Ahora toca la apuesta por el Palacio


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

Los pasillos del Palacio de la calle Navarro Rodrigo presentaban en la mañana del martes un ambiente de expectación. Los diputados del partido en el poder hablaban en corrillos de lo que puede ser el futuro de la presidencia de la Institución. De todos es conocido el interés, nunca lo ha ocultado, que tiene Javier Aureliano por llegar a ser el regidor de su ciudad. Y de conseguirlo abre la espita de los cambios a producir en la institución provincial.

El ser presidente de la Diputación siempre se ha visto en los círculos políticos como el segundo cargo de la provincia, dejando el primero, para la Alcaldía de la ciudad de Almería. Alguna de esa culpa la pueden tener los medios de comunicación que siempre han estado más pendientes del hombre que estaba de alcalde, que del que lo hacía de presidente provincial.

Hubo un tiempo por estas tierras, el de Tomás Azorín como presidente de la Diputación, en el que la figura de este político socialista apagó cualquier otra estrella que quisiera brillar en la política almeriense.

¡Tomás, era mucho Tomás!

El resto de los años la alcaldía se llevaba las lisonjas y los celos de los presidentes de la Institución provincial. Fue el caso de los años de Luis Rogelio en la diputación y de Juan Megino en la alcaldía.

La diputación es un esquema de trabajo más tranquilo, se reparte el dinero entre los pueblos, se reciben halagos o quejas, te tiran los trastos por Galasa y poco más. La presencia del presidente se pierde entre los alcaldes de cada uno de los municipios. No es el caso del Ayuntamiento de la ciudad, donde la política se pelea día a día con una oposición férrea y con unos medios de comunicación, que, si no están subvencionados, dan una caña de no te menees.

¿Qué lleva a una persona que vive con cierta tranquilidad como presidente de la Diputación a querer entrar en la vorágine de ser alcalde?

¿Al presidente se le ve como un gestor y al alcalde como un político?

Esa podría ser una explicación. Y lo que se quiere es ser un político no un gestor.

A eso, si a ustedes les parece, le podemos unir ¿amor por su ciudad? ¿ambición de poder político? Y la pregunta que muchos diputados se hacían el martes por los pasillos de la Institución provincial ¿qué morbo tiene para Javier Aureliano ser el alcalde en la Plaza Vieja?

Ante una situación como la que está viviendo el PP y sus cachorros en el Ayuntamiento, y por ende en la Diputación, en esta última ya se empiezan a barajar: Si Javier vuela a la Alcaldía, ¿quién se puede quedar de gallo pintón en el Palacio”.

A Javier se le conoce un hombre de máxima confianza en su equipo desde aquella odisea política que se organizó para que pudiera ser diputado provincial. Su vice, don Fernando, el hombre que eleva la mirada y habla con Dios, tiene todas las papeletas para ser el nuevo gallo que despierte a esta provincia todas las mañanas.

Pero para ello Javier tiene que ser el alcalde a mediados del próximo mes de agosto.

¿Lo será? ¡Ramón, tú tienes la palabra! ¿Será Javier Aureliano tu sustituto?