Leonardo da Vinci, genial artista del Renacimiento, 1452 – 1519


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ADOLFO PÉREZ

Sabido es que, en su origen, se aplica el nombre de Renacimiento al movimiento cultural que en el siglo XV y parte del XVI implantó en la Cristiandad (Europa), especialmente en Italia, los valores de la antigüedad clásica (Grecia y Roma). Hoy, al hablar de Renacimiento se alude a una realidad mucho más amplia: política, social, económica y religiosa, además de cultural, que tuvo su origen en la Baja Edad Media y que afectó a todos los grandes países europeos. En el orden artístico tres son las grandes figuras del Renacimiento, los italianos Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael, con los que se suele identificar el Renacimiento. Los tres fueron coetáneos de una Italia convertida en un mosaico de pequeñas ciudades – estado, cuyo predominio lo ostentaban Venecia, Milán, Santa Sede, Nápoles y Florencia, continuamente inmersas en guerras e intrigas entre ellas.

En este mundo tan complicado nació Leonardo el 15 de abril de 1452 en Vinci, pueblo cercano a Florencia, entonces una ciudad rica y próspera, centro artístico europeo, regida entonces por los Médicis. Su padre, Ser Piero, procedía de una distinguida y acomodada familia de Florencia, dedicada desde generaciones a la profesión de notario. Una estirpe familiar vigorosa y longeva. Refieren los de su tiempo que Leonardo era capaz de doblar una herradura con la mano derecha. Su madre, una campesina de la que sólo se conoce su nombre: Caterina, que tuvo a su hijo sin estar casada, el cual muy pronto se lo entregó a la familia paterna. La madre se casó con un hombre de Vinci, sin que su hijo cite el nombre de ella en su libro de notas. Ser un hijo ilegítimo en aquella época no constituía una lacra o baldón, aunque a Leonardo este hecho no le afectó. Creció en el hogar paterno en el que durante años fue el único niño de la casa. De los cuatro matrimonios de su padre sólo tuvo descendencia con las dos últimas esposas, once hijos en total, con cuyos hermanastros Leonardo apenas tuvo trato, salvo con los desagradables pleitos que tuvo con ellos a causa de la herencia paterna y de un tío suyo que convivía con ellos.

Su talento para la escultura pronto lo manifestó Leonardo con dibujos, figuras modeladas y sus trabajos manuales que revelan los rasgos más característicos de su personalidad. Las distintas fuentes confirman que era un joven guapo y con donaire. A los catorce años su padre lo puso como aprendiz en el taller del artista Verrocchio donde pasados seis años se solía alcanzar la condición de maestro. Allí aprendió Leonardo los conocimientos técnicos básicos. Fue un genial polifacético: pintor, escultor, proyectista técnico, constructor de obras hidráulicas ingeniero de fortificaciones y cartógrafo. Sólo sirvió a un señor: él mismo.

En su haber se conocen sus fantásticos proyectos de ingeniería. Un ejemplo fue su plan de desvío del río Arno para canalizarlo en dirección a Pisa, plan que demostraba formidables conocimientos técnicos. Autor de bocetos de máquinas de guerra, escalas de asalto, ruedas de molinos de viento, artefactos destinados a aniquilar al enemigo. Eran fantasmagorías visionarias suyas. Su realidad era que se encontraba solo en medio de la muchedumbre. Leonardo fue un puro autodidacta, estudioso de las matemáticas, cuyo estudio le permitía conversar con grandes eruditos. De esta temprana época es su pintura ‘Adoración de los Magos’. No se sabe con exactitud la fuente de ingresos de Leonardo durante los largos años que permaneció antes de marcharse a Milán, lo cierto es que nunca pasó penalidades, siempre tuvo criados, ayudantes y colaboradores.



En su ciudad natal Leonardo ya no recibió más encargos. Su gran mecenas, Lorenzo el Magnífico, dejó de encargarle nuevas tareas y se desentendió de él. Así pues, en 1483, con treinta y un años, se marchó a Milán, dominio de la dinastía Sforza, donde se presentó con una carta al señor de la ciudad, Ludovico el Moro, en demanda de empleo. Llevó consigo un laúd construido por él, que tocaba y cantaba piezas que improvisaba. En Milán vivió con la familia Predis, siendo su presencia en la corte bastante discreta, en la que se dedicaba a colaborar en representaciones teatrales, fiestas y desfiles. En Milán continuó con sus ideas y proyectos. Sus creativos dibujos de máquinas de guerra se quedaban en proyectos, que seguramente no interesaron Ludovico el Moro poco amigo de guerras. Contrastan con Leonardo sus dibujos de máquinas de guerra teniendo en cuenta que era un hombre muy pacífico, iba desarmado, compraba pájaros en el mercado para ponerlos en libertad. Era callado, retraído, tímido y desconfiado, pues era muy reservado. Estaba obsesionado con que nadie se hiciera con sus ideas y proyectos. Entre sus cuadernos abundan las anotaciones secretas, casi indescifrables, jeroglíficos, sus escritos están redactados con escritura invertida, que no se debía solo a su condición de zurdo o ambidiestro. Ludovico el Moro, deseando honrar a su padre, Francisco Sforza, fundador de la dinastía, encargó Leonardo una escultura ecuestre. La obra del ‘gran caballo’, como se le llama, ocupó al artista durante dieciséis años hasta moldearlo en arcilla, que causó sensación por su belleza, pero debido a su altura, siete metros, no pudo fundirse pues exigía verter en el molde cien mil kilos de metal que rápidamente se fundiera para que el enfriado fuera uniforme. Para tal fin inventó unos hornos, pero la falta de metal a causa de la amenaza de guerra abortó el proyecto. Leonardo continuó con sus inventos, planeó nuevas formas de calefacción, chimeneas, cocinas, asadores mecánicos a los que el aire recalentado haría girar y otros utensilios para el hogar, cuyos diseños dejó plasmados en sus cuadernos de notas. Dice el biógrafo Richard Friedenthal que Leonardo tuvo toda su vida un afán incansable de inventar, llenó carpetas, libros de notas y cuadernos con miles de dibujos con sus ideas. Sus intentos de ordenarlos nunca pasaron de eso: un intento. Leonardo fue un gran lector, sabía algo de latín y rudimentos de griego. Sin embargo, no escribió ningún libro. De esta época (1490) es su famoso dibujo ‘El hombre de Vitrubio’ sobre la proporcionalidad del cuerpo humano.

En 1495 inició la pintura de ‘La Última Cena’, encargo de los dominicos del convento de Santa María delle Grazie de Milán, obra maestra suya, la más serena y alejada de los conflictos bélicos, las intrigas y las preocupaciones. La dio por acabada pasados dos años, aunque como era un insatisfecho siguió trabajando en ella. Fueron muchos los artistas que acudieron de tierras lejanas para verla, la copiaban y discutían. Tanta fama le dio la Leonardo que, de forma indiscutible, se le consideró uno de los primeros maestros de Italia, si no el primero. La obra es un fresco mural pintado en el refectorio (comedor de los monjes) del convento dominico citado. (La técnica del fresco es una pintura mural que consiste en disolver en agua los colores y aplicarlos sobre la superficie húmeda (fresca) de una pared enlucida con una argamasa de cal, arena fina y agua. La absorción de los colores por esa argamasa y su secado hacen que la conservación de la pintura sea indefinida.) ‘La Última Cena’ de Leonardo se convirtió en la pintura más famosa del mundo cristiano, fiel reflejo de las contradicciones de su autor, que no era un hombre piadoso, más bien pagano, que, sin embargo, creó, el símbolo artístico de la fe. Un contemporáneo suyo dijo que había pintado los apóstoles con gran belleza y majestad, pero al llegar al rostro de Cristo fue incapaz de acabar el divino semblante a pesar de su esfuerzo. Pero la obra comenzó a deteriorarse porque la pared no reunía las condiciones, ni de lugar ni de orientación, de modo que las reparaciones no tardaron en llegar.

En abril de 1500 volvió a su Florencia natal después de veinte años. Regresaba convertido en el maestro más famoso de Italia: pintor de ‘La Última Cena’ y creador del ‘gran caballo de Sforza’. Ya no era un hombre pobre, vestía con elegancia ropas de buena calidad. Leonardo era una persona muy limpia, fundamental en su vida privada. Por entonces regía la ciudad César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, descrito por Maquiavelo como un modelo insuperable de intrigante político y déspota. En 1502 Leonardo entró al servicio de César Borgia en calidad de ingeniero militar, pero estuvo poco tiempo, cuando negros nubarrones de guerra se cernían sobre la ciudad. Ya por entonces el artista, que andaba por los cincuenta años, estaba envejecido, de modo que a sus contemporáneos les parecía un anciano respetable. En 1504 murió su padre y litigó con sus hermanastros por la herencia paterna y de un tío suyo, lo que le amargó la existencia, aunque al final de su vida se reconciliaron.

Tras el fracaso de Borgia volvió a Florencia donde recibió su encargo más decisivo: el retrato que pinto al óleo sobre madera de ‘La Mona Lisa’ o ‘La Gioconda’, una de las obras más misteriosas de la pintura debido a la sonrisa de Mona Lisa de la que tanto se ha escrito. Unos deslumbrados por su gesto de dulzura. Para otros la sonrisa cruel y despiadada de la mujer que esclaviza al hombre. Los hay que dicen que muestra tristeza y los que ven un rostro de buen humor mientras oía la música que el pintor hacía tocar mientras pintaba para distraer a la modelo. En definitiva, el gesto misterioso de una mujer sencilla, plasmada en actitud elegante, erguida, con vestiduras negras como de luto, sin joyas, con una leve cinta con el pelo castaño y un velo sutil. Al parecer se trata de Mona Lisa, esposa de Francesco de Giocondo (en realidad monna es el diminutivo de madonna). Es el único retrato pintado en exclusiva por el artista en el que empleó cuatro años (1503 – 1506). Cabe decir que este cuadro reúne el saber y la técnica del pintor. Cada época y cada observador interpreta esta obra de modo diferente, en eso reside su grandeza. El cuadro lo compró el rey francés Francisco I (siglo XVI) y se encuentra en el museo del Louvre, París.

Tras el cuadro de ‘La Gioconda’ y el fresco de ‘La batalla de Anghiari’ del Salón de Quinientos del palacio Vecchia de Florencia, los años siguientes fueron para Leonardo da Vinci de inquietud viajera, así como de intensos estudios de anatomía. La etapa final de su vida estuvo dividida en tres fases de tres años cada una: Milán, Roma y Francia. Años en los que siguió con sus numerosos inventos pues su furia inventora de los aparatos más inverosímiles no se detuvo. De su estudio del cuerpo humano estableció sus medidas proporcionales para lo que se ayudó del compás y la escuadra, de modo que descubrió la proporcionalidad del cuerpo humano por medios matemáticos, de ahí que Leonardo dibujara ‘El hombre de Vitrubio’ (arquitecto de la antigua Roma). Dibujo que representa la figura de un hombre sobre una superficie de 34,4 x 25,5 centímetros con los brazos y las piernas extendidos en dos posiciones, la figura se enmarca dentro de un cuadrado y un círculo al que acompañan anotaciones anatómicas de Leonardo. El canon de la figura humana dibujada halló amplio eco en Europa. Leonardo prestó gran interés en el estudio del cuerpo humano en un mundo médico cuyos conocimientos se basaban en los libros, ya que las disecciones sobre cadáveres se consideraban un sacrilegio. No obstante, Leonardo llevó a cabo unas treinta disecciones sobre cadáveres, algo que le pudo costar un castigo, incluida la prisión. Sus láminas sobre anatomía sorprenden por su calidad y minuciosidad.

Leonardo comenzó a sufrir achaques. Cayó enfermo por primera vez en su vida y no parece que estuviera bien cuidado por sus servidores y ayudantes, de modo que viéndose solo y sin encargos dejó Roma y se marchó a Francia, a una residencia en Amboise (Turena) que se le asignó el rey francés, Francisco I. Se le paralizó el brazo derecho y siguió dibujando con la mano izquierda. En el invierno de 1518 -19 enfermó de gravedad mandó venir al notario para hacer testamento. Quiso que en su entierro marcharan sesenta pobres portando antorcha. Murió el 2 de mayo de 1519, con 67 años. Sus restos se hallan sepultados en la Capilla de Saint-Hubert de Francia.

Bibliografía: Escritor alemán Richard Friedenthal. Leonardo da Vinci. Grandes biografías. Salvat.