Lo efímero y lo duradero


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Lo que han cambiado las cosas. Si antes uno sacaba del banco, o del colchón, doscientos millones de euros y se dirigía presuroso a algún discreto banco de Suiza, y era descubierto en su antipatriótica acción, se hablaba enseguida de “la evasión de capitales”, y era muy mal visto, y censurado con severidad por tertulianos bienpensantes, editorialistas y cómicos de la legua.

Ahora Suiza ya no es aquel recóndito paraíso que fue y sin necesidad de torturarlos sus banqueros se chivan a más mínima. Que se lo digan al emérito, o al padre de Jordi Pujol, o a sus testaferros, que se ve que aún creían en la vigencia de aquel misterioso secreto bancario que hizo célebre a ese país tan raro.

Florentino Pérez sin embargo, cual monje mercedario, se llevaba del solar patrio, con luz, taquígrafos y banda de música, doscientos millones de euros para comprar a Mbappé, castizo madridista de toda la vida, y redimirlo así de las garras del París Saint-.Germain, club de fútbol de chichinabo, donde nunca hubiera ganado más que sucio dinero.

Y aquí, en España, todos lamentan a coro que la operación se haya frustrado. No lo entiendo.

Si yo tuviera doscientos millones de euros y fuera presidente del Real Madrid, puesto que ya los tengo en el maletín, y me he quedado compuesto y sin Mbappé, acudiría a la subasta que se celebra en París el próximo 21 de octubre, del esqueleto del mayor Triceratops que se conoce, y que responde al apropiado nombre de “Big John”. Sus huesos (se conserva un 60%) se han tasado en la subasta en alrededor de un millón y medio de dólares, y su edad se calcula, a ojo de buen cubero, en sesenta y seis millones de años.

Ni siquiera a corto plazo parece una mala adquisición, teniendo en cuenta lo poco que dura un futbolista, lo mucho que dura un dinosaurio y que muchos te salen ranas. Los futbolistas digo.

El Triceratops parece mucho más formal. Yo pujaría por él y lo llevaría en triunfo al Salón de Trofeos del Real Madrid para que, entre tanta chatarra efímera, el animalico nos diera con su presencia majestuosa la verdadera dimensión de lo que somos.

Le pondría una placa que dijera “fuimos a por Mbappé y volvimos con esto en el año del Señor de 2021”.

Esta pieza, con su majestuosa presencia, haría meditar a los hinchas, furibundos y fanáticos como son, en la fugacidad de la vida, en las cosas que de verdad importan, y en qué caro esta todo, al igual que las calaveras hacían meditar a los ermitaños en aquellos tiempos en que los ermitaños no tenían televisión por cable.

Piénselo bien el madridismo, que el fugaz Mbappé, si en verdad tiene sangre madridista, vendrá gratis el año que viene. El dinosaurio no tiene ficha ni primas, no come pan, ni tiene agentes caprichosos.

Y así dentro de sesenta y seis millones de años los descendientes de los actuales socios, dirán satisfechos: “Qué buena inversión hizo D. Florentino Bernabéu y que bien luce esta cosa en nuestro estadio, era verdaderamente un ser superior”…