Los viejos y los jóvenes no deben deprimirse. ¡Alzad la cabeza!


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CLEMENTE FLORES

Últimamente he leído los resultados y conclusiones de varias encuestas dedicadas a investigar el estado de ánimo de las jóvenes generaciones de españoles, y las conclusiones son bastante negativas, por no decir deprimentes.

Los resultados inciden en que tienen delante un futuro con muchos nubarrones, con en el presentimiento de que van a vivir peor que sus padres, entre otras cosas, porque los poderes públicos no se ocupan de ellos y se desentienden de sus problemas. Lo que me parece auténticamente curioso de estas encuestas es que, al referirse a los jóvenes, se habla de personas entre 15 y 35 años. ¿Cómo se ha llegado a esta clasificación? ¿Quién ha fijado los límites de esa edad?

En mi libro “Nacer en los cuarenta”, y refiriéndome a mi niñez, decía que, siendo niño, los niños se ocupaban de trabajos y tareas con la misma responsabilidad de los mayores, pero con las fuerzas que le permitía su edad. Si retrocedemos cien años más, hacia 1840, la comarca donde estamos padecía la fiebre de la plata y el plomo y, diariamente, una multitud de almerienses funcionando como hormigas extraía grandes cantidades del preciado metal arañando las entrañas de Sierra Almagrera, iluminados sólo por candiles de aceite.

¿Qué hacían y cómo vivían los niños de entonces?

“El trabajo de la mina se organizaba colocando al frente de la excavación de las galerías a los picadores… Tras los barreneros, como también se llama a los picadores, actuaban las “gavias”, que eran brigadas de jóvenes de nueve a veinte años que transportaban, según la edad, entre una y dos arrobas por viaje, acercando el mineral hasta los enganchadores que se encargaban de sujetar el esportón de mineral al “toro” o “malacate”, que era un torno de mano con tiro de hasta cien varas (aproximadamente 84 metros), donde se extraían los esportillones de hasta un quintal de peso.

De todos los trabajos impresionan, sin duda, los de los niños que hicieron escribir a Pie y Allué, Director de la escuela de capataces de Vera: “no es preciso ser tierno de corazón para entristecerse viendo cuadrillas de niños, transportando todo el día, toda la noche, sobre sus desnudas espaldas, espuertas de mineral por penosísimas trancadas y perseguidos por la correa del capataz de gavia, cuando no corren lo necesario para limpiar pronto escombros…”.

Esa es nuestra historia y esa es la historia de los niños que se derrengaban en las entrañas de la tierra para extraer la plata y la de los “mineros” que esperaban en sus cortijos-palacios que llegasen los carros con el preciado cargamento.

Por suerte, la sociedad cambió y no paró de mejorar porque los niños lucharon mientras se fueron haciendo hombres para cambiar la situación, y para que los siguientes niños no tuvieran que trabajar, primero, de esa forma, y luego de ninguna, y los hombres desnutridos pudieron comer carne y sus hijos fueron más altos, más fuertes y más longevos que ellos, y dieron lugar a que sus nietos, nosotros, pudiéramos vivir por término medio más de setenta años. Ahora los jóvenes mejor alimentados, más fuertes y más cultos están mejor preparados para tomar las riendas de su futuro, pero carecen del espíritu de lucha y de la voluntad necesarios para lanzarse a ello y esperan inútilmente que papá-estado resuelva la situación. Los jóvenes entienden que el Estado no se ocupa de resolver la situación y Papá-Estado, cogido por sorpresa, entiende que algo hay que cambiar, pero no sabiendo qué hacer y mirando para otro lado, llega a la conclusión de que los culpables de todo son los otros, y que se evitarán mayores desastres haciendo algo nuevo, como evitar el cambio climático dejando de comer tanta carne. (Los españoles representamos el 0.64 % de la población mundial).

Llegados a este punto uno no sabe si seguir escribiendo en serio o en broma mientras espera a que el ministro Garzón implante los “Comedores Sociales” para todos todas y “todes”, cuidando de suministrar la carne justa para que la temperatura del planeta no suba ni un grado y la altura media de los españoles no baje de 176 centímetros.

Dejemos a los jóvenes y hablemos de los viejos que, junto a ellos, son el otro gran grupo de los que desconfían y recelan del Estado. ¿Cómo está el panorama?

Uno de los conocimientos en los que más se ha profundizado recientemente es en la plasticidad del cerebro. Los estudios sobre plasticidad del cerebro son una gran noticia que puede llenar de orgullo y optimismo a los mayores de 60 años y tienen su base en el descubrimiento de que las neuronas no mueren y en que el número de conexiones neuronales puede aumentar durante bastantes años a partir de esa edad. Parece ser que las conexiones neuronales no sólo no mueren, sino que aumentan en función del trabajo mental que hagamos y que el hombre puede funcionar con los dos hemisferios cerebrales a la vez, gracias a la producción de mielina.

A partir de los sesenta la interacción entre los hemisferios cerebrales es más armoniosa y aunque el cerebro no funcione tan rápido es seguro que tomará decisiones más correctas y estará menos expuesto a emociones negativas. Las personas a esa edad se hacen más creativas y las habilidades intelectuales pueden incrementarse tres veces. Hay que trabajarlo.

No es gratis, y para eso es necesario llevar una vida saludable y ejercer una actividad física factible con la situación personal y las posibilidades de cada uno. Cuando se es más joven es muy difícil conseguir el potencial emocional y mental que se puede alcanzar cuando se es mayor.

Tal como está el panorama no tengas miedo a la vejez y haz planes de futuro. Cuantos más planes de futuro hagas, vivirás mejor. Tu cerebro está en disposición de resolver problemas más complejos y tomar decisiones más correctas. Creo que la sociedad ni sabe valorar a los viejos ni sabe qué hacer con ellos.

Para intentar sacar alguna conclusión, como no tengo medios para realizar encuestas, me he limitado a escoger tres correos que, uno de estos días de julio, me han entrado en el ordenador.

“Te envío esta entrevista que le han hecho a Antonio López ¿por si te interesa?”…

Antonio López, 85 años, en el cenit de su profesión y al borde de una depresión. Uno de los motivos es haber recibido el encargo de unas puertas para la Catedral de Burgos y estar trabajando en ellas con toda entrega y pasión. En el cénit de su carrera y gozando del reconocimiento internacional, el encargo ha motivado una broca inédita en la ciudad de Burgos, donde un pintor se opone al encargo y lidera el movimiento que cuenta con 65.000 firmas y ha llegado al Vaticano y a la Unesco. A estas alturas, Antonio López tiene más ilusión que interés en el encargo y ha declarado que “si la pintura fuese igual en todas las cosas él no sería pintor”.

Cuando le han preguntado por la sociedad, se ha limitado a decir que “el camino que lleva la sociedad le parece indecente y que le gustaría que se viviese de forma más austera y sensible”.

Segundo correo del día. Compañía de decesos. Por sólo 5.05 € siéntase protegido ante riesgos e imprevistos. Contratamos hasta los ochenta años. Cobertura de traslado nacional e internacional. ¿Qué quieren de mí? ¿Alguien piensa que a alguno de los miles de muertos por Covid-19 le preocupa lo más mínimo lo que han hecho con él una vez que la ha palmado?

Tercer correo. Citas y ligues. Conoce a nuestros usuarios y empieza a ligar. Un dulce placer. 36 años, soy muy cerda. No es para imaginar la escena y la situación, a la que puede llegar un viejo con incontinencias, obligado de ordinario a usar pañales y una “cerda” de 36 años en plenas facultades físicas. ¿Quién, como Antonio López, no va a pensar que no estamos donde debíamos estar?

Aunque un anciano no tiene por qué estar deprimido por el hecho de ser anciano, hoy, en esta post-pandemia que nos llega, crece como la espuma el número de ellos con depresión. La depresión no es ninguna enfermedad concreta, pero es un estado de ánimo en el que los sentimientos de tristeza, de impotencia y de frustración se nos han adherido a la vida diaria, forman parte de ella y nos modulan la forma de vivir y pensar.

Viejos y jóvenes estamos contrariados, pero podemos no estarlo. Sabemos de dónde venimos y qué recursos tenemos. No esperemos mucho y luchemos por conseguir lo poco que necesitamos. Hagamos frente a la vida que sigue ahí. Expresándolo en lenguaje moderno, busquemos un nicho ecológico propio, donde vivir con o si chuletón. Disfrutémoslo al máximo. La Historia va a seguir construyéndose. Quien quiera consuelo, que mire el pasado.