Publicidad veraniega


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Entre incendios, refugiados, pandemias persistentes, muertes de peces, subidas de la luz, olas de calor extremo, evacuación de mascotas de Afganistán y alguna otra buena noticia, va pasando este verano feliz de 2021.

Ya no hay serpientes de verano, posados de “vedettes”, verbenas, tomatinas, botijos ni sanfermines. El fin del mundo se parece cada vez más a este verano eterno que no vieron nuestros padres y del que saldremos gracias a la resiliencia que se nos supone.

A mi, más que las noticias apocalípticas, me llama la atención la publicidad. Porque siempre es un reflejo de los miedos reales e ilusiones utópicas de una generación, y porque en sus mentiras siempre refulgen las necesidades que el capitalismo percibe y está dispuesto a ofrecernos por un módico estipendio.

Me quedo este verano con la idea de que debo contratar – inmediatamente - los servicios de “Securitas Direct” esa empresa que me cuida más que el estado al que pago impuestos, para que los “sans culottes” protegidos por la opinión pública lacayuna y alentados por la alcaldesa de Barcelona, no me asalten en mi propio domicilio o se instalen en la dacha producto de mis ahorros, y que, al carecer del don de la ubicuidad y probablemente del de la resiliencia, no puedo ocupar permanentemente.

Y me dicen, unas señoras resueltas y unos caballeros timoratos, que suscribiendo la oportuna póliza, la policía, gracias a ”Securitas Direct”, podrá desalojarlos una vez que suene la alarma, porque al parecer, por alguna orden secreta o disposición divina, si la policía no llega en las 24 horas siguientes a la ocupación, el estado español y su celosa y diligente judicatura les confiere a los okupantes un estatuto similar al de refugiado político o miembro del cuerpo diplomático.

El insolidario propietario, de acuerdo a la información que la publicidad ofrece, haría bien también en suscribir un contrato con otra empresa, que ofrece de forma meliflua e insistente sus servicios: “Legálitas” se llama.

Porque en el desafortunado supuesto de que el amigo de lo ajeno entre en un domicilio y el miserable propietario – una mala noche la tiene cualquiera - lo apuñale en el quinto espacio intercostal, este estado – y su judicatura - , tienden a olvidar aquello tan arcaico y reaccionario de la legítima defensa y acabas ocupando una posición que no tenías con anterioridad. Te conviene pues tener un buen abogado y para eso, serviciales, hay unos profesionales en “Legálitas” que se ocuparán de ti con profesionalidad cuando acabes con tus huesos en la cárcel.

Se echa de menos, para cerrar el círculo, una empresa que ofrezca servicios de psiquiatría para reparar los traumas que la indefensión gubernamental, legislativa y judicial, y sus despropósitos, pueden inducir en almas sensibles y cándidas no acostumbradas al trato con la gentuza.

El gobierno no se explica los motivos por los que la gente solo alquila viviendas a precios exorbitantes. Lo comprendería si el propio estado fuera el casero de estas viviendas, como ocurre en algunos países civilizados: el arrendatario a veces se convierte, por obra y gracia de nuestra legislación tuteladora tanto del débil como del sinvergüenza, en un okupa legal al que desahuciarlo cuesta dios y ayuda. Cosa que no alienta el ánimo del arrendador precisamente, que, escarmentado, renuncia como era previsible a asumir riesgos y no alquila, o aplica, visto lo visto, la correspondiente prima de riesgo.

Precisamente para esto, especialmente para los okupas ilegales, existe otra empresa – qué desagradable es el capitalismo, que en todo se mete – que se llama, sin dejar nada a la imaginación, “Desokupa”. Es una empresa regentada por porteros de discoteca y aficionados a las artes marciales, cuya eficacia ante la inoperancia de la judicatura o la policía española parece contrastada. Y no le va nada mal.

Lo más novedosos de este panorama – la imaginación del capitalismo es fértil para buscar el nicho de mercado – lo acabo de conocer: la empresa es holandesa y se llama “Ideal Guardian”. John Van Haaren, CEO de “Ideal Guardian” en España, explica que la actividad de su empresa consiste en la búsqueda de residentes o “guardians” -como los denomina la empresa- para “habitar en edificios vacíos de forma temporal a precios muy reducidos a cambio de responsabilizarse de vigilar la integridad del inmueble y con el compromiso de mantener vivo el espacio”.

Dice la noticia que en 2021 pretende tener instalados a unos 5.000 “guardians” en España.

En mi infancia este sistema ya existía, pero el nombre era menos “chic”. Se llamaban “porteros”. Cuando se hicieron automáticos, la cosa empezó a degenerar.

No creo que el Gobierno y sus socios consientan en rescatar esta figura del “Ancien Régime”. Hace falta una ley para impedirlo. Mejor un Decreto. O, mejor todavía, una “lettre de cachet”.