Guirao


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

Se ha ido en silencio, como lo ha hecho casi todo en la vida.

José Guirao era hombre de hablar suave, sin estridencias. Hablabas con él y parecía que se trataba de una confesión. Era lento y pausado en hacerte llegar sus pensamientos, también lo era en sus gestos. Irradiaba tranquilidad con su mirar, con el movimiento de sus manos. Pepe hablaba con las manos, con los ojos, con la voz, con todo su cuerpo.

No se le conocían oportunidades en las que hubiera levantado su voz, mantener un gesto airado, en una mirada asesina en sus ojos, y eso que durante su etapa política en Almería en más de una y de dos ocasiones sus propios compañeros se las pusieron moradas. Tuvo dificultades en el ayuntamiento durante su etapa de concejal de urbanismo en algunos momentos, pero supo guardarlas para los más íntimos.

Al final logró lo que tanto deseaba, saltar a Madrid y ser ese cajón donde atesorar todo el amor que le ataba a la cultura. Llegó a ministro, un almeriense más en ese escalafón, y no se le subió a la cabeza. Siguió siendo el Pepe Guirao de siempre. El de hablar despacio, el de mirar sereno, el de los gestos sosegados. Dejó de ser ministro y se fue de la misma manera que el día que tomó posesión, sin una estridencia, aunque es de imaginar que la procesión la debía llevar por dentro, sin un mal gesto y solo con palabras de agradecimiento. Los cercanos sabían lo mucho que había apostado por la cultura desde el cargo, algunas de sus apuestas siguen esperando que alguien las ponga en marcha, José las habría conseguido.

Llegó en silencio y en silencio se fue.

Poco se conocía de la enfermedad de Pepe Guirao a lo largo de estos últimos meses. Es lunes, estoy escuchando la radio, y la noticia me llega como una explosión que no esperas.

¿Se ha muerto José Guirao? ¿Cómo ha sido?

En esa fila en la que todos estamos esperando el final, no podía imaginarme que él estuviera delante de mí. Hablo con un amigo común, y me cuenta lo de su enfermedad. ¿Cómo es que no lo sabíamos? Ya conoces a Pepe, no quiso nunca que se dijera que se encontraba mal, que se le escaba la vida a borbotones. Llevaba la enfermedad en silencio, como ha llevado todas sus cosas en esta vida. Y así se ha ido, en silencio.

Cualquier cosa que podamos decir o escribir hoy sobre Pepe Guirao ya no tendrá ninguna importancia. Él ya no está entre nosotros, ya no está en la fila, a él se le acabó aguardar por más tiempo en esta cola que es la vida.

No sé por qué tenemos que esperar a que se muera alguien para reconocer los muchos méritos que atesoraba.