El Salar de los Canos en riesgo de degradación irreversible


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JOSÉ ANTONIO RAMOS*

El grado de indefensión que soporta el Salar de los Canos quizás solo se está viendo superado por el nivel de inoperancia y camuflaje que muestran las Administraciones Local y Autonómica al respecto, máximas responsables de la situación actual del humedal.

La desestimación de las Alegaciones para incluir la loma central como parte indisoluble del espacio allana el camino para su construcción y, por tanto, para su degradación irreversible. Técnicos de la extinta Delegación Provincial de Medio Ambiente, allá por el año 2009, además de tasar la extensión del espacio por encima de las 85 ha, consideraban que el terreno sobre el que se asienta el Salar debería ser considerado como no urbanizable de especial protección por interés natural y paisajístico. Se ponía de manifiesto, por tanto, la necesidad de declarar inviable el PGOU de Vera. Tal propuesta fue, desafortunadamente, en vano, pues nunca se llegaron a afrontar tales correcciones en el uso legal del territorio. La Junta jamás se ha planteado una decisión de este calado. Y con ello y el paso de los años ha ido quedando retratada, manifestando serias dudas acerca de sus supuestas intenciones de mejorar las condiciones de este emblema del Levante. Han protagonizado continuas idas y venidas con respecto a la inclusión de este oasis de vida en el Inventario de Humedales de Andalucía (IHA). Golpes en el pecho ante consultas parlamentarias, aseveraciones de que eran muy conscientes de su valor, y de que su inclusión sería inmediata y de oficio, para posteriormente dar marcha atrás y ceder vergonzosamente ante intereses que poco tienen que ver con la preservación de este lugar privilegiado. Saben de sobra que la razón por la que la conservación del humedal está cobrando fuerza popular se debe al gran trabajo realizado por tantos colectivos durante muchos años.

El Ayuntamiento de Vera no solo no está haciendo lo necesario por salvaguardar el Salar. La realidad es que, además, utiliza acciones menores como propaganda, maquillaje para desviar la atención, eludir responsabilidades y aparentar su compromiso. Si, de verdad, le importase el espacio, el patrimonio natural que alberga, la calidad de vida de quienes viven en sus inmediaciones, de quienes lo visitan y lo disfrutan, no se limitaría a participar en limpiezas o colaboraciones económicas con cartelería de señalización, medidas que pese a no ser despreciables, no establecen un vínculo inequívoco en favor de su protección y contra su gran amenaza. Y es que, de querer ser firmes en su obligación para con este refugio de vida, debería retomar las conversaciones de la mesa multidisciplinar con los propietarios del terreno, cuestión de vital importancia a sabiendas de que estos últimos ven con muy buenos ojos la posibilidad de permuta. Otra medida de peso, indicadora real de su compromiso, sería elaborar un informe favorable dirigido a la Junta, instándola a incluir el humedal, en su totalidad e incluyendo la loma central, en el IHA; no solo las sonrojantes e interesadas 57 Has propuestas. Tales acciones, en adición, podrían completarse haciendo hincapié en la necesidad de otorgar al Salar una figura de protección incluida en la Red Natura 2000, acorde a sus valores naturales, paisajísticos y de uso, así como protagonizando, como punta de lanza, campañas divulgativas a nivel local, entre tantas otras iniciativas.

Es vital entender que, si finalmente se construye en la loma central -en el sector RC2 hay proyectada una escalofriante y desproporcionada construcción con capacidad para unas 7.000 personas, nada menos que casi la mitad de la población actual de todo el municipio de Vera, con 15.000-, la organización de limpiezas y señalización del humedal servirá, como mucho, para valorizar el estanque particular en que convertirán al Salar, casi en propiedad de quieres adquieran las viviendas. Si la construcción llegase a ejecutarse, el espacio quedaría desprovisto de su actual biodiversidad y enorme valor natural. El Salar, tal y como lo conocemos a día de hoy, no existirá. Además de hacer perder por completo la enorme biodiversidad que alberga la loma central incluyendo a la “en peligro de extinción” tortuga mora, los nuevos habitantes del Salar serían fuente de molestias para el resto de este enclave rico en flora y fauna por la mayor presencia humana en la zona, ruidos, excesiva luminosidad, posibles vertidos líquidos y sólidos de contaminantes, exigencias de control de mosquitos (lo cual afectaría al resto de insectos), invasión de especies exóticas dañinas para las plantas y animales locales y un largo etcétera.

De todo ello y a modo de conclusión, se deduce la enorme relevancia de exigir al Ayuntamiento y a la Junta un compromiso serio y coherente, el cual no termina de llegar, simple y llanamente, porque siempre les interesó, más que la protección del Salar en sí, el cálculo frío y estratégico de aparentar para no desmarcarse de la presión y efervescencia social que pudiese generar su indefensión.

El futuro del Salar de los Canos dependerá del compromiso y movilización de los ciudadanos de a pie, quienes entienden que el humedal debe ser un legado para generaciones venideras, una referencia ambiental imprescindible, un punto de inflexión para preguntarnos qué modelo de ciudad necesitamos. Pero también de la valentía para cuestionar e interpelar a quienes, caprichosamente, ven al Salar como un juguete y a la naturaleza como un recurso infinito.

*José Antonio Ramos es licenciado en ciencias Ambientales.