos llaman vecinos de Albox, Pulpí, Taberno, Huércal Overa, sus 36 pedanías y toda la comarca.
- ¿La mayor parte de los avisos dan cuenta de la existencia de perros abandonados?
- Muchos sí, como el caso de una podenca preñada que recogimos hace unos días. Pero también abundan los irresponsables que quieren deshacerse de sus perros. Nuestra prioridad siempre es ayudar al que está en la calle, porque corre peligro.
- Abandonar perros es un delito castigado por la ley, sin embargo, no parece que las condenas previstas disuadan.
- Porque está poco castigado. Sale muy barato abandonar o maltratar un animal.
- ¿Qué pena impondría usted?
- La misma que el sujeto ha infligido al pobre animal. Le daría a probar eso de estar atado meses, e incluso años, con un cubo de agua podrida para beber y mendrugos de pan duro para comer.
- Ojo por ojo…
- Sería dura con este tipo de personas. Contemplar estas situaciones hace salir el lado malo que todos llevamos dentro. Yo me encaro con quien sea ante una situación de maltrato animal. Creo que, en algunos casos, sería capaz de propinar una bofetada a alguien. Después me dirán que me convierto en lo mismo que ellos, pero me apetece hacerlo.
- ¿Cuál ha sido la situación más cruel que ha conocido?
- Además de la sufrida por los perros en el refugio ‘Patán’, quizás, entre tantas similares, la de Truco, un mestizo de 15 años. Lo tenían prácticamente abandonado en una azotea. Una chica nos dio la alerta. Fuimos a rescatarlo acompañadas por la Policía Local. Por fortuna tenía un chip a nombre de una persona que estaba en el extranjero y pudimos hacernos cargo del pobre animal. Estaba en los huesos por una mala alimentación. Además, padecía artrosis. Lo llevamos al veterinario y ahora vive acogido en casa de la mujer que denunció su estado.
- ¿Hace suya la frase ‘cuanto más conozco a las personas más quiero a mi perro’?
- Me duele reconocerlo pero sí, sin duda. La empatía es un sentimiento universal con el que contamos todos los seres vivos. Yo comparo la inocencia de un animal con la del niño. Cuando hacen algo mal no es por maldad. Simplemente, no saben lo que hacen. No conocen los conceptos del bien y el mal.
- ¿Cuánto sufrimiento animal consiguen mitigar?
- Apenas la mitad. Queda mucho dolor aún escondido. Sobre todo en el campo, donde es frecuente encontrar perros permanentemente encadenados.
- ¿Cuándo se implicó usted en esta tarea?
- Cuando adopté a mi perro, hace 14 años. Entonces comencé a colaborar con protectoras de animales. Para mí fue una epifanía. No he conocido a ningún otro ser mejor ni más bueno que mi pitbull.
- Pongamos una nota positiva, porque entre la insensibilidad también viven la sensatez y el amor.
- Por supuesto. Se nota en la mirada de las personas. A veces me cruzo con gente que sonríe antes al perro que a mí. Eso es un síntoma.
- A quienes se hacen con un perro por capricho, ¿qué les diría?
- Que se compren un bolso y dejen a los animales en paz. Tener un perro comporta una responsabilidad, pero te recompensa con un cariño que no puedes imaginar. Yo aconsejo a los que quieren sentir esa experiencia que se dirijan a un refugio y den la oportunidad a un perro viejito o lisiado. Son muy agradecidos. Despiertan una ternura infinita. Te devuelven por un millón cada gesto de cariño que reciben.
- ¿Y a los que aman a los animales?
- A esos no hace falta que les diga nada. Del amor a los animales no se sale.