La procesión de los fariseos


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SAVONAROLA

Es más fácil rasgarse las vestiduras que rasgarse el corazón, que dijo el profeta Joel, y mucho más aún que rascarse el bolsillo, que añade este vuestro viejo y ajado dominico, mis carísimos hermanos en Cristo. Y maestros en el rasgarse las vestiduras fueron los llamados fariseos. Por cierto una fracción del judaísmo cuyo nombre proviene del hebreo “perusim” que significa “separado, separatista”.

Fariseos, como aquél que rogó una mañana al Hijo del Padre que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa. El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer. Pero el Señor le dijo:

“Vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro? Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio.

Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.

¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben”.

Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: “Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros”.

Y Él dijo: “¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.

¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres!

De modo que sois testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros”.

Estos días, queridísimos hermanos, he visto a tantos fariseos desfilar en procesión por estos lares, al tiempo que predicaban, lanzaban promesas al viento como quien arroja maíz a las palomas, y rasgarse la camisa a pesar de que no venían a casamiento alguno, que me ha venido a la mente ese testimonio de nuestro Señor que nos contó Lucas.

Algunos de ellos, debo confesar que en verdad llegué a confundirlos por momentos con el mismísimo Cristo, el Hijo del Padre, pues creed, amadísimos míos, que parecían levitar por encima del barro y los lodos como Aquél sobre las aguas del mar de Galilea. Yo lo vi con mis ojos un tanto secos, y doy fe, mi alma va en ello, que recorrieron comarcas asoladas bajo el fango y el cieno y salieron impolutos de aquello, sin tan siquiera una mancha en el charol de sus zapatos de Italia.

Como el que vino en Falcon hasta Almería y, después, en helicóptero a Níjar. Allí se golpeó la solapa izquierda del terno ofreciendo apoyo infinito a los damnificados, aunque tras pedir paciencia para esperar a que se aprueben y lleguen las ayudas prometidas. Y es que la vergüenza no es requisito imprescindible para presidir un gobierno. Al menos no en el caso de España. Y este anciano pecador se pregunta: ¿a qué vino usted, señor Sánchez?

Pero el presidente encontró a todo un Borges rural encarnado en el cuerpo de un señor con bigote, por santo Juan Pedro y por más seña García, regidor de Pulpí y su territorio entero. Don Jorge Luis, el más británico de los escribas argentinos, sostenía que siempre le habían interesado las teorías, pero mucho más el cómo se aplicaban y, así, el alcalde García repuso al mandamás volante que le parecía muy bien lo de ayudar a quien lo necesitara, pero mucho más que se ejecuten las obras previstas desde largo tiempo para evitar los daños y la necesidad de socorrerlos.

De los demás no se tiene noticia alguna más allá de lo previsible. Uno, que aún conserva el sagrado don de la memoria, todavía recuerda toda esa insana y sin lustre procesión de fariseos en desfile. Iban de uno en uno, de dos en dos, o de ciento en ciento y la madre que los parió. Podéis creer que temí por sus costillas, pues pensé que saltarían hechas añicos de tan recios eran los golpes que se daban en sus respectivos pechos; y hubo más camisas rasgadas que en la boda de la hoja mayor de Lola Flores.

“Si me queréis, irse”, clamaba la Faraona a voz en grito, y no venir era lo que más bien debieron hacer las reinas de entonces, los consejeros, ministros y demás farándula del sálvese-quién-pueda de la política de este país.

E irse deberían, si tuvieran vergüenza, aquellos alcaldes y ediles que hicieron públicos propósitos que no hemos visto años después. Muchos iban a plantarse a dormir en el Ministerio o Consejería que hiciese falta, pues quela culpa siempre era de la Administración gobernada por el partido de enfrente. Hoy nos han probado esos ediles de la comarca que, de todos ellos, el más apto es capaz de cagar si alguien le aprieta o aprieta por él.

Bueno, sólo Vera, tres años después de la catástrofe de San Wenceslao, con Félix López al frente, osó al menos plantar cara a todo un Gobierno de España llevándolo ante la Justicia por las obras aprobadas y calificadas de “interés general” hace casi 20 años, que es mucho pese a lo que diga el tango.

Pero los demás, todos esos políticos fariseos, se acordarán de vosotros y de vuestros muertos cuando necesiten que los votéis. Y yo os invito, en tanto, a botarlos. Vale.