Ingleses detenidos en Carboneras

Los problemas eran continuos en las costas del Levante durante la guerra anglo-española, que duró de 1796 a 1808

Torre del Pirulico, en Mojácar

MARIO SANZ CRUZ* / 29·12·2019

El 29 de abril de 1799, el teniente de alcaide del castillo de San Andrés de la Carbonera, Blas García Soto, notificaba a sus superiores que en la Punta de Mesa Roldán había aparecido un bote tripulado por tres ingleses, que habían sido apresados en el castillo y puestos en cuarentena, por aquello de las epidemias. 

Enterado el cónsul general de Dinamarca en Cartagena, Federico Bourbon, los reclamaba como súbditos daneses desertores: “acaba de noticiarme… el capitán de puerto de ésta, que se hallan detenidos en Carbonera, un bote de construcción inglesa de texaillo, un muchacho, otro más grande y un hombre dinamarqueses, que estaban embarcados aquí en un dogre de la misma nación y en la noche del 26 del pasado mes de abril se desertaron con el dicho bote, que es mío, y aunque se despacharon dos laúdes uno de cada costa, nada encontraron; el muchacho más pequeño creo que habla español bastante bien; y también he de advertir a Vm. que además de haberse llevado el bote, robaron bastantes efectos del barco adonde se hallaban; el bote está pintado, a menos que le aigan dado otro color, de pagizo una raya negra y encarnada, adonde se ponen los remos, para remar está hecho a modo de tronera. 

Estimaré de Vm. los tenga bien seguros hasta que por medio de este Sr. Gobernador se determine lo más conveniente sobre el asunto”. 

El Consulado pidió que fuesen conducidos a Cartagena, donde se satisfarían todos los gastos ocasionados. Pero los militares no estaban por la labor sosteniendo que los presos eran ingleses, enemigos de España en esos momentos, y que habían informado a su capitán general para pedir instrucciones. El asunto se demoraba amenazando con convertirse en un problema diplomático. Tras acabar la cuarentena, los presos eran trasladados del castillo de la Carbonera a la cárcel del partido, en Vera. 

El 29 de junio, los reos escribían al comandante de las Armas pidiendo que se buscase una salida a su situación: “Andrés Andrije, Thomas Anse y Carlos Martínez de nación inglesa, presos en esta Real Cárcel… con el debido respeto dicen: Ya a V. le consta la dilatada prisión que los exponentes padecen sufriendo las calamidades que se dejan considerar, ceñidos al corto salario de dos reales, que con ellos van pasando la vida en su manutención, pero se van quedando en carnes vivas comidos de desdicha por no tener otras para poder limpiar la de más uso, en esta atención y que es una demora tan dilatada, ocurren los exponentes a la piadosa caridad de V. para que por un efecto de ella, se sirva mandársenos de el destino que corresponda, y si facultades no tiene Vm. para lo que pedimos nos diga en el derecho de éste a qué tribunal podemos ocurrir para lograr el curso a nuestro destino”. 

Por fin, el 16 de julio, Antonio Ximenez y Molero, asesor de Guerra de Vera y su partido, tomaba declaración a los presos y todo se iba aclarando: “Andrés Andrije, Thomas Anse y Carlos Martínez de nación inglesa según manifestaron, el primero natural de la Cuidad Chamuz, el segundo del Castillo Nuevo y el último de la Ciudad Posmet de su dominación, de los que por hablar el Andrés con claridad la lengua castellana y sirviendo de intérprete de los otros… Dijeron: Que navegando al corso en un bergantín inglés, su capitán de la propia nación Dific Brell, en frente de Málaga los apresó un corsario francés, y entregándolos a esta plaza los destinaron a una galeota dinamarquesa para que los llevase a la de Gibraltar, el viento de Poniente les hizo retroceder y arribar al Puerto de Cartagena hace tiempo a tres meses poco más o menos, y habiendo podido afianzar el bote en que han sido apresados que se hallaba remojando por detrás de dicha galeota dinamarquesa, sin sacar en él otros efectos que un cubo de agua, dos docenas de galletas, tres remos y una vela podrida por cuya razón y hostigados del hambre y de la sed se vinieron a la Carbonera llevando su mira a dicha plaza de Gibraltar, si antes no encontraban algún corsario de su nación... son el primero de 15 años, el segundo de 20 y el tercero de 18, no firman por no saber”. 

Los presos fueron conducidos a Cartagena en el mes de septiembre. El bote fue reclamado por el cónsul danés y remitido a ese puerto desde Carbonera. 

Los recelos de los militares con los ingleses estaban justificados por los muchos problemas que daban en estas costas. Otra muestra era el suceso del 11 de septiembre de 1799, ante el castillo de las Escobetas, en la playa de Garrucha: “enfrente de este Castillo, de noche se vio un místico el que se retiro a poniente; y esta mañana, salieron de esta bahía para dicho poniente dos barcos y una barca de pescar, en donde les salió el místico y dichos barcos embistieron a tierra y la gente todos tomaron el monte y los dejaron a la disposición del enemigo; por lo que estuvieron en ambos barcos y todo lo que llevaban lo saquearon y se llevaron uno; y el otro se lo dejaron perdido; y el amo de ellos es Andrés de Guevara, el que se obligó, él solo tirarse a la mar a socorrer el barco, por lo que se ha vuelto a esta bahía; y por la salud pública, les tengo guardia hasta segunda orden de Vm.”. 

Saqueo de la Torre del Peñón 

Otro episodio ocurrido en nuestras costas ocurrió el 2 de enero de 1806. La Real Chancillería de Granada sobreseía una causa abierta contra Josef García, Marcos Flores y Cristóbal García, cabo y torreros de la torre del Peñón (el Pirulico), en la costa de Mojácar. La causa se originó tras el atentado cometido, el año anterior, por un barco inglés que fondeó frente a esa torre, desembarcando en una lancha varios de sus tripulantes para saquearla. Destrozaron la puerta y la cerradura, llevándose el asta de bandera de señales y los gallardetes por falta de defensa y presencia de sus guardas. Debido a la falta notable de su obligación, a los guardas se les puso inmediatamente en arresto. Ellos justificaban su ausencia y el fiscal entendía sus razones: “uno había ido por pan y otro por agua y como esto es posible no haya nada en contrario y el caso fue tan repentino e imprevisto según aseguran los habitantes del castillo de Macenas, inmediatamente parece que algún tanto les indemniza de su descubierto, por lo cual y con atención al largo arresto que han sufrido si fuera del agrado de VE. podrá mandar se sobresea en esta causa condenar a los referidos en las costas e imponerles un serio apercibimiento, para que en lo sucesivo y con especialidad en tiempo de guerra vivan con más cuidado y con pretexto alguno desamparen dicho fuerte”. 
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*El último farista del Levante