¡Pateadles el trasero en la primera ocasión!


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SAVONAROLA

“¿Qué han hecho por nosotros los romanos?”, preguntaba el líder del Frente Popular de Judea, queridos hermanos en Cristo, en uno de los más hilarantes diálogos de La vida de Brian tras haber proferido una dura soflama contra el Imperio.

Y, cuando todo hacía presagiar que la respuesta de los escasos militantes del partido, reunidos en una grada del circo de Jerusalén, sería un elocuente silencio o, simplemente “nada”, alguien dijo “el acueducto”, lo que el jefe de filas asumió resignado. “Ah, sí. Eso sí nos lo han dado”.

Otro se animó, caros míos, y recordó “el alcantarillado”. “Y las carreteras”, añadió uno más. Las respuestas continuaban sucediéndose: “La irrigación”, “la sanidad”, “el vino”, “los baños públicos”, “el orden público…” Y, así, mis más dilectos discípulos, hasta que el líder estalló de nuevo: “¡Bueno!, pero aparte del acueducto, el alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?”.

Como veis, el primer legado manifestado, por ser el más preciado, fue el del acueducto. Sin embargo, Judea ya se beneficiaba de trasvases antes de la llegada de Roma. El primer acueducto fue construido en el año 700 a.C., en Nínive, capital de Asiria. En esa misma época, Ezequías, rey de Judá (715 a 586 a.C.), planificó y construyó un sistema de abastecimiento de agua de 30 km de longitud para la ciudad de Jerusalén.

El Imperio Romano desarrolló muchos acueductos a partir del año 312 a.C. En el 70 a.C. ya existían más de 10 sistemas que suministraban 135.000 m3 de agua al día a la capital, lo que obligó a designar como superintendente de aguas de Roma, a Sexto Julio Frontinus.

Durante sus invasiones a diferentes zonas de Europa, los romanos construyeron varios acueductos. En la Germania, el acueducto más grande conocido de esa época (80 años d.C.), de 130 km de largo, desde Eifel hasta Colonia.

Y es que el homo sapiens, amadísimos hijos del Padre, ha evolucionado más que el resto de las especies creadas por el Sumo Hacedor gracias a haber sabido optimizar los recursos a su disposición.

Lejos quedan los tiempos en que comía carne gracias a los despojos de las piezas que cobraba el tigre dientes de sable. Más tarde, acechaba a los grandes herbívoros en las orillas cenagosas de lagos que se convertían en trampas mortales para los animales que se acercaban, confiados, a beber.

Mas, ¿por qué el interés del hombre en construir acueductos para llevar el agua a donde vivía en lugar de, como hacía en la Edad llamada de Piedra, habitar junto a ríos y lagunas?

Ya veis, hijos del Padre, que no es cosa de ahora. Lo fue ya de asirios, judíos y romanos. Desde el orto de las civilizaciones, el fin de la organización social, después del Estado, era, como recogieron las constituciones modernas, entre ellas la española de 1812, que “el objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”. Eso dice en el artículo 13.

Empero, la felicidad, caros míos, rara vez se encuentra en el hombre sin camisa que dijera Tolstói. Es más difícil reír con el estómago vacío que vivir con los ojos cerrados.

Por eso, hermanos, un ministro de Fomento socialista, Indalecio Prieto, promovió un plan para erradicar la miseria endémica –varios escalones por debajo de la pobreza y lo que hoy llaman los gobernantes ‘vulnerabilidad’-. Se propuso crear riqueza para toda España combinando recursos de todos los españoles imposibles de rendir ningún aprovechamiento sino en conjunto.

De una parte, las comarcas con el clima más benigno de Europa: Alicante, Murcia y Almería. Las únicas tierras del continente que no sepultó el hielo durante las glaciaciones, junto a una parte de Italia y otra de Grecia, y repoblaron Europa de especies vegetales. Por otra, el excedente de agua en la cabecera del río más largo de la Península, un lugar menos dócil para el hombre.

Prieto señaló el camino y Franco lo construyó. Después, Adolfo Suárez y Felipe González –UCD y PSOE respectivamente- pusieron en marcha una infraestructura que permitió sacar del subdesarrollo a tres provincias de España gracias a un recurso que no se aprovechaba en otra. Al mismo tiempo, crearon una riqueza que se distribuye en todo el país. De hecho, la tarifa que pagan los regantes de la cuenca beneficiaria –que también incluye a Albacete- continúa constante en los 12 millones de euros estipulados, mientras que el caudal transferido no cesa de menguar. El último giro del grifo, aprobado el pasado 27 de julio, recorta un 30% más.

No hay que olvidar que el Negratín está cerrado para el Levante desde hace un mes, tras transferir este año 23 Hm3 -menos de la mitad de lo que debiera en circunstancias normales- y que, mientras funcionan 10 trasvases desde el Ebro a las Vascongadas y Cataluña, incluso uno a Francia, el único que atentaba contra el medio ambiente era el previsto para el Sureste español ¡qué mala suerte!

Por eso no es de extrañar, amados míos, que se colme la paciencia de personas como el presidente de ASAJA en Alicante, quien aconseja “sacar a los socialistas de los Gobiernos de España y Valencia”, o la Mesa del Agua de Almería, que recuerda cómo las decisiones del Gobierno de España benefician constantemente a sus colegas catalanes, que pagan el agua para riego a 3 céntimos el metro cúbico mientras los de aquí lo hacen a 70.

Y es que todas las decisiones de este Gobierno siempre favorecen a los mismos, ironías de la vida, a quienes no desaprovechan la ocasión de insistir en que la Nación les roba. Cosas veredes, amigo Sancho.

Mientras tanto, mis queridos hermanos, ¿qué hacen vuestros diputados en Madrid? Este anciano y viejo fraile os aconseja que, como dice el señor de Alicante, no dudéis en disparar el arma que tenéis a vuestra disposición, el voto, y patead el trasero en la primera ocasión que se presente a esa infame tropa con disfraz de capitanes generales que rige vuestros destinos. En tanto, vale.