Mujeres sí, pero occidentales

LUIS ARTIME


21·01·2016

Dejémoslo claro de una vez: La violencia sexual que han sufrido la mujeres alemanas en la noche del fin del año, en Colonia, no se ejerció contra ellas en tanto que mujeres. Se acometió en tanto que mujeres occidentales. Y si para muchos aquejados de flojera política ambas cosas son parecidas, o sus diferencia poco significativas, su disimilitud es radical.

Lo es porque en este caso el adjetivo es mucho más importante que el sustantivo. Los principios en los que se basa nuestra civilización, y que parecen ser el objetivo declarado de los bárbaros islamistas, tienen muchos ángulos muertos y son vulnerables a ciertos ataques bien planteados.

Las noticias y las valoraciones de la primera versión de este tipo de agresión, en la plaza de Tahrir de El Cairo, no fueron lo suficientemente rigurosas como para ser tenidas en cuenta como síntoma, y las despachamos casi como si de un hecho folclórico se tratara.

Su repetición en la ciudades europeas permitiría preguntarse, sin embargo, si no habrá una relación entre esas desbordantes pulsiones y la visión que una multitud de hombres en las sociedades musulmanas tiene de la mujer en general, o de la idea que se hacen de la infidelidad femenina.

A pesar de ello, desde la trinchera de los ayatolas de la progresía, ya empezó el tiroteo contra quienes establecen una relación entre la naturaleza de la agresión y el origen religioso de los agresores.

Los hechos comprobados son que una multitud organizada de varones musulmanes —que estuviesen borrachos como cubas no cambia nada— atacaron como una horda a cualquier mujer occidental que se encontrase en los centros concurridos de algunas ciudades europeas.

Pero la única preocupación en los medios gubernamentales o de difusión es echar a andar las sirenas de alarma, previniendo contra una posible reacción de la extrema derecha xenófoba.

Uno se pregunta qué pasaría si los agresores llevasen una cresta mohicana, botas militares, y el cuerpo lleno de calaveras tatuadas…

Seguro que tendríamos una manifestación diaria.