Perseguido por los moros

El 7 de diciembre de 1780, la tropa de Vera salía a la costa de Mojácar al ver que una escuadra enemiga hacía fuego sobre un bastimento genovés, que tratando de huir había embarrancado en el sitio conocido por Almícar


El castillo de Jesús Nazareno de Garrucha debía presentar en el siglo XVIII una imagen muy similar a la de la foto (Castillo de San Ramón, en Rodalquilar).
MARIO SANZ* / ALMERÍA HOY / 15·12·2019

El apoyo de la tropa desde tierra evitó que la embarcación fuese apresada por los moros, haciendo que retrocediesen hacia la mar. Pero esa no era la única presa posible, ya metidos en faena, los enemigos destacaron una lancha para perseguir a un barco palangrero que faenaba por las inmediaciones. Una parte de la tropa de caballería e infantería quedó custodiando el barco genovés, y los demás acudieron al Cantal, donde salió a tierra el palangrero perseguido de cerca por los moros, que saltaron a tierra tras los pescadores. La llegada de la tropa, haciendo fuego sobre ellos, les puso en fuga: “con cuyo motivo se retiró la insinuada lancha con el mucho número de perros que llevaba a incorporarse con la insinuada escuadra, que se hallaba a tiro de cañón de tierra”.

Entre tanto, el presidente de la Junta de Sanidad y alcalde de Vera, Francisco María Riquelme, tomaba declaración a Jorge García, alguacil de las playas de la Garrucha, para esclarecer lo sucedido: “al salir el sol se dejaron ver hacia la sierra de Montroy tres velas grandes dejándose venir al frente de la Garrucha, de cuya navegación se presumió ser moros, por el declarante y otros que había en dichas playas, porque el uno de ellos se inclinó a dar caza a los barcos palangreros que habían salido al canto a pescar, por quien hizo el uno de ellos huyó dejándose los palangres, y el otro se estuvo hasta levantarlos que no acabó porque advirtió que de dicho bastimento que le seguía salió la lancha para con más prontitud cazarlo, y con bastante aceleración fue a varar en tierra, en el sitio del Cantal, en donde estaba la barca de Felipe Núñez, por cuyos trabajadores se procuró el varar dicho barco en tierra dejándolo sin parales, huyendo al monte porque la lancha le seguía, quien embistió asimismo en tierra… desembarcándose los moros, quienes se llevaron del citado barco, propio de los herederos de Gaspar de Xerez, la vela y 35 palangres; que no se pudo contener por la tropa que había llegado de Infantería y Caballería; cuyo barco, de orden del señor comandante se condujo por bajo del castillo de las Escobetas con la gente de su tripulación, con resguardo para que no rozasen con otras personas, y al mismo tiempo vio el testigo que de levante venía otro bastimento no pequeño, que por haber observado la dicha mar la navegación de los tres bastimentos de moros, les huyó, y envistió en tierra en el sitio de Almícar, arrimándose cuanto pudo a dicha playa hasta tocar con la arena, sacando su tripulación… unos colchones y otros efectos, que dejaron en la arena, los cuales por una de las lanchas de dichos moros que los siguieron, y saltó uno de ellos en tierra, se los llevaron y cortó el cabo con que se sujetaba dicho barco en tierra, con ánimo de llevárselo también, lo que hubieran conseguido a no haberse presentado el rebato de la tropa, a quien tiraron los moros dos cañonazos, y se metieron dichos moros, y entonces el capitán del bastimento genovés procuró el sacarlo y llevarlo debajo del castillo viejo de la Garrucha, en donde se mantuvo hasta la mañana del día de ayer que el tiempo le hizo saltar, y que a su bordo habían estado de orden de dicho señor Comandante cinco soldados de Infantería de guardia hasta el oscurecer del mismo día 7”.

El día 12, los tripulantes del palangrero se dirigían a la Junta de Sanidad, suplicando que se les levantase la cuarentena a que había sido sometidos preventivamente: “Andrés Cervantes vecino matriculado de esta ciudad y demás compañeros de la tripulación del barco de Juan Ignacio Cervantes con el mayor respeto dicen: ya consta a Vm. el lance acaecido en las playas de esta dicha ciudad el día 8 del presente mes, en que por equivocadas se persuadieron algunas personas que los argelinos o moros que se desembarcaron en dicha playa, entraron en el enunciado barco, lo que no fue así, y solo se llevaron una vela, y palangres que había en tierra: por cuya equivocación se mandó a los suplicantes hacer la cuarentena… y que no teniendo motivo para estar padeciendo los trabajos y perjuicios que les infiere dicha cuarentena sin tener con qué poder alimentarse, les precisa ocurrir a la piedad de Vm. para que cerciorado de la realidad de lo que va expuesto y es notorio se sirva mandar se les levante dicha cuarentena y conceda la libertad correspondiente para acudir en socorro de sus familias”.

El presidente de la Junta aceptó las alegaciones y levantaba la cuarentena de los pescadores, previo reconocimiento médico: “en el sitio y playas que nombran de la Garrucha… a 14 días del mes de diciembre de 1780 años: los señores Don Francisco Escanez Casquer regidor perpetuo, Don Alonso González Muñoz procurador síndico general, Don Antonio Bascuñana y Juan Manuel Campoy cirujano y médico titular de dicha ciudad, de mí el escribano y Bartolomé Clemente ministro ordinario, quienes componen la Junta de Sanidad a efecto de practicar la diligencia decretada y habiéndose dirigido al almacén en donde se custodiaban Andrés Cervantes mayor, Andrés Cervantes su hijo, Joseph León, Pedro Galindo, Diego Carmona y Ginés Martínez, tripulación del barco de la viuda de Gaspar de Xerez, a quienes por dicho médico y cirujano se les mandó salir fuera, haciendo diferentes movimientos con los pies y manos, actos que acreditaron hallarse sanos y sin contagio, según su aspecto y pulso, y en disposición de que se les admita a plática en cuya vista dichos señores acordaron el que usen libremente de su libertad alzándoseles la cuarentena… lo que se hizo saber a los susodichos y a don Pedro Josef Urrutia, alférez de Infantería fija de la costa de este reino, y comandante del Castillo de las Escobetas”.

La necesaria colaboración entre militares y civiles en tiempos tan complicados, no evitaban los rocen entre las diferentes administraciones, que eran continuos. En este caso, el alcalde de Vera reprochó al comandante de las Armas Diego Antonio Carbonell haber puesto, inmediatamente, en custodia de cuarentena a los pescadores y no a los soldados de su mando, que estuvieron a bordo del mismo barco, actuando, claramente, con dos varas de medir.

Una prueba más de la mala relación entre las administraciones fue el rifirrafe que poco antes habían tenido los mismos protagonistas, cuando el 5 de noviembre de ese año naufragó un barco valenciano cargado de batatas y, tras haberse salvado los tripulantes y el cargamento, el teniente del Castillo de Terreros les había admitido a comercio sin dar cuenta a la Junta de Sanidad, usurpando sus atribuciones.

*El último farista del Levante