El Ministerio de la Mentira


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JOSÉ Mª MARTÍNEZ DE HARO

ALGUNAS CERTIDUMBRES IDENTIFICAN a los gobiernos plenamente democráticos: la credibilidad de la palabra de los gobernantes y la disposición a rendir cuentas a los gobernados aplicándose la trasparencia como ineludible emblema de salud democrática.

Habremos de reconocer que a través de la historia conocemos que la veracidad no ha sido cualidad esencial de gobernantes a lo largo y ancho del mundo. Menos aún la verdad entendida como un bien para la condición humana por el filósofo andaluz Averroes inspirado en Aristóteles y que enlaza con el concepto de la verdad y la moral pública. Y ocurre aquí y ahora que la verdad se oculta en una espesa maniobra de ingeniería social que fundamenta el éxito político en la negación del compromiso de la palabra. Esa disposición sitúa al borde de la mentira, de las medias verdades, de las falsedades, de la ambigüedad, de la negación del propio discurso, es decir, la manipulación de la palabra. Queda así contaminado todo discurso público y queda reducido a quienes no tienen otra alternativa que aparentar que lo creen.

Esta práctica extendida en los escasos actos de este gobierno acredita la intención de eludir la verdad en todas circunstancias y suplantarla por lo que pudiera ser conveniente a los intereses concretos alejados del bien general. En realidad se trata de una antigua variedad de la picaresca que conocemos por estos pagos y que ha sido herramienta definitiva de quienes no han reparado en referencias éticas para alcanzar sus propósitos. Vivimos tiempos donde las palabras pierden su valor intrínseco. Verdad, ética, moral, etc. no significan mucho en estos convulsos momentos de incertidumbres y de vaciamiento de los valores que dieron forma y sustancia a una civilización secular que ha guiado a Europa a los mayores logros de desarrollo.

En España se acentúa la disposición a la mentira de manera expansiva en relación a los países del centro y norte de Europa donde el protestantismo luterano o calvinista ha guiado a millones de ciudadanos hacia una moral pública y privada más estricta. Resulta sencillo comparar gobernantes de unos y otros países. En los del Sur de Europa son conocidas las tramas de corrupción organizada, la débil moral de algunos gobernantes, la falta de compromiso con la verdad y su nula disposición a la trasparencia. Se trata, en suma, de actitudes poco compatibles con la democracia entendida en su estricta definición, y por ello no hay parangón entre las democracias Sueca o Danesa con las democracias de bajo nivel de Italia o España.

Ejemplos de lo anterior nos agobian día tras día. El episodio grotesco ofrecido por el Ministro de Fomento en el aeropuerto de Barajas señala a un miembro del gobierno en el negociado de la mentira. Nadie ha creído sus variadas versiones de lo sucedido y así queda devaluado el valor de su palabra. Con actitudes semejantes nos ha sorprendido el propio presidente del Gobierno cuando estaba en funciones durante su campaña electoral, y ahora mismo en el Congreso de los Diputados haciendo malabarismos, con las palabras y los conceptos, para eludir la verdad. A tal punto no se sabe muy bien la realidad de las relaciones con Venezuela; si ha cambiado el criterio del Gobierno cuando reconoció formalmente a Juan Guaidó como Presidente encargado de Venezuela; o el de ahora que en boca del mismo presiente lo califica como “líder de la oposición”. En algún sitio debe estar la verdad y los ciudadanos tienen derecho a conocerla. Menos ejemplar aún, el obstruccionismo de los diputados del PSOE y Podemos que han impedido con sus votos debatir en el Congreso, mediante una Comisión de investigación, los hechos ocurridos y la relevancia de la presencia de la vicepresidenta de Venezuela en Barajas. Igualmente la negativa de la Presidencia del Gobierno a dar cuenta de los viajes de Pedro Sánchez como candidato del PSOE y el uso de medios públicos de transporte para asuntos de índole personal o partidista. Abochorna que el propio Gobierno haya instado a la Abogacía General del Estado a denunciar al Consejo de Transparencia por solicitar formalmente mediante escrito a la Presidencia del Gobierno detallado informe de esos viajes. Quedan así devaluadas hasta la desfachatez las solemnes palabras de Sánchez/ Iglesias y Asociados cuando prometían, de manera rotunda, que el nuevo gobierno sería el de la trasparencia, que el Congreso volvería a ser el centro de la soberanía del pueblo; que los tiempos oscuros de otros gobiernos de la derecha habrían acabado con la ejemplaridad de los nuevos progresistas etc. etc. Caben aquí los recuerdos de tiempos muy lejanos en mi pequeño pueblo de Almería. A la puerta del mercado llegaba cada viernes en una camioneta. Un señor con gastada chaqueta subía la cabina y con un embudo de latón comenzaba a congregar a los paisanos, cuando había suficiente auditorio se pasaba a la parte trasera y quitaba una lona, dejando al descubierto montones de mantas. En una cháchara gesticulante y efectista iba vendiendo lotes de mantas, incluso a quienes no las necesitaban hasta vaciar la camioneta. Y así hasta el siguiente viernes. Decían que era el mejor de los charlatanes. Le llamaban “el Ramonet”. Se deduce de esto que Iván Redondo no ha inventado nada, apenas aplicar el milagro de internet y empapar las redes sociales y los medios de comunicación con mensajes y frases elaboradas sin atender a la propia contradicción o la verdad. Me pregunto adónde pudiera haber llegado “el Ramonet” de haber contado con todos estos medios de influencia de masas pagados de dinero público en vez de aquel altavoz de latón.

Dos aportaciones cuando escribo estas líneas: José Luis Ábalos, no contento con su actuación ante los españoles con sus declaraciones, falsedades, mentidos y desmentidos, su desplante en el Senado a los portavoces de la oposición, su altanería gestual y verbal en el pleno del Congreso de los Diputados que le interpelaba sin resultado alguno, no satisfecho con su oscuro relato, ha nombrado consejero de RENFE a quien se prestó de chofer y acompañante aquella noche en el aeropuerto de Barajas donde, según el diario El País, el ministro Ábalos mantuvo al menos una hora de conversación con Delcy Rodríguez. Poco importa que el susodicho amigo y conductor no conozca absolutamente nada del sector ferroviario, importa en este caso que le llevó en secreto hasta aquel encuentro ¿clandestino? y claro, hay favores y silencios que en buena amistad se pagan.

Y para remate final desde otra barandilla de la política nacional, el discurso de Clara Ponsatí como diputada del Parlamento Europeo y fugada de la Justicia española. Se ha permitido aprovechar la audiencia para escupir insultos a España y su historia en aquella tribuna de Estrasburgo. Declara la fugada golpista que Adolfo Hitler se inspiró en los Reyes Católicos para el genocidio antisemita. Llegó a comparar al pueblo judío con los independentistas de Cataluña, sabiendo que aquella sala del Parlamento europeo carece de vomitorio. Elude a propósito que ella se sienta y cobra sustantivas prebendas por su condición de ser ciudadana española; trata de ignorar que los políticos independentistas de Cataluña son Diputados nacionales en pleno ejercicio de sus libertades y derechos y además se aseguran sueldos y dietas con otros beneficios pecuniarios. Resulta que todo esto ocurre mientras la “persecución” a estos mismos políticos independistas es comparable para Clara Ponsatí al Holocausto nazi. El pueblo judío merece mucho más respeto a su dolor que este bochornoso desahogo de la fugada manipulando la verdad y la historia.

En atención a la gravedad de los hechos que se suceden ante el asombro generalizado, el presidente del Gobierno podría crear otro nuevo órgano gubernamental: el Ministerio de la Mentira y la Secretaria de Estado de la Falsedad y la Desfachatez. Tendría trabajo asegurado.