Los nuevos amigos internéticos


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AMANDO DE MIGUEL

En enero de 2020, nos sorprendió la pandemia del virus chino, que a mí me pilló con bajísimas defensas, al estar tramitando un cáncer con metástasis. No tuve más remedio que guardar un estricto confinamiento domiciliario, que, todavía, dura y no creo que remita. Lo cual me permitió multiplicar los contactos con los amigos, a través de la internet. Un resultado sorprendente fue que empecé a tratar, así, a una serie de personas, para mí desconocidas, que se han ido haciendo amigas a golpe de mensajes. Señalo sus nombres por orden alfabético.

1. Guillermo Bogao, a quien llamo William, porque así se le conoce en China. Es un auténtico capitán de industria de origen murciano, asentado en Elche, con fábricas en esa localidad y en otras de China.

2. Carlos Díaz, a quien apodo el Tostado, por su increíble capacidad de redactar artículos, ensayos, libros y otros géneros. Suelen ser de índole filosófica, en la dirección del personalismo de E. Mounier. Revela una portentosa cultura clásica y un notable sentido de la ironía.

3. Gonzalo González Carrascal, madrileño, para mí, Gonzalera, en recuerdo del personaje entrañable de Pereda. Es ingeniero aeronáutico y prepara oposiciones a un alto cuerpo de la Administración. Posee una vasta cultura literaria y cinéfila.

4. José Antonio Martínez Pons, mallorquín, catedrático de Física, enamorado de los ferrocarriles. Secretamente, es mi amigo chueta, título para mí muy apreciado, quizá, porque el apellido Miguel es, también, de estirpe judía.

5. Alberto Párraga, sevillano, ahora, nacionalizado estadounidense. Prepara su doctorado en Economía en la Universidad de Texas, Dallas. En mi archivo, es, simplemente, Pérez.

6. Maciej Rudnik es profesor de español en Varsovia. Para mí es Copérnico, un verdadero hispanista, buen conocedor, además, de otras lenguas y culturas.

7. Miguel Ángel Sánchez, director de esta publicación y de Actualidad Almanzora, de Almería. Alguna vez, con el permiso de mi director, contaré el extraordinario gesto de solidaridad que tuvo conmigo en su día. No es usual.

Insisto en el carácter aleatorio de esta gavilla de los siete magníficos. No forman grupo, puesto que no se conocen, ni tienen contactos entre ellos. Son para mí una entidad virtual, al comunicarse conmigo, solo, de forma internética. Podrían ser un remedo de algunas amistades literarias de la época romántica, que se relacionaban, ocasionalmente, de forma epistolar. No son las personas con las que mantengo más comunicación, pero, sí resulta muy peculiar, pues, reitero, no nos hemos visto nunca. De la mayor parte de mis nuevos amigos internéticos ni siquiera tengo imágenes fotográficas. Es una ausencia difícil de explicar en la actual sociedad icónica.

Me pregunto cómo es que se ha formado esta selección, qué hay de común entre los siete personajes, de distintas profesiones, cohortes de edad, mentalidades y lugares de residencia. Desde mi punto de vista, lo tengo bastante claro. A todos ellos los admiro, profundamente, quizá, porque en ellos destaca un notable espíritu de superación o need for achievement. También, puede decirse “ética del esfuerzo”. Sospecho que, en cambio, no sobresalen por la need for affiliation, vulgarmente, el espíritu gregario, sin que sea un término despectivo. Esa es una combinación de cualidades o rasgos de carácter de la que yo, también, participo para bien y para mal. No debe confundirse mi actitud de admiración hacia ellos con el sentimiento parecido, pero, opuesto, que es la envidia. Tener envidia no es más que el intenso y desequilibrado impulso de intentar ser como el otro cercano. Al final, el envidioso goza con dar envidia él mismo, al presentarse como modelo, otra faceta, aún, más patológica. La admiración es la antítesis de esos sentimientos envidiosos, y es la base de la verdadera amistad. En la cultura española, no suele estar bien visto admirar a nadie. Lo extraño es que hablemos, aquí, de relaciones amicales entre personas que ni siquiera se conocen, personalmente. Pero, así, es. Hay veces en las que la sociología de andar por casa se torna bastante enigmática.