El náufrago


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JOSÉ M MARTÍNEZ DE HARO

MOVIDO POR LA MAREA, aferrado a la tablazón de un barco hundido, el náufrago otea el horizonte, busca desesperadamente una tierra de acogida. Supongamos que hablo de Sánchez. Los augures a sueldo no le avisaron de las consecuencias de algunas decisiones. Jactancioso y temerario se adentró en aguas peligrosas con la peor tripulación imaginable y creyó su propio mito de Capitán Invencible. Y así, seguro de sí mismo, continuó la travesía hacia el Fin del Mundo. Aquella nave del PSOE que con Felipe González enarboló la bandera de la socialdemocracia, ahora se encuentra con las maderas carcomidas, a la deriva y desarbolada por las catastróficas decisiones de Zapatero, un necio sin tratamiento, y Sánchez, un Comandante derrotado y sin rumbo.

Agotado el símil marinero, la realidad es aún más desoladora para las izquierdas donde aún pastorea el que fuera Partido Socialista Obrero Español. Es oportuno escribir el nombre completo de un partido que conoció sus mejores triunfos en Andalucía y ha cosechado su más lacerante derrota en Andalucía. ¿Qué ha podido ocurrir para que la voluntad de seis millones y medio de votantes andaluces hayan decidido dar pasaporte al PSOE y sus aliados y mixturas de izquierdas? Esa pregunta la rehúye la cúpula socialista porque no quiere oír la respuesta. Y así la “porta-rebuznos” del partido, Adriana Lastra, sigue balbuceando en la laguna de su inabarcable ignorancia para encontrar alguna explicación: “la extrema derecha, la alarma anti fascista, la Andalucía de los pobres”, etc, etc.

El argumentario no responde a los retos de Andalucía y no ha resultado de utilidad alguna. Al contrario, se ha enfrenado a una sociedad concienciada de su lugar en la política nacional. Andalucía, como otras autonomías, ha evolucionado hacia la modernidad y la liberalidad de elegir sin trabas su destino. Siendo muy extenso el pesebre de los PER y las milongas de una administración sobresaturada en Organismos y Fundaciones de inutilidad publica, puestos de trabajo ficticios, subvenciones de justificación imposible y otros inventos similares, esa abultada red clientelar que Juan Manuel Moreno ha decidido mantener por las mismas razones que el PSOE las creó, esta vez no se ha doblegado a los caciques del siglo XXI que propiciaron aquellos favores buscando rédito político durante 38 años. No ha bastado la consigna, ni el prestigio que acompañó unas siglas que hicieron historia en Andalucía desde 1982. Al contrario, han votado masivamente al nuevo “pagador”, el PP.

La política nacional de corte totalitario que el sanchismo ha impuesto al conjunto de los españoles, ha decidido buena parte de esos cientos de miles de votos que han trasvasado del PSOE al PP. En la sociedad de la información resulta imposible evitar o encubrir los efectos colaterales. Los indultos a los condenados del procés tras su golpe de Estado, los mimos a los independentistas en Cataluña, la indefensión a los españoles que reclaman para sus hijos en Cataluña, Valencia y Baleares las horas lectivas en español, según sentencia firme del TSJ de Cataluña. Las constantes cesiones de competencias muy sensibles para la estabilidad Institucional a los peneuvistas y singularmente a los herederos del terrorismo de ETA, que humillan a los colectivos de Víctimas del Terrorismo, así como las decisiones unipersonales e injustificadas sobre el Sáhara, los ceses de funcionarios leales al Estado en organismos tan decisivos como el CNI, el Tribunal de Cuentas, la Fiscalía del Estado, la Abogacía del Estado, la Guardia Civil, etc. etc. Todo ello y mucho más ha rebasado la indignación de una mayoría amplia de ciudadanos que entienden la democracia y el Estado de Derecho de manera semejante a los de otros países de nuestro entorno. La España de Sánchez es una excepción y una anormalidad democrática que sería imposible compaginar con otras etapas de la democracia española cuando fue gobernada desde el centro, la izquierda y la derecha. Es una anormalidad en el sentido total de la palabra.

Y esa anormalidad ha sido rechazada de plano en estas elecciones en Andalucía. Sin embargo, el impacto de la derrota ha sido tal que parece haber anulado el raciocinio para asumir la dimensión del fracaso. Hay factores que la han propiciado. Que en la campaña electoral apareciera por Andalucía el expresidente Rodríguez Zapatero para reivindicar en los mítines el “orgullo de los socialistas por la honradez de Manuel Chaves y José Antonio Griñán, políticos de intachable honradez”, ha empujado sin duda el trasvase de votos. Los españoles y los andaluces afectados por el fraude gigantesco conocen la situación penal de quienes fueran presidentes de la Junta de Andalucía condenados por el Tribunal Superior de Justicia andaluz por delitos de prevaricación y malversación de fondos públicos -por 680 millones de euros- a penas de cárcel para Griñán y de inhabilitación para Manuel Chaves. De estas condenas deduce Zapatero motivos de “orgullo y de honradez”. Sería conveniente que la actual cúpula socialista actualizara en su dimensión penal los conceptos sobre honradez, prevaricación, malversación y corrupción.

La participación de Sánchez, cuya acreditación de gafe cobra niveles alarmantes. Su presencia en los mítines junto a Juan Espadas en Cártama (Málaga), Cuevas de Almanzora (Almería), Torredelcampo (Jaén), Granada, Cádiz y, singularmente, el lugar simbólico del PSOE andaluz, Dos Hermanas (Sevilla). En todas estas plazas el PP ha superado por vez primera al PSOE. En Dos Hermanas con cifras humillantes para los más veteranos socialistas que acudieron junto a Felipe González a aquellos años triunfales cuando el PSOE abducía a los andaluces.

Conocidos los resultados electorales, la reunión de la Ejecutiva del PSOE presidida por Pedro Sánchez junto a Adriana Lastra de riguroso luto, resultó escénicamente un funeral de tercera. Los rostros desencajados explicaban elocuentemente esta nueva etapa del PSOE. La derrota marca mucho las arrugas y una mirada vacía hacia un futuro impredecible. A partir de esas pompas fúnebres todo lo que se diga o se haga será ficción. La realidad es que hay indicios para augurar el comienzo de un cambio de ciclo político que ha comenzado primero en Madrid y definitivamente en Andalucía. El presidente del Gobierno podrá hacer gala de su habilidad para resistir y de su soberbia para ignorar, pero no podrá eludir el clamor de las urnas que se han expresado con rotundidad en una autonomía tan grande como Portugal y que fuera durante años la base social y política de los triunfos del PSOE.

El náufrago mira ansioso, sólo ve el horizonte infinito y el azul que tiñe el mapa de Andalucía. ¿Cómo, porqué? Este 19-J se ha rebasado el límite de la apatía y la respuesta han sido los votos reclamando un presente y un futuro donde fuera posible la armonía social, el respeto al Estado de Derecho, a las Leyes, a la Constitución, a la unidad de todas las regiones de España, la estabilidad Institucional entorno a la Jefatura del Estado. Y si fuera posible, un poco de felicidad.