La decadencia del libro


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AMANDO DE MIGUEL

El libro como tal no lleva mucho tiempo entre nosotros. Antes de la imprenta el antecedente inmediato fue un conjunto cosido de hojas manuscritas, inicialmente pergaminos. Antes de eso y durante algunos milenios los pergaminos se conservaban sueltos o en rollo. Hay otras variaciones primitivas con textos escritos: en cortezas de árbol, en tabletas de barro, en tablas. La escritura no lleva más de diez mil años entre nosotros, como quien dice, una brizna del tiempo de la humanidad.

El libro es esencialmente un producto de la imprenta y del papel desde hace poco más de medio milenio. Es un artefacto del conocimiento y del placer que se asocia con el mundo moderno. De repente, en los años que ahora vivimos, el libro parece que entra en decadencia. Los libros antiguos llegan a conservarse como objetos artísticos, pero ya se publican pocos nuevos. Lo curioso es que la tecnología permite hoy abaratar considerablemente la edición, que se hace por medios electrónicos, no con tipos de imprenta. Sin embargo, la demanda de lectura de libros ha descendido de forma considerable. Sigue la paradoja, pues es hoy cuando hay más personas capaces de leer que nunca. Realmente se lee más, pero sobre todo piezas cortas, artículos, mensajes. Resulta prodigiosa la cantidad de mensajes escritos que nos enviamos unos a otros de manera continua, naturalmente por vía telemática.

Hace unos pocos años se pensó que el libro electrónico, a través de una pantalla portátil, iba a ser el gran desarrollo del mundo editorial. Pero el nuevo invento no ha proliferado tanto como se creyó en un principio. Es la mejor demostración de que la decadencia del libro no es por el formato tradicional de letra impresa en papel, sino porque se ha reducido mucho el hábito de lectura de piezas voluminosas. Al tiempo se expande la lectura de textos cortos. En todo caso menudean los libros que se acompañan de ilustraciones o los que contienen ideas prácticas para vivir mejor. Lo que no ha decaído es la publicación de textos escolares, aunque su futuro también sea incierto.

Se asoma uno a los reportajes gráficos de las casas de los ricos o famosos. En las fotos del cuarto de estar apenas se ven libros de uso; en todo caso algunos ejemplares de los que se consideran de regalo.

Una fiesta muy simpática es la del “día del libro”, el día 23 de abril, aniversario de la muerte de Cervantes y de Shakespeare. No tengo la estadística de ventas a propósito de tal fiesta, pero me da la impresión de que van a menos. Fuera de ese día, las librerías atraen poco público. También es verdad que cada vez se venden más libros por correo, pedidos de forma telemática. Ese fue el invento genial de Amazon, que ahora ha ampliado su catálogo a todos los objetos posibles y deseables. Lo que se ha expandido de forma inusitada es el rubro de las empresas que llaman de logística.