Por qué las mujeres no mandan más

Habría que plantearse también si esa forma masculina de la dedicación exclusiva a las tareas profesionales no puede llegar a perjudicar también a los varones


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AMANDO DE MIGUEL

¿Cómo es que la mujer, después de tanta protección, no ha llegado todavía a los puestos más elevados de dirección en las organizaciones públicas o privadas? Hay que matizar, está llegando, pero todavía con manifiesta inferioridad respecto al varón y con disgusto para las feministas.
El problema no puede despacharse cándidamente como un caso de discriminación contra la mujer. Aunque la fecundidad se haya reducido mucho en España (hasta el nivel más bajo de toda la historia y de todos los países), es evidente que las mujeres siguen pariendo hijos. Casi siempre los cuidan de pequeños con dedicación exclusiva. Por mucho que se hable de “conciliar” mejor el trabajo femenino fuera de casa con la maternidad, muchas mujeres se abstendrán de subir por la cadena de mando de las organizaciones.

Hay todavía un argumento más sutil y subjetivo. Es un hecho que la mujer suele desplegar un abanico más amplio de intereses, gustos, dedicaciones, etc. que el varón. Es sabido que, según se asciende por la pendiente de responsabilidad en el trabajo, el interés suele concentrarse en la tarea profesional hasta un punto que resulta obsesivo. En igualdad de otras circunstancias, a muchas mujeres profesionales les desagrada ocuparse de su trabajo de forma exclusiva y absorbente. Una demostración indirecta de lo anterior es que las ocupaciones en las últimamente han avanzado más las mujeres son las relacionadas con la resolución de problemas personales. Por ejemplo, profesiones sanitarias, jueces, profesores, psicólogos, empresas de servicios, etc.

Habría que plantearse también si esa forma masculina de la dedicación exclusiva a las tareas profesionales no puede llegar a perjudicar también a los varones. Cabe mencionar una ilustración lejana pero fehaciente. Es la película “El hombre del traje gris”, con Gregory Peck de protagonista (1956). De esto hace ya dos generaciones, pero la idea sigue vigente. Tampoco se puede plantear fácilmente por el peso del “clima social” en contra.

En la actualidad, la orientación productivista resulta central para el éxito de un empleo. Hay un estilo tradicionalmente masculino de dedicación profesional, pero apunta una alternativa femenina. Nótese la tendencia última en algunos sectores a proscribir la práctica de que la dirección de la empresa envíe correos o mensajes a sus empleados fuera del horario laboral. Digo “femenina” porque es un hecho que ciertas mujeres en puestos directivos han sabido conciliar su trabajo con otros intereses, no solo la vida doméstica. La dualidad entre los dos estilos de vida se puede apreciar en una sencilla observación. Las conversaciones amistosas que mantienen en las relaciones cotidianas suelen variar continuamente de uno a otro contenido. En cambio, las conversaciones de los varones de su mismo ambiente tienden a centrarse en algún asunto monográfico: deporte, política, la Bolsa, la sexualidad, etc. Puede parecer extraño, pero el hecho de mandar mucho puede llegar a ser tedioso.