El Balneario de El Aneal, aguas medicinales en Los Gallardos

Una riada acabó con el establecimiento en 1950. Hasta entonces, los baños eran prescritos para aliviar enfermedades artríticas y afecciones en la piel


Restos de las viviendas que se alquilaban a los bañistas en las temporadas de baños en El Aneal.


ALMERÍA HOY / 16·07·2022

En una comarca tan seca como el Levante almeriense, sorprende la existencia de auténticos oasis más o menos conocidos en diferentes puntos de su territorio. Sin embargo, muy pocos de sus habitantes saben que, durante cerca de cuatro décadas, existió un establecimiento hidrotermal en Los Gallardos famoso por el carácter medicinal de sus aguas.

Se encontraba en la confluencia de los ríos Jauto y Aguas y su nombre respondía al de ‘Balneario del Aneal’. Su ubicación fue precisamente la causa de su ruina. Por estar justo al nivel de los ríos, la época de lluvias ocasionaba año tras año numerosos desperfectos que era preciso reparar cada primavera para poder afrontar la temporada de verano.

Los baños funcionaban ya en 1914, y pertenecían entonces a los herederos de don Plácido López Fuentes. Eran muy frecuentados por bañistas de poblaciones cercanas. En 1924 -año en que el municipio de Los Gallardos consiguió su segregación de Bédar- estaban siendo explotados por su nuevo dueño, don Francisco Crespo Mañas, quien los mantuvo abiertos hasta 1950. En esa fecha, el balneario fue destruido parcialmente por una riada y posteriormente se reconstruyó. Pero una segunda inundación de mayor intensidad lo terminó de arrasar y las aguas del manantial desaparecieron, cerrándose definitivamente. Hoy tan solo quedan unas pequeñas ruinas de lo que un día fue un esplendoroso establecimiento.

Las instalaciones constaban de una calle ancha con casas a ambos lados para alquilar a familias durante la temporada, que ni empezaba ni concluía en ninguna fecha fija, sino en tanto hubiera clientes que demandaran el servicio. Al final de la calle existía una amplia placeta con un gran especiero en el centro. En esta glorieta se reunían los veraneantes en las calurosas noches del estío gallardero.

Para acceder a las instalaciones era preciso bajar unas escaleras hasta una amplia nave en la que se hallaban las piscinas o bañeras. Había un total de cuatro, cada una en una habitación individual y, por último, una de mayor tamaño en otro compartimento.

Además, el balneario disponía de una amplia huerta en la que se podían encontrar numerosos árboles frutales de diversa variedad.

PROPIEDADES CURATIVAS

El primer manantial que se descubrió y utilizó en el establecimiento era de aguas calientes carbonatadas, cálcicas y ferruginosas. Los baños en ellas eran prescritos para la curación de enfermedades artríticas. La ambición del propietario, que quiso alumbrar mayor cantidad de aguas con una galería, hizo que se perdiera el manantial. Afortunadamente, a unos cien metros nacía otra fuente de aguas frías sulfurado-cálcicas, que eran especialmente indicadas para curar enfermedades de la piel. Es muy probable que la primigenia fuente de aguas termales se recuperara con posterioridad, aunque no existen datos que aclaren este punto.

En cualquier caso, el ‘Balneario del Aneal’ no contaba con médico, como tampoco llegaron a estar declarados estos baños como de utilidad pública. En otras palabras, nunca gozaron de reconocimiento oficial.

Juan Antonio Soler Jódar recuperó en ‘El Faro de Bédar’ el relato –fechado en 1924- de un afortunado usuario del establecimiento:

“Héme, pues, en el balneario El Anear, sorprendido al hallar en este oculto rincón, tan preciosos dones de la naturaleza; contemplo un hermoso panorama, respiro el perfume del tomillo, del romero, del membrillo y manzanas, y agradezco al Supremo el haberme transportado a este lugar tan grato. Cuando el astro Febo extienda sus rayos, le desafío zambulléndome en las cristalinas y medicinales aguas, o a la sombra de uno de los corpulentos eucaliptos, hasta que, al atardecer, a la hora del crepúsculo, me reúno con los amigos Cuenca, Bolea, Castaño, etc.”

Difícilmente sabremos si este anónimo señor logró recuperarse de alguna dolencia. De lo que no cabe duda alguna, es de que allí lo pasaba la mar de bien.