Eloísa Berruezo


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CLEMENTE FLORES

Durante más de medio siglo ha sido la farmacéutica titular de Mojácar, donde llegó para acompañar a su marido, el cuevano Miguel Abellán, que era maestro nacional y practicante. Estando casada, cumplió lo prometido a su padre para obtener el permiso para casarse, y al año siguiente finalizó los estudios universitarios de Farmacia que había realizado por vocación, con lucidez y aprovechamiento en Granada. Cuando Eloísa llegó a Mojácar, éste era un pueblo que parecía condenado a desaparecer, porque desde el fin de la primera guerra mundial los mojaqueros no habían parado de emigrar buscando lejos de esta tierra una vida mejor.

No era, fácil en aquella época vivir en Mojácar, un pueblo que apenas se conocía por algunos pocos periodistas que hablaban de un lugar de mujeres de cara tapada donde se creía ciegamente en brujas y curanderos.

Una mujer joven de sólida formación y principios inculcados por sus padres, ambos maestros, y dotada de una inteligencia emocional sobresaliente, no tardó en ocupar un lugar respetado, valorado y querido en una sociedad incierta y cambiante.

Se ganó el afecto del pueblo que valoró su espíritu de amabilidad y servicio hacia clientes y enfermos aportando su profesionalidad a la colaboración en el empleo y uso correcto de medicamentos, en una población con muchas personas mayores que eran analfabetas. En su labor, más allá de la simple expendeduría de fármacos, fue una colaboradora básica para el inolvidable médico Diego Carrillo con quien tuvo una gran empatía y mantuvo una buena amistad durante toda su vida.

Con un servicio tan vital para el pueblo y en una sociedad que vivía tiempos difíciles en muchos aspectos, hasta el punto de que legalmente no pudo abrir una cuenta bancaria a su nombre hasta diez años después de tener funcionando su farmacia, Eloísa, además de la farmacia, formó, junto a su marido, una familia que ha permanecido siempre unida y cohesionada por la voluntad y el cariño con que fue tejiendo sobre todos; una red de amor y de respeto como sólo puede hacerlo una madre.

De su tesón, su voluntad y su amor a la profesión que ejerció toda su vida, es buena prueba que dos de sus tres hijos y sus dos únicas nietas sean hoy titulados en farmacia.

Con su muerte, Mojácar pierde una “mojaquera” que ha hecho, durante más de cincuenta años, pueblo e historia sin haberlo siquiera pretendido, y deja un ejemplo de cómo vivir y comportarse prestando un servicio con cariño y con respeto a los demás. La herencia de valores y el cariño que recibió de sus padres los ha trasladado íntegros y multiplicados a sus hijos y a todos los que han tenido la suerte de tratarla y conocerla.

Su vida ha sido un ejemplo de constancia, entrega, sencillez y respeto hacia los demás, fiel reflejo de su inteligencia y bondad.

* (Tíjola 7-6-1937 / Mojácar 28-7-2022)