María Cristina no sabe cómo gobernar el Algarrobico


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

¡Cristóbal, Cristóbal! cómo te dejaste ganar. ¿A cambio de algo? Espero que algún día nos lo cuentes. Fue emocionante verte luchar contra molinos de viento para que se levantara el Algarrobico, pero al final, te dejaste vencer. ¿Sueñas con aquellos días? ¿Se te aparece la señora Narbona? ¿De qué va vestida?

Pobre María Cristina Narbona, la buena señora, ecologista ella hasta el final, nos quería gobernar montando el lío que organizó con el hotel del Algarrobico, en el “pueblico” de Carboneras.

Años llevamos querida por culpa tuya escribiendo sobre el futuro de la entidad mientras las administraciones se dedicaron a ir cambiando leyes, tirando nuevas líneas en las costas, poniendo la ley al servicio de los intereses de la señora y de los que estaban en contra de lo que para ella era una aberración urbanística.

Que lo era, eso no hay quien lo ponga en duda.

Pero para salirse con la suya, retorcieron las leyes con las que se les dio licencia a la empresa de construcción en el ayuntamiento de Carboneras y en la Junta de Andalucía. No nos decías nada, querido Cristóbal, mientras que unos colegas políticos tuyos, que meses antes te besaban, ahora removían las leyes para acabar con tu sueño. Porque era tu sueño, nos decías al hablar del hotel.

No olvidemos que las mencionadas entidades estaban en aquellos años, cuando se otorgó la licencia de obras, en manos del Partido Socialista. Y muy contento con esa obra que venía a poner a Carboneras en el mapa turístico español se manifestaba Cristóbal Fernández, por aquel entonces alcalde de la localidad.

Ahora nos sale la que nos quiere gobernar con la cantinela de “que no sabe lo que se va a poder hacer con el Algarrobico”.

¡Toma del frasco, María Cristina!

Ay, Cristóbal, te supongo contento ante el baño que se da la señora Narbona en las aguas de Carboneras, a la espera del que se puede dar en Acuamed algún día, pero esa es otra historia, que por ahora no nos afecta.

Tan peripuesta en su momento, tan segura en sus razones con los chicos del barco, y años después, pobre mía, nos reconoce que no sabe nada. Tanta lucha verde, tanta zozobra azul y roja, tantos millones tirados por la empresa y con años perdidos que se han convertido en décadas, para que nos salga la gran Cristina en estos días a reconocer “que nada se sabe de lo que se pueda hacer con el famoso hotel”.

Si tuvieran que pagar de sus bolsillos aquellos que retorcieron la ley, aquel juez que se levantó una mañana y paralizó las obras y aquellos políticos que no supieron defender las licencias otorgadas. Uno se sentiría como mínimo satisfecho. El que la haga que la pague. Sí, sí…así debía ser.

Ellos la hacen, y al final, como ocurre cada vez que un político mete la gamba en el plato, otros se las comen y las pagamos nosotros, los que no nos podemos defender de sus garras y de sus idioteces. La empresa lo tiene claro, le va a sacar a las administraciones hasta el cerumen de nuestros oídos, los nuestros. Y lo sabe Cristóbal, diga lo que diga el supremo, si algún día lo dice, por encima suyo hay otras Cortes en la Europa actual que no se dejaran manipular por los políticos y hasta puede ser que vean cómo se retuercen las leyes en España para beneficios de unos. Y será en esas cortes, para vergüenza de la justicia de este país, las que impongan el monte millonario a pagar a la empresa.

Cuando al frente de las administraciones tenemos a personas a las que les importa un comino las leyes, y que encima las cambia para su beneficio y el de sus ideas, como se hizo en este caso, ya sabemos lo que nos podemos esperar. Años y años, décadas viendo cómo se desintegra el hotel. Y con la espada sobre nuestras cabezas de cientos de millones a pagar por hacer las cosas de puta pena.

María Cristina, cómo es posible que nos digas ahora que no sabes lo que se pueda hacer con el Algarrobico.

Cristóbal, ¿cómo puedes seguir en silencio?

Y encima, a un sobrino tuyo le imponen una multa semanal. A veces pienso que te lo tienes merecido.