«En lo que va de año llevamos más muertes en el Mediterráneo que en todo 2017»

Juan Antonio Miralles, director de 'Almería Acoge'




ALMERÍA HOY / 03·05·2018

Juan Antonio Miralles es director de la asociación 'Almería Acoge', un colectivo que, en muchos casos, supone un apoyo sin el cual no pocos inmigrantes recién llegados a suelo almeriense se encontrarían perdidos a la hora de buscarse la vida. Charlamos con él de inmigración, le preguntamos por la política fronteriza europea, abordamos el problema de la explotación sexual de extranjeras, y también, entre otras cosas, le preguntamos si los españoles somos racistas.



Resúmame cuál es la labor de Almería Acoge con la población inmigrante.

Intentamos dar respuesta a las demandas que nos hacen, y que tienen que ver principalmente con problemas de vivienda, de trabajo, de documentación, inserción de los niños en los colegios... Hay que tener en cuenta que cuando una persona se nos acerca diciendo tener problemas para encontrar un trabajo, normalmente hay alguna cosa más detrás; problemas de permisos, de adaptación, etc. Por eso la idea es la de realizar un trabajo integral con la persona; es verdad que es complicado porque, a veces, las soluciones se escapan de nuestras posibilidades. Habitualmente nos centramos en temas de formación, tanto a menores como a adultos, así como acompañarles en el proceso de creación de su nueva identidad cultural y social. Almería ya tiene multiculturalidad, ahora hay que trabajarla para enriquecernos todos de ella. También quiero destacar nuestro trabajo de apoyo a la mujer inmigrante, que es la que realmente está tirando para sacar a la familia; debería darle vergüenza a muchos hombres. Sin olvidarnos del trabajo en barrios con situaciones difíciles —menciona las 200 Viviendas de Roquetas, el Campo de Níjar o El Puche—, se trata de que sean vecinos, no inmigrantes, y eso nos aporta mucha riqueza como asociación.


¿A cuántas personas atendéis de media al año?

-Nosotros, que nacimos en 1987, podemos estar atendiendo a una media de cuatro o cinco mil personas cada año en distintos proyectos, aunque las zonas principales donde estamos trabajando son el Campo de Níjar y Almeria capital sobre todo.


¿Estamos viendo cifras récord en cuanto a llegada de pateras a nuestras costas?

-Va en aumento, se ha puesto más difícil la llegada a otras partes. España siempre ha sido destino o lugar de paso, ahí tenemos el Estrecho, eso se mantiene todavía, y por otro lado es verdad que parece que la tendencia será la de ir en aumento cuando las políticas de la UE en Libia o Turquía se traducen en poner vallas, concertinas y establecer una política criminal para frenar las migraciones. Lo que pasa es que hay mucha gente que no entra por Italia o Grecia y se vienen por España. De hecho, hay mucha población inmigrante que está dejando de intentarlo por esos dos países para hacerlo por aquí. Claro que ha crecido, y si encima se complica la situación con guerras abiertas... Y no es lo único que aumenta; hemos vuelto a tener peores cifras de muertos en el mar. España soporta el 20% de la peligrosidad de la muerte en el Mediterráneo. De hecho, en 2017 hicimos unas diez concentraciones por muertes, y sólo en lo que va de año ya llevamos las mismas. Es una dura realidad que en lo que va de año llevamos más muertes en el Mediterráneo que en todo 2017.


¿Puede la UE hacer más de lo que hace para evitar esas muertes?

-Cada vez más, el margen de maniobra de los países tradicionales tanto en economía como en política exterior es más estrecho, pero es verdad que hay políticas más inteligentes que otras. Por ejemplo, Alemania parece dispuesta a asumir a 500.000 personas cada año, algo muy alejado de lo que pasa en España. Lo que no es normal es que promocionemos desde la UE el control fronteras y poner freno a migraciones, y al mismo tiempo el FMI diga que hacen falta más inmigrantes para mantener pensiones. Es ridículo. Esto no se puede frenar. Lo que hay que hacer es gestionar la realidad que supone la necesidad de unos de salir y de otros de que vengan. ¿Qué es lo que pasa? Hay países tipo Hungría o Austria con partidos de extrema derecha que están usando el tema volviendo 60 años atrás para ganar cuatro votos. Falta reflexión y valentía para dejarnos de tonterías y de discursos inhumanos.


Pero, ¿tiene que haber controles fronterizos?

Evidentemente sí, pero parece que podemos controlar el tráfico de capitales y no somos capaces de buscar soluciones al tráfico de personas. Para mi es igual una persona que viene porque pasa hambre a otra que huye de las bombas que, por cierto, seguramente les hayamos vendido nosotros. Hay que buscar alternativas más ágiles y humanas; insisto, siguen haciendo falta inmigrantes, no lo dicen monjas de la caridad, sino el FMI. Además, hay que subrayar que hace tiempo que las fronteras dejaron de ser lo que eran. Miremos a Francia, que siempre ha sido nuestro enemigo, y ahora somos amigos del alma y ni siquiera tenemos fronteras con ellos.


¿Ustedes reciben ayuda de las administraciones públicas?

-Sí. Nosotros mantenemos 56 socios y unos 102 voluntarios, y tenemos muchas actividades sin coste para el erario, como clases de lengua o asesoramiento. Luego, hay otras, como los centros de día, que sí necesitan subvenciones. El problema es que siempre llega menos de lo que necesitaríamos, y luego funcionamos con programas anuales, cuando aquí deberíamos trabajar a medio y largo plazo con estas personas para garantizar su inserción.


¿Cómo ve el problema de la prostitución en cortijos del Poniente almeriense?

-En general, cuando tienes población en riesgo de exclución social: si no hay acceso a agua potable, accederé a otra sospechosa; si estoy en El Puche y no tengo electricidad, me engancharé a la red de forma irregular. Lo mismo pasa con la prostitución: por desgracia, no está bien legislada. Siempre se buscan personas en exclusión, y siempre que haya demanda habrá oferta, pero sí es verdad que se ven situaciones extremas con condiciones deplorables.


Parece que de un tiempo a esta parte también están proliferando los asentamientos chabolistas en la provincia, sobre todo en el Campo de Níjar.

-Es verdad que en el caso de Níjar se pueden contar entre 3.000 y 4.000 personas. Pero no es que proliferen estos asentamientos; es que nunca han llegado a desaparecer. No sólo en Níjar; ahí tenemos El Ejido. Se dan dos circunstancias: que hace falta estar cerca del lugar donde ofrecen esos trabajos esporádicos, y que no hay alternativas de alojamiento para esos trabajadores. Una cosa que sí quiero decir es que, en el caso de Níjar, el Ayuntamiento sí se lo está tomando en serio y buscando una respuesta al problema. Ojalá todos los ayuntamientos hicieran igual.


¿Maneja una cifra de cuántos asentamientos de este tipo pueden haber en la provincia?


-Tirando por bajo, calculo que habrá entre 8.000 y 10.000 personas extranjeras con necesidades de alojamiento.


¿Cuánto puede pagar un inmigrante por alcanzar la costa almeriense?

-Depende de varios factores. Además, esa parte normalmente no la cuentan. Lo peor es que esos desgraciados los montan en cualquier cuchitril sin miramientos, y luego pasan las desgracias. Ellos son culpables, pero no hay que olvidar la parte de culpa de este sistema; nosotros hemos creado la necesidad de emigrar, ahora no podemos decir que no queremos inmigrantes.

¿Los españoles somos racistas?

-En cuanto a ideología, creo que no. No hay movimientos en España ni partidos políticos que lo promuevan abiertamente, y si los hay apenas cuentan con respaldo. Sí que se produce rechazo cuando hay miedo: el desconocimiento genera miedo. Frases del tipo «Todos los marroquís son no sé qué...», eso viene del miedo. Yo diría que no hay tanto racismo como el rechazo que provoca el miedo. Hay más rechazo al pobre que al extranjero.


Mucho y mal se ha hablado de la explotación laboral que, según ciertos colectivos, se produce en el campo almeriense a costa de estas personas. ¿Cómo lo veis vosotros?

-Me da rabia que se utilice ese sufrimiento de personas como herramienta del mercado. Explotación laboral la hemos visto en hoteles españoles muy famosos y luego no pasa nada, y no se dice que todos los empresarios de hoteles sean explotadores. ¿Por qué se hace eso en Almería? Hay explotación en todos lados, en hostelería, por ejemplo. Hay mucha gente dispuesta a dejarse el pellejo para mantener a su familia. Pero también hay mucha hipocresía; lo que pasa es que en esta provincia se ha usado esa historia para generalizar y decir que en vez de comprar pepinos en Almería hay que comprarlos en holanda porque allí no hay explotación. Ojo; aunque haya un solo caso de explotación hay que perseguirlo, pero no se puede usar el sufrimiento de la gente. Se pone el foco en Almería porque hay interés comercial detrás.


Por la idiosincrasia de Almería, ¿es la provincia española donde las asociaciones como la vuestra tienen más trabajo por delante?

-Es verdad que Almería ha sido siempre muy peculiar, sobre todo por la realidad dinámica de la agricultura intensiva; por eso Almería ha llamado la atención,; no porque seamos peores o mejores, sino porque nos hemos visto obligados a ir un paso por delante del resto. Quiero decir que personalmente me encanta ver cada vez más la sensiblización que vemos en almerienses; cada vez viene más gente a las concentraciones por muertes muertes en el mar. Se nota más sensibilidad, y es hora de ponerlo en valor. Nos han tildado de muchas cosas en Almería, pero también es verdad que hemos ido por delante en muchas cosas, como en modelos de integración escolar.