El vaso de la idiotez


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Una vez exhumado Franco y vuelto a inhumar parece que al gobierno le faltase algo. Una imprecisa insatisfacción de no poder cambiar la historia, una amarga y difusa nostalgia de un pasado, que acaso no fue como debiera haber sido, inspira la mano de alguno de los “consiglieri” de Sánchez. Quizá de ese que se prosterna ante Torra como si estuviese ante el Rey de Syldavia, y humillándose nos humilla.

Como dice la letra de la célebre sevillana “ si lo exhumo algún día lo reinhumaré, para tener la alegría de exhumarlo otra vez…”

Franco es el único argumento de la obra. Sospecho que algún personaje principal del Gobierno, travestido de papa Esteban VI, alberga el secreto sueño de repetir el tenebroso episodio medieval que se conoce como Concilio cadavérico o “sínodo del cadáver”, en que el papa Formoso I fue juzgado por su sucesor acusado de felonías varias. Formoso llevaba unos cuantos años, no muchos, muerto. A tal efecto fue exhumado, vestido con todos sus ropajes papales y anillos, sentado materialmente en su trono y obligado a escuchar las acusaciones por las que fue condenado.. Morbosa y puntualmente la Wikipedia informa de que le fueron cortados los tres dedos con los que impartía sus papales bendiciones. Corría el año de nuestro señor de 897.

Como la historia da tantas vueltas poco después “ El papa Juan IX convocó dos concilios, uno en Rávena y otro en Roma, en los cuales se promulgó que toda acusación en tribunales sobre una persona muerta fuese prohibida. Sin embargo, el papa Sergio III al acceder el trono en el 904, anuló tanto los concilios convocados por Juan IX y Teodoro II e inició un segundo juicio contra el cadáver, hallándolo nuevamente culpable. Los restos de Formoso fueron arrojados entonces al Tíber para que "desapareciesen de la faz de la tierra", pero según la leyenda se enredaron en las redes de un pescador, que lo extrajo de las aguas y lo escondió.”

Cuando murió Sergio III, esos restos fueron inhumados en el Vaticano, donde parece que están, aunque, como diría el propio Formoso, son peripecias que a uno lo descomponen.

El Gobierno, a falta de mejor cosa que hacer, sugiere una modificación del Código Penal, no para instaurar la pena de galeras o empalamiento para los que promovieran un referéndum ilegal, como se prometió en la campaña electoral, sino para que Franco, nuevo Formoso de nuestra historia, no sea enaltecido y agasajado.

No me parece mal. Pero debe generalizarse a todos los malos gobernantes que ha padecido nuestro sufrido pueblo. A mi, por ejemplo, me molesta muchísimo que me despierten un sábado los gritos de la gentuza dando vivas a Pedro I el Cruel, Fernando VII o Rodríguez Zapatero. Son cosas que lo descomponen a uno.