El Gobierno de Pedro Sánchez

Carlos III ha sido reconocido por nuestros contemporáneos como uno de los mejores reyes, el mejor Borbón probablemente. Por eso tiene calles y universidades, cines y hoteles, estatuas y simpatías generalizadas. Pero su verdadero mérito fue su selección de personal


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Carlos III ha sido reconocido por nuestros contemporáneos como uno de los mejores reyes, el mejor Borbón probablemente. Por eso tiene calles y universidades, cines y hoteles, estatuas y simpatías generalizadas. Pero su verdadero mérito fue su selección de personal.

Cuentan sus biógrafos que vino forzado a reinar en una España hirsuta y montaraz desde su querida Italia, a la que añoró durante toda su vida y con la que mantuvo contacto permanente. Sin embargo asumió su regencia con plena dedicación. Dicen que se levantaba a las seis de la mañana ,como si en vez de ser rey tuviera que ordeñar vacas, escuchaba misa y acto seguido se dedicaba a recibir legaciones y comités de todas las Españas y a estar informado de lo que pasaba en su reino.

A las doce cortaba y después de comer se iba al Pardo a cazar. Y esa era su rutina, interrumpida en poquísimas ocasiones en el año y durante toda su vida. Contó con co-gobernantes de mérito, como el Conde de Floridablanca y el Marqués de la Ensenada, y una pléyade de aristócratas ilustrados, que en lugar de ser tontos sacamantecas, fueron patriotas verdaderos e hicieron que el despotismo de la época fuera más ilustrado que despótico.

Pedro Sánchez, llegado por casualidad a las altas magistraturas del estado, pareciera una versión 2.0 de José Luis Rodríguez Zapatero, con esa fea costumbre de decir una cosa en Albacete por la mañana y otra opuesta en Murcia por la tarde. Mal endémico de la clase política la irritante mentira, que le vamos a hacer.

Pero José Luis Rodríguez Zapatero consiguió la hercúlea gesta de nombrar gobiernos constituidos con ministros (y ministras) bastantes incapaces. Más incapaces incluso que él mismo. Ese fue su error supremo. Rodearse de personas inteligentes es en si un destello no menor de inteligencia. Quien no tiene piernas hace bien en procurarse las muletas de la mejor calidad. Zapatero no lo hizo. Pedro Sánchez, como Carlos III, ha improvisado un gobierno en cuatro días, que parece imposible de improvisar. Gente que tiene preparación y experiencia en la materia o competencia que se les ha asignado , que pierden, o al menos arriesgan, en lugar de ganar, al asumir el reto que se les plantea, y con ello demuestran ya, en principio, y salvo prueba en contrario, su honradez.

Este gobierno no puede gobernar demasiado por su débil estructura parlamentaria, y es difícil que la tormenta perfecta que derribó a Rajoy, vuelva a repetirse para concitar apoyos a decisiones gubernamentales.

Pero a Pedro Sánchez hay que reconocerle el mérito de no haber planteado el asalto efímero y la recompensa apresurada de los pocos fieles que estuvieron con él en su huída a la Meca. Enseña unas cartas dignas de ser tenidas en cuenta. Poco se le podrá exigir en una situación política confusa e inédita. Nos vamos conformando cada vez con menos. Pero al menos el género que ofrece, y, salvo prueba en contrario, parece de calidad. Una campaña electoral larga o un mandato breve. Pero como Carlos, III tiene personas en su Consejo de Ministras que lo salvarán o lo hundirán.

Puede irse a cazar tranquilo. O a jugar al baloncesto.