Narcisus en televisión


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JOSÉ Mª MARTÍNEZ DE HARO

RESULTA COMPLICADO CUMPLIR años. Más aún si se conserva la memoria activa. Conozco amigos y familiares encapsulados en el despiste ajenos a las preocupaciones. La memoria es cómplice de responsabilidades y de muchas decepciones. Sobre todo si se trata de establecer ciertos parámetros comparativos.

Pero Sánchez se siente guapo. Y además se cree listo, inteligente y astuto. Y puede que tenga algo de razón a tenor de opiniones muy extendidas entre el público. Según psicólogos expertos, hay rasgos que señalan tendencia a la egolatría. En política esto puede ser un arma de doble filo por sobreabundancia y confianza en sus propios criterios. Como es sabido, ha comenzado tempranamente una larga campaña electoral que culminará en mayo de 2023 y definitivamente en noviembre de ese mismo año. El partido de la oposición, PP y el gobierno están utilizando prematuramente algunas herramientas electorales en las que ambos compiten en ingenio y golosinas. Sobre este asunto la Bruja Bubulina, muy atenta a la política española, afirma que los astros no serán benévolos con Pedro Sánchez. Casi la totalidad de las empresas demoscópicas también adelantan malos resultados para el PSOE y socios de gobierno. Excepto el CIS que anuncia un triunfo rotundo de Pedro Sánchez, guapo y listo (el PSOE es apenas una pegatina ocasional).

Alarmados por los malos augurios, alguno de los asesores de Presidencia del Gobierno ha encargado una serie para televisión sobre la actividad de Pedro Sánchez en sus labores diarias. Resulta cuando menos incómodo calificar tal iniciativa de burda propaganda encaminada a fortalecer la imagen del presidente cara a las elecciones del próximo año. De no ser propaganda, sería publicidad torpemente encubierta en favor de una candidatura y de unas siglas. La cuestión por lo que esto merece atención es que esta propaganda o publicidad se paga con los impuestos que aportan los españoles “para sostener el estado de bienestar”. Esta frase tan repetida en las últimas semanas se habría de referir a mantener y aumentar las inversiones en servicios sociales: sanidad, enseñanza, infraestructuras, cuerpos de seguridad, justicia, etc.

Nunca se había mencionado una serie televisiva en periodo pre electoral sobre la actividad de ningún cargo público. Y aquí vuelvo a la memoria. Los de más edad podrán recordar cómo se organizaron en 1976 las más altas instituciones del Estado. La estructura organizativa de Presidencia, instalada en un vetusto caserón en el Paseo de la Castellana nº 7 de Madrid, junto a la Plaza de Colón, constaba de dos plantas y sótano que daban albergue a 34 personas al servicio de la Presidencia del Gobierno. El presidente contaba en su entorno más próximo con tres secretarias, un equipo de ocho profesionales, todos procedentes de las alta administración del Estado, que además de sus nóminas cobraban un plus de dedicación. Ni un solo contratado laboral o cargo de confianza nombrado a dedo. Al servicio de Presidencia y Vicepresidencia había seis vehículos del parque móvil a disposición exclusiva. Los gastos de mantenimiento de aquel caserón eran mínimos, pero motivos muy fundamentados sobre la seguridad del presidente decidieron trasladar la Presidencia del Gobierno al complejo de edificios de Semillas Selectas, dependiente del Ministerio de Agricultura, en las afueras de Madrid, hoy conocido como Palacio de la Moncloa. Entre ellos estaba quien escribe estas líneas.

Años más tarde volví a Presidencia del Gobierno con Leopoldo Calvo Sotelo. Aprovecho para señalar que, según el currículum, el historial académico y laboral, Calvo Sotelo fue el presidente de Gobierno con mayor preparación profesional e intelectual de la democracia. En la Moncloa se continuó con el modelo organizativo de Adolfo Suarez; muy poca ostentación, uso muy medido de los medios de transporte nacionales e internacionales, austeridad y rigor en el uso del dinero público. Ni un solo gasto innecesario. En aquellos tiempos, no cabría imaginar gastar un solo euro en una serie de televisión para mayor gloria del presidente en uso propagandístico. Como digo eran otros tiempos y con aquellos ajustados medios humanos los dos primeros presidentes de la democracia llevaron a cabo algunos hitos de la reciente historia de España. Para olvidadizos o desmemoriados, cabe citar los más relevantes: La Ley de Amnistía de 1977, que reclamaban todos los partidos de izquierdas; la Ley de Reforma Política, que liquidó políticamente a la dictadura y dio paso a la democracia parlamentaria; la legalización de todos los partidos políticos, que permitió la libre actividad política y la concurrencia a partidos clandestinos, como PSOE, PCE y todos los partidos marxistas y nacionalistas; convocatoria y preparación de las primeras elecciones de la democracia española en 1977; preparación, debates y acuerdos para aprobar los Pactos de la Moncloa en 1977; preparación, debate, referéndum y aprobación de la Constitución española en 1978. En apenas dos años, aquel reducido grupo de profesionales, altos cargos y expertos, liderados por Adolfo Suarez, llevaron a cabo esta gigantesca tarea. Y años más tarde, en 1982, otro equipo similar fue capaz de preparar y organizar un referéndum para aprobar el Tratado de Adhesión de España a la OTAN, con el liderazgo de Leopoldo Calvo Sotelo. Todos estos logros impulsaron la democracia y el reconocimiento internacional de España. Treinta y cuatro personas se dedicaron a ello.

Según publica el periódico digital abc.es, actualmente Presidencia de Gobierno cuenta con 370 asesores, es decir 5 más que días tiene el año. Y el conjunto de asesores y cargos de confianza contratados a dedo suman 1.231. Esta legión de asalariados a cargo de los presupuestos del Estado supone un 46% de aumento de gasto respecto a junio de 2018. Aquel vetusto edificio del Paseo de la Castellana, trasladado a Moncloa, se ha convertido en un parque temático repleto de paniaguados, afiliados, amigos y compadres, cuya eficacia y profesionalidad en la resolución de los problemas que afectan a la sociedad se muestra manifiestamente mejorable. No es posible aceptar desde el imperio de la razón que un solo gobernante trate de justificar la necesidad de centenares de asesores supuestamente cualificados a su servicio. Materialmente sería imposible atender los argumentos o consejos de esta legión. A la vista de los errores de bulto, ignorancia en temas cruciales y otras deficiencias que conducen a la situación crítica que señalan todos los indicadores económicos, esta estructura tan desmesurada significa un fracaso total.

Y será por ello la anunciada serie de televisión, para llevar a los hogares españoles una especie de actor reconvertido en político o un político reconvertido en actor. Sería conveniente conocer el presupuesto de esta novedad de marketing ideada por cientos de asesores y expertos en dilapidar el dinero público.

Una sencilla comparación llevaría a la decepción, si es que queda aún margen para la decepción.