¿Era Genghis Khan de derechas?


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Antes de absolverlo o condenarlo, hay que dirimir una cuestión prejudicial: ¿es Putin de izquierdas o de derechas? Lo hemos visto persignarse devota y repetidamente mientras se sumerge en una piscina de aguas heladas con forma de cruz. Por otra parte sabemos que desde niño entró en el KGB en lugar de afiliarse a los Boy Scouts o a la Adoración Nocturna, y que algunos de sus tanques llevan la legendaria bandera roja con la hoz y el martillo…

La duda nos paraliza a la hora de emitir un juicio sobre el uso del polonio o la detención masiva de manifestantes, porque sin saber lo que realmente es quien toma la oportuna decisión, no encontramos los pertinentes calificativos.

Es un nostálgico de la URSS, eso está claro, como los mayores reaccionarios ingleses lo son del Imperio Británico. ¿Eso iguala o categoriza las nostalgias respectivas?

Sabemos a estas alturas que los crímenes no son crímenes y los criminales no son criminales sino hasta que se identifica la ideología en cuyo nombre se cometen lo que pudieran, “o no” que diría Rajoy, ser crímenes o heroicidades.

Y entonces, y sólo entonces, se defiende o ataca con firmeza aquello que, al parecer, nunca es bueno o malo “per se”. Por eso, como Montaigne hacía, aunque por distintos motivos, nosotros los contemporáneos del héroe o del monstruo, suspendemos nuestro juicio. Hasta que sepamos si es o no de los nuestros...

No sabremos nunca si Genghis Khan era de derechas. Sólo sabemos que la historia absuelve a los que ganan y condena a los que pierden y que los juicios morales no se extienden a aquéllos que nos pillan lejos. Desde la distancia nos cuesta, o nos da pereza, tomar partido de las razones de Paris o de Menelao, de Atenas o de Esparta.

Hay que exigir una declaración pública que permita salir a la extrema derecha y la extrema izquierda de esta melancólica duda que no existía con Pinochet, por ejemplo, y se resuelva con un pronunciamiento expreso y rotundo del Kremlin esta incertidumbre.

También hay que aclarar si el presidente de Ucrania es un drogadicto y un nazi o si esto último es compatible con su condición de judío.

Ni Vox ni Podemos aguantan ya más tanta incertidumbre.

Advierto al Kremlin, por primera y última vez, que Occidente necesita con urgencia saber quién es el bueno y quién es el malo en esta historia para poder actuar en consecuencia y prohibir la ensaladilla rusa y decidir quién acaba participando en Eurovisión.