Arde París


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MARIO SANZ CRUZ

Arde París, como arden muchas otras ciudades francesas, y arden con razón. La gente está hasta el moño de que le coloquen salvapatrias en el gobierno. Vota por Macron que es mejor que Marine Le Pen, se decían unos a otros en la segunda vuelta de las elecciones, y eso hicieron, pero las opciones ya eran Guatemala o Guatepeor, y el salvador Macron no era ninguna hermanita de la caridad. Entre todos encumbraron a un personaje soberbio, a un liberal de libro, que no tiene ningún interés en mejorar las condiciones de vida de los franceses de clase baja, que no le va a tocar las narices al capital por mucho que griten esos currantes de chaleco amarillo. Pero, por lo menos, esos alborotadores, estos currantes enfadados se lo están poniendo difícil y le están obligando a tomar algunas medidas que palíen sus problemas más acuciantes, que, dicho sea de paso, son bastante menores que los nuestros.

Lo que es muy chocante es que no arda en protestas Madrid, ni Barcelona, ni Sevilla, ni Almería, ni las demás ciudades de nuestro país. En España están saliendo a la calle, tímidamente, algunos funcionarios de Sanidad, de Enseñanza, de Justicia, Bomberos, etc. Pero, ¿a qué esperan los más de tres millones de parados que tenemos contabilizados? ¿A qué esperan los millones de currantes precarios, casi esclavizados? ¿A qué esperan los desesperados que ya no están ni apuntados al paro? ¿Dónde están los estudiantes sin futuro?

A lo mejor la gente reacciona cuando empiecen a quitar las pensiones a los jubilados, pensiones de las que viven, en muchos hogares, los abuelos, los padres y los nietos. Después habrá que malvender las casas de los ancianos y marcharse a vivir bajo un puente, esperando a que una riada acabe con nuestro sufrimiento y dejemos de ser un problema, palmaremos con la boca bien cerrada, moriremos como corderitos sin haber movido un solo dedo para intentar cambiar nuestro injusto y aciago destino.

Tanta pasividad me parece increíble. Los anquilosados y oxidados sindicatos casi no se mueven y cuando se mueven chirrían, los gobernantes se pasan por el forro nuestras necesidades y nosotros, en vez de protestar, les hacemos la ola, les bailamos el agua y hasta les defendemos de las críticas de los políticos contrarios.

Alguna vez tendremos que tomar cartas en el asunto y que nos oigan en la calle, porque si seguimos así de calladitos, parecerá que todo está bien y seguirán abusando de nosotros, llevándoselo muerto y riéndose en nuestra cara.

Para remate de fiesta, ahora llega la Navidad y nos exprimirán con sus anuncios, nos quitarán del bolsillo las últimas monedas que nos queden, o nos comerán la cabeza para que pidamos un crédito y nos lo gastemos en regalitos, turrones, langostinos, o en la lotería, que es la última esperanza de los pobres.

No puedo creer que haya tan poca gente que se esté dando cuenta de que esta sociedad nos está fallando, una y otra vez. Esta sociedad está mal diseñada, mal dirigida y mal educada. Si no nos ponemos a pensar en algo diferente, en algo más equitativo, más humano, el porvenir se va a poner cada vez más negro para la mayoría.

Por mi parte ya me estoy hartando de predicar en el desierto, y soy consciente de que no soy el más indicado para quejarme, porque por suerte o por arte, soy un privilegiado. Creo que va llegando el momento de que se muevan los implicados, que se levanten los necesitados, que despierten los dormidos y miren a su alrededor y después imaginen el futuro que les espera; si lo que ven les gusta, que se vuelvan a dormir, si no les gusta, que hagan algo por cambiarlo.