Los liberales

Nuestra falta de objetividad se debe en parte a que olvidamos cuales son las políticas que defienden demócratas y republicanos, y cómo han evolucionado las tesis defendidas por ambos partidos desde su fundación


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CLEMENTE FLORES

Hace tiempo aparecí por aquí de la mano de Diego Jerez, y hoy que vuelvo a asomarme es inevitable que mi primer pensamiento sea nostálgico y venga acompañado de su recuerdo. Desde el primer momento que conocí a Diego, siendo como era un gran polemista, me sorprendió su defensa a ultranza del liberalismo y la fe con que lo defendía. Cómo me dediqué a criticarle los excesos e injusticias sociales que se producían en las sociedades donde se aplicaba un liberalismo «a tope», me pidió que leyese 'La Rebelión de Atlas', de la conocida Ayn Rand para luego discutir sus ideas.

Fueron unas conversaciones inacabadas donde era imposible estar totalmente de acuerdo con cualquier sistema político, porque ningún estado moderno ha logrado conciliar los objetivos de igualdad y de libertad individual tan valorados desde la Revolución Francesa de finales del XVIII.
Si piensas en el sistema comunista ruso, vigente en más de medio siglo XX, que alardeaba de buscar y conseguir la igualdad, constatas que la teórica igualdad conseguida se hizo a costa de implantar una tiranía brutal y una pérdida de libertades asfixiante completada por numerosos gulags.

Por otro lado, las democracias occidentales que buscan y persiguen la igualdad a través del estado de bienestar también lo hacen restringiendo libertades al impedir que cada cual gaste el dinero que ha ganado en lo que quiera y controlando toda la vida de un individuo a través de una burocracia exhaustiva y agobiante.

Estos pensamientos me han aparecido observando la crítica y el tratamiento que se hace en los medios de difusión nacionales, oficiales y no oficiales, del pensamiento y de la persona del presidente americano, Donald Trump, al que nos suelen presentar como la encarnación del desacierto y de la simpleza, y como el nefasto resultado de una votación manipulada desde fuera.

Nuestra falta de objetividad se debe en parte a que olvidamos cuales son las políticas que defienden demócratas y republicanos, y cómo han evolucionado las tesis defendidas por ambos partidos desde su fundación.

El Partido Republicano donde milita Trump data de mediados del siglo XIX y fue fundado por modernizadores antiesclavistas que llevaron a Lincoln a la presidencia, y hoy propugna el liberalismo económico desde el conservadurismo social y el apoyo indiscriminado a los intereses de empresarios.

Frente al partido demócrata partidario del incremento de los servicios sociales, los republicanos son partidarios de disminuirlos para achicar los presupuestos. Son, además, antiburócratas, defensores de la responsabilidad personal, de los negocios y de las libertades y derechos individuales, hasta el punto de defender el derecho a portar armas ocultas o no.

Los republicanos, como Trump, bajan los impuestos y reducen los gastos sociales alegando que, los muchos impuestos disminuyen los incentivos para trabajar y emprender, entorpecen el libre mercado y el crecimiento del empleo y además que el aumento de los gastos sociales hace aumentar el número de los que pretenden vivir a costa del erario público.

En nuestro país somos más los que simpatizamos con las ideas demócratas que con las republicanas tal como se entienden en Estados Unidos, lo cual no es óbice para, por ejemplo, detestar la existencia de tanta norma y tanta burocracia inútil que son una rémora y una losa irracional no sólo para el comercio y los negocios sino para otros muchos aspectos de la vida en común. Por eso, recordando con cariño a Diego, quiero concluir que antes de criticar la paja del ojo ajeno debemos comprobar en el nuestro la legaña que no nos deja ver.