Mis deseos para 2018

Que desaparezca la figura de «papá Estado», que 'vela' por nosotros en demasía y nos riñe, reprende y castiga si nos salimos un ápice del carril políticamente correcto que nos ha trazado. Deseo una sociedad más libre y menos poder administrativo, en la que el Estado sólo juegue el papel de subsidiariedad en aquellos asuntos que la sociedad organizada y los individuos no sean capaces de alcanzar


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RAFAEL LÁZARO

A los seres humanos de nada o muy poco sirven los deseos o aspiraciones personales que podemos formular de cara a un nuevo año. La corriente de circunstancias en que nos vemos implicados sin desearlo dispone de tanta fuerza arrolladora que resulta vano pretender dominar o cambiar su curso. No obstante, y puestos a ser voluntaristas, y pidiendo disculpas por el tono pesimista de mis anteriores palabras, sí diré qué me gustaría que cambiara en el año que comienza.

En primer lugar, desearía que se respetara la dignidad y sacralidad de toda vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Que quede bien claro, deseo la abolición de la actual ley del aborto y que el perezoso tribunal constitucional se pronuncie de una vez por todas sobre este particular.

En segundo lugar, y sin ningún género de dudas, deseo que disminuya el monstruoso aparato burocrático del Estado y de la Autonomías. Que desaparezcan las mil una empresas públicas, fundaciones, consorcios, institutos de «no sé qué», agencias de «bla, bla», etc, etc, que sirven especialmente para mayor gloria de duplicar funciones y crear administraciones paralelas donde puedan reposar felizmente algunos ex políticos y amigos del trucaje.

Deseo en tercer lugar, (y aquí me supero en ingenuidad), que el número de políticos se reduzca notablemente. En España estamos sometidos a la «criba legislativa» de cinco estamentos: Ayuntamiento, Diputación provincial, Parlamento autonómico, Cortes generales (Congreso y Senado) y Parlamento europeo; cientos de miles de políticos pagados con nuestros exhaustos bolsillos.

En cuarto lugar, que cese o se reduzca drásticamente el aparato legislativo del conjunto de las administraciones; que dejen de reglamentar nuestra vida diaria en esa vorágine de leyes, reglamentos, órdenes, disposiciones etc. que terminan asfixiando la vida normal de cualquier ciudadano e impiden u obstaculizan gravemente la iniciativa personal.

Como resumen de todo ello, que desaparezca la figura de «papá Estado», que 'vela' por nosotros en demasía y nos riñe, reprende y castiga si nos salimos un ápice del carril políticamente correcto que nos ha trazado. Deseo una sociedad más libre y menos poder administrativo, en la que el Estado sólo juegue el papel de subsidiariedad en aquellos asuntos que la sociedad organizada y los individuos no sean capaces de alcanzar.

Y, cómo no, deseo una justicia ágil y que castigue severamente al delincuente y proteja a las víctimas, y no, como hemos conocido en una reciente sentencia del tribunal de Estrasburgo, que sancione al propietario de una empresa por descubrir mediante una grabación que alguno de sus empleados le estaba robando.

Bueno, no sé si alguno de mis deseos terminará haciéndose realidad, pero estoy convencido de que al menos serán compartidos por más de uno… y de dos.