Gandhi, padre de la India, siglo XX (1)


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ADOLFO PÉREZ

Gandhi, al que la historia le ha reservado un puesto de honor como apóstol de la no violencia, es considerado por sus seguidores como profeta de la libertad y padre de la India. Logró cambiar el rumbo de la historia de su país al movilizar a un ejército de hombres no armados (más de 400 millones) buscando un sueño común: la no violencia y la independencia de la India. Gandhi desempeñó un papel primordial al enfrentarse al Imperio británico con la sola fuerza de sus creencias; un idealista que legó a la humanidad el ejemplo de su vida y de su lucha.

Mohandas Karamchand Gandhi (su nombre completo) era de mediana estatura, de apariencia frágil y gran delgadez. Había nacido el 2 de octubre de 1869 en la pequeña ciudad de Porbandar, pequeña ciudad a la orilla del mar de Omán. Mohandas, familiarmente llamado Mohania, era el cuarto y último hijo de Karamchand Gandhi y su cuarta esposa, la joven Purlibai; una familia acomodada con tierras y propiedades. De matrimonios anteriores de su padre tenía dos hermanas más. Su padre era diwan (gobernante de la zona de Porbandar). Su madre era una mujer de profundas convicciones religiosas, hindú ortodoxa, que cumplía y hacía cumplir a sus hijos los principales mandatos religiosos. Adoraban a Visnú, dios de la piedad y Eran estrictos vegetarianos como exigía el rito ortodoxo. De tal educación se derivaron las profundas creencias religiosas de Gandhi.

El hinduismo, religión oficial de la India, estructura a la sociedad en cuatro castas, que a su vez se dividen en miles de subcastas, rigurosamente cerradas entre sí, de manera que el nacido en una de ellas permanecerá siempre en la que le ha tocado vivir y quien ose cambiar de casta será duramente castigado, y eso a pesar de que están legalmente abolidas. Las castas principales son: Brahmanes (casta superior, de eruditos, letrados y maestros religiosos). Los chatrías (la clase político – militar de donde procedían los príncipes y los reyes). Los vacías (casta de los comerciantes y funcionarios, era a la que pertenecía Gandhi). Luego están los sudras (artesanos campesinos y trabajadores no especializados). Y fuera están los ‘intocables’, los sin casta, los parias; millones de desheredados de la tierra humillados con los peores trabajos, apartados de las castas en todo, que solo esperaban morir cuanto antes, a los que Ghandi llamó ‘hijos de Dios’, se preocupó de ellos y los amparó todo lo que pudo a pesar de las críticas.

Gandhi fue un niño con una infancia tranquila. De naturaleza sensible y frágil, solitario, tímido y asustadizo. Decía que sus únicos compañeros eran los libros y las lecciones. No fue un estudiante brillante en la escuela primaria. Siguiendo la tradición hindú lo casaron a los trece años con Kasturbai Nakanji, de catorce años, hija de otro comerciante. Una ancestral costumbre que marcó su adolescencia. Kasturbai era una mujer analfabeta que nunca aprendió a escribir y leía con dificultad. Mujer de recia voluntad, siempre estuvo al lado de su esposo, hasta que falleció en 1944 a la edad de 74 años. Igual que su marido, ella conoció también las cárceles británicas en las que estuvo varias veces privada de libertad. Aunque Gandhi fue afortunado en su matrimonio, criticó esta costumbre tan arraigada, que consideraba muy perjudicial para los niños. Como era delgado y de aspecto frágil, de niño y adolescente le avergonzaba su apariencia física y su poca fortaleza, que le llevaron a transgredir una norma sagrada para sus padres y su religión: no comer carne. Pero en su ánimo de fortalecerse, durante un año la comió a escondidas de sus padres, pero arrepentido de haberlos engañado nunca más volvió a comerla.

En 1885, cuando Gandhi tenía 16 años, su padre, con el que estaba muy encariñado, enfermó y murió. Cuando un año después aprobó los exámenes de secundaria se preparó para el ingreso de la universidad, pero se decepcionó porque su inglés no era muy bueno. Él quería ser médico, pero por consejo de un amigo de la familia fue enviado a Londres a estudiar derecho siguiendo el deseo de su hermano al que quería mucho y respetaba. Su madre aceptó la idea, pero le impuso la promesa de cumplir tres votos: no comer carne, no beber vino y no ir con mujeres. Él soñaba con el viaje a Gran Bretaña, que veía una solución para su futuro, aunque le entristecía dejar a Kasturbai, que acababa de alumbrar a su hijo Halilal. En Bombay, donde tuvo que esperar unos meses para poder navegar, los jefes de su comunidad le prohibieron cruzar el mar para viajar a Gran Bretaña so pena de ser expulsado de la casta y convertirse en ‘intocable’, la razón era que se vería obligado a comer y beber con los europeos. Pero Mohandas Gandhi les dijo que no deberían inmiscuirse en cuestiones personales, y tomó la decisión: el 4 de septiembre de 1888 zarpó rumbo a Gran Bretaña. El resultado no se hizo esperar: Gandhi fue declarado ‘descastado’.

La India que dejó Gandhi en su rumbo a Gran Bretaña era un enorme país (3.287.263 km2, seis veces y media más extensa que España), gobernada por los británicos desde 1858, fecha en la que pasó a la soberanía de la corona británica. Hacía siglos que la India aseguraba el poderío comercial del imperio británico, viéndose en el Támesis cantidades de barcos cargados con productos de aquel país. Y a Londres llegó el joven Gandhi alojándose en pensiones de poco coste, con la intención de adaptarse pronto a las nuevas costumbres, sin dejar de añorar a su familia. El 10 de junio de 1891, ya con 22 años, hacía casi tres que salió de su país, finalizó sus estudios de derecho, se inscribió en el colegio de abogados y se embarcó de vuelta a la India, pero se encontró con que su madre había fallecido unas semanas antes. Quiso ejercer de diwan, el mismo cargo que tenía su padre y antepasados, pero ya no fue posible. Ya de abogado en su tierra se encontró con que había estudiado leyes, pero no sabía aplicarlas. Fracasó en los tribunales de Bombay con los casos que tuvo, de modo que se ganó la vida escribiendo documentos a los que no sabían hacerlo.

Pero su vida cambió cuando aceptó la oferta de una empresa musulmana, Daba Abdulla & Co, para que la representara en Durban (África del Sur) con unos honorarios de 105 libras anuales. En aquella tierra tan lejana, pero perteneciente al imperio británico, donde permaneció veintiún años, descubrió los principios filosóficos que cambiaron su vida, y la historia de la India. Allí, Mohandas Gandhi, descubrió la identidad de la nación india y descubrió la realidad de las desigualdades y prejuicios raciales respecto a la colonia hindú. Por ello convocó en Pretoria a los hindúes y reivindicó públicamente su derecho a ser tratados como miembros de pleno derecho en el imperio británico. Ante la injusticia social que él vivía día a día, decidió quedarse en Sudáfrica y en 1896 volvió a India para recoger a su mujer e hijos y llevarlos a su nueva patria. Enseguida regresó a Nadal junto con su familia al empeorar la discriminación hindú. Pero al atracar el barco en el puerto, después de la cuarentena que tuvo que guardar a causa de la peste de Bombay, una multitud enfurecida pretendió lincharlo, salvándose gracias a la policía que lo protegió, lo mismo que a su familia. Aquello se debía a que los ciudadanos de raza blanca estaban enterados de que Gandhi en la India había hecho campaña en favor de los derechos humanos de los hindúes y que pretendía llenar el país de ellos. En Sudáfrica le cogió en 1899 la segunda guerra de los bóers (colonos de origen holandés) contra los británicos, que ganaron estos. Gandhi y más de mil hindúes ayudaron a los británicos como camilleros. Finalizada la contienda fue condecorado.

A mediados de 1901 regresó con su familia a Bombay, pero ya instalado desde Nadal reclamaron su presencia, de modo que regresó sólo a África y esta vez se instaló en Johannesburgo, se inscribió como abogado y se dedicó a combatir la injusta ley que desposeía de sus tierras y de sus casas a los hindúes pobres, cuyo fin era que volvieran a su país. Gandhi ganó todos los casos y empezó a ser conocido como bhai, hermano. La lectura de la obra del filósofo inglés John Ruskin, ‘Unto this last’, que defendía el regreso a la vida sencilla y el trabajo manual, supuso para Gandhi un giro radical en su vida, soñando con una sociedad sin clases. En 1906 el gobierno dictó una ley (llamada ‘ley negra’) que ordenaba a los hindúes mayores de ocho años a identificarse con una tarjeta. Gandhi, en respuesta a la ley, el 11 de septiembre de ese año convocó una reunión de compatriotas suyos en un teatro a la que acudieron más de tres mil hindúes. Y allí, en presencia de las autoridades, en un encendido discurso, por primera vez propuso otra forma de lucha: la resistencia pasiva. Resistir hasta la muerte antes que someterse a la discriminación. Ese fue el preludio por el que la historia le ha reservado un lugar de honor como el profeta de la no violencia.

En 1907 hizo voto de castidad con la anuencia de su esposa y en 1910 fundó con sus seguidores, en una finca de 400 hectáreas que le regalaron, el segundo ‘ashram’, de nombre ‘Tolstoi’. Se trataba de una comunidad destinada al culto religioso, la meditación, la lectura y el diálogo, donde todos vivían con lo mínimo necesario en alimentación y vestidos. En 1913 se puso al frente de una campaña contra el decreto que invalidaba los matrimonios no cristianos. Asimismo, con los pies descalzos y exiguas raciones de comida, se puso al frente de la marcha de dos mil mineros hindúes hacia Transvaal que le costó dos meses de cárcel. El 18 de julio de 1914 inició con su mujer el viaje de vuelta a la India, a su paso por Londres dos días después del inicio de la Primera Guerra Mundial, se puso al lado de los británicos y lo mismo recomendó a los hindúes.

El 9 de enero de 1915, Gandhi, con 45 años, pisó definitivamente su patria, donde fue recibido por una multitud. Siempre en la tercera clase de los trenes, recorrió el país para hacerse cargo de la situación, en una actividad frenética en defensa de los más desfavorecidos. Pronto fundó un ‘ashram’ donde residían en rigurosa sencillez entre 50 y 200 discípulos. Conoció a Rabindranah Tagore, Premio Nobel de Literatura, que le definió como ‘un alma grande vestida de campesina’, de ahí el nombre de Mahatma (Alma Grande), título que lo acompañó toda su vida. En 1917 llevó a cabo su primera huelga de hambre en la India, convertida en un arma poderosa para imponer al adversario la urgencia de actuar. Entre 1917 y 1948, utilizó la huelga de hambre en 16 ocasiones en las que sólo tomaba agua con bicarbonato e intentaba seguir con sus actividades cotidianas.

Y llegó el fin de las ilusiones, el imperio británico en el que tanto había creído, al que habían defendido en Europa más de un millón de hindúes, no actuó con honestidad y no cumplió con la promesa de otorgar a la India un estatuto de dominio. Muy al contrario, se promulgó una dura ley contra el independentismo y se produjeron numerosas detenciones. Gandhi, después de reflexionar propuso la paralización total del país durante 24 horas, siendo el 6 de abril de1919 el día elegido para la desobediencia civil. Sin embargo, el 13 de abril los británicos se vengaron en la matanza de Amritsar, ciudad sagrada de los sijs, en la que murieron 400 de ellos estando reunidos unos veinte mil. Meses después de la masacre, Gandhi dijo en la prensa: “Cuando un Gobierno toma las armas contra sus súbditos desarmados, ha perdido el derecho a gobernar.” Al año siguiente, 1920, ingresó en el partido del Congreso y en su primera asamblea se pusieron las bases de la no cooperación con los británicos. Gandhi propuso el boicot a las telas inglesas, que pronto se amplió a todos los productos, de manera que se promocionó el trabajo artesanal y la rueca, convertida en símbolo nacional, a la que el Mahatma dedicaba cada día media hora.

El 1º de agosto de 1920 el partido del Congreso publicó las pautas a seguir en la desobediencia civil, cuya consigna era: boicot absoluto a todo lo británico, que abarcaba todos los aspectos de la vida privada y pública, que se propagó como el viento. Ante el caos y las pérdidas económicas los británicos cedieron en algunos derechos. El Mahatma, de acuerdo con sus creencias y solidario con los desheredados de la tierra, en 1921 cambió su atuendo hindú por el conocido ‘doti’, (una tela blanca de algodón anudada a la cadera), símbolo de los más pobres. La violencia desatada en varias ciudades le costó a él la detención. En el juicio se declaró culpable y el juez, desarmado ante su categoría moral, no pudo evitar condenarlo a seis años de cárcel. A los dos años de reclusión, en 1924, fue operado de apendicitis y como estuvo muy grave fue puesto en libertad.

Las grandes masas de analfabetos hindúes adoraban al Mahatma Gandhi, que vestido como un ‘intocable’, gastaba su vida en defensa de ellos. Sus más de cuatrocientos millones de seguidores le profesaban un gran cariño, cualquier opinión suya les llegaba a la velocidad del rayo a pesar de que la radio no llegaba ni a la mitad de la población. Gandhi meditaba ante el caos en que estaba sumido su país, de modo que asumió la tarea de ser su guía social por medio de la desobediencia civil. De gran relevancia en defensa de los más desfavorecidos fue la marcha sobre la sal, vital en el caluroso clima de la India, vendida solo en las tiendas del Gobierno británico y tan gravada que hacía insoportable su adquisición. Desde la ciudad de Ahmedabad el 12 de marzo de 1930 Gandhi emprendió una marcha de 400 kilómetros hacia el mar acompañado de 78 personas, marcha que duró hasta el 5 de abril. Al llegar a la ciudad de Dandi en la costa índica, ante los ojos atónitos de los presentes, con infinidad de periodistas, el Mahatma entró en el mar y cogió un puñado de sal de las salinas, consciente de que tal acción era un delito. Acto seguido miles de campesinos tomaron la sal que necesitaban. Las autoridades británicas no intervinieron, pero cuando los jóvenes hindúes vendieron la sal a bajo precio las cárceles se llenaron con 70.000 detenidos, entre ellos Gandhi y los dirigentes políticos.

Bibliografía. Rosa Herranz: Mohandas Karamchand Gandhi. Colección Grandes biografías. Ediciones Rueda J. M. S. A.